Kontzeptua

Langile-Mugimendua (19902ko bertsioa)

Se suele definir el movimiento obrero como la toma de conciencia de su condición social por parte de los obreros y su actividad mediante el asociacionismo para conseguir objetivos comunes con fines profesionales o políticos, entendiéndose como obrero a aquél que vende su fuerza de trabajo a un capitalista que es dueño de los medios de producción y del producto elaborado. Hasta el final de la Edad Moderna las profundas diferencias que establecía la sociedad estamental se consideraban naturales, y la conflictividad en el campo de lo social venía inducida por problemas de subsistencia (hambres, malas cosechas...) y no por ataques contra la estructura social en sí, a la que no se contemplaban alternativas. Hubo que esperar a la Edad Contemporánea, con el nacimiento de la sociedad de clases y de la industrialización, a partir del s. XVIII, para ver aparecer este fenómeno y las primeras doctrinas o tendencias ideológicas en las que se apoyó, primero el socialismo utópico y más adelante el anarquismo y el socialismo científico o marxismo. Históricamente suelen marcarse cuatro frases en la formación del movimiento obrero. La primera sería la aparición de la clase obrera como tal, lo que va unido al desarrollo de la producción industrial, es decir de la industrialización. La segunda, el inicio de las primeras acciones de carácter espontáneo en defensa de sus intereses profesionales y los indicios de toma de conciencia por parte de esa clase obrera. La tercera, cuando esa toma de conciencia sobre la existencia de problemas específicos de clase ya se ha asentado y los obreros se asocian para defender esos intereses. Y por último, la cuarta, cuando ese asociacionismo va más allá de los meros problemas profesionales, asume ya una dimensión política, con una aspiración a tomar el poder y a transformar toda la sociedad, que es cuando aparecen los partidos «obreros» (en los que no sólo participan obreros, sino también intelectuales, trabajadores por cuenta propia, etc. que por solidaridad o convencimiento ideológico participan de las mismas aspiraciones). El nacimiento del movimiento obrero, por tanto, viene marcado por la industrialización, y sus características y ritmos vendrán fijados también por las pautas que ésta adopte. Por eso, aunque hablemos del s. XVIII como fecha de aparición del fenómeno, con el arranque de la industrialización en Inglaterra, refiriéndonos al País Vasco hay que retrasar esta fecha hasta las últimas décadas del s. XIX. Por eso, las primeras doctrinas que marcaron la vida de las organizaciones obreras europeas apenas tuvieron difusión en el País Vasco. Ni el socialismo utópico, que en Cataluña y Andalucía contó con algunos difusores aislados, ni las primeras ideas internacionalistas-que dieron paso a la formación de la I Internacional en 1864-, tuvieron eco en el País Vasco. La celebración del primer congreso obrero español en Barcelona, en 1870, que dio paso a la creación de la Federación Regional Española de Trabajadores, adscrita a la I Internacional, de carácter anarquista, apenas tuvo representación vasca, aunque sí asistieron algunos pequeños núcleos anarquistas vascos, casi anecdóticos, que funcionaron en Vitoria, San Sebastián y Bilbao, sin ningún protagonismo y escaso o nulo asentamiento. Pocos años después, mientras en España se entraba en una fase de persecución de las nacientes organizaciones obreras por parte de los primeros gobiernos de la Restauración (hasta 1881 no se decretó la libertad de asociación), que obligó a éstas a actuar en la clandestinidad, en Europa las discusiones entre Marx y Bakunin provocaron la ruptura de la I Internacional, escindiéndose definitivamente la línea anarquista, apolítica y autogestionaria del «marxismo científico» que promovió la formación de la II Internacional o Internacional socialista. Esta división se produjo también en España, donde pese a la mayoritaria adscripción de las organizaciones obreras catalanas (las más desarrolladas hasta entonces) a la línea anarquista, en 1879 se formó, bajo el impulso de Pablo Iglesias, el PARTIDO SOCIALISTA OBRERO ESPAÑOL (Véase.) y, unos años después, en 1888, el sindicato socialista, la UGT (V.), que poco después se inscribió en la II Internacional.

Félix LUENGO TEIXIDOR