Kontzeptua

Langile-Mugimendua (19902ko bertsioa)

El auge socialista. Una nueva fase se abrió a partir de 1911, cuando tras el fracaso de una huelga general en la zona minera, el socialismo vizcaíno adoptó una línea más moderada y pragmática, evitando los duros enfrentamientos que venía manteniendo con la patronal. En los años siguientes, y al compás del avance de la industrialización, las agrupaciones obreras socialistas fueron ampliando su número y filiación, sobre todo en Vizcaya, pero también, más lentamente, en el resto de las provincias vascas. Momento decisivo fue el propiciado por las especiales condiciones económicas y sociales creadas por la I Guerra Mundial. La neutralidad española en la guerra supuso un auge sin precedentes para la economía vasca y particularmente para la industria que experimentó un fuerte crecimiento. Los grandes beneficios de las empresas contrastaron con una fuerte inflación de los precios de consumo y un empeoramiento de las condiciones de vida de los obreros (ausencia de viviendas por el crecimiento demográfico con la llegada de nuevas remesas de emigrantes, problemas de subsistencias, carestía...). Todo esto, unido a la crisis política, acentuada a partir de 1917, propició un crecimiento desconocido hasta entonces en las organizaciones obreras. El número de afiliados ugetistas se multiplicó pasando, en Vizcaya, de 2.064 en 1909 a 21.481 en 1921, con un crecimiento espectacular de la conflictividad laboral (entre las huelgas más significativas cabe destacar la general de agosto de 1917 o la de los metalúrgicos -el sindicato más poderoso- en 1920). En Guipúzcoa, por las mismas fechas, se pasó de 150 a 4.053 asociados y, por primera vez, la conflictividad se hizo protagonista, viviendo la provincia sus primeras huelgas generales (diciembre de 1916, agosto de 1917 y mayo de 1920). El movimiento obrero se afianzó también en Guipúzcoa, aunque manteniendo unas características muy distintas al vizcaíno, por la dispersión de su industria y la menor fracturación social. En el resto de las provincias el avance fue menor, aunque también creció el número de militantes; en Alava pasó de 54 en 1909 a 325 en 1921 y en Navarra de 162 a 1.124. Fruto de ese aumento de la conflictividad laboral -paralelo en toda España- y del peso del movimiento obrero, fue la consecución de una serie de mejoras, tanto en salarios como en condiciones de trabajo (entre las que destaca la rebaja de la jornada laboral a ocho horas, decretada en 1919), así como mayores cuotas de libertad sindical y de protección estatal a la población laboral, con mejoras en los seguros, retiros, trabajo de las mujeres, etc. Ese crecimiento de la «cuestión social» propició también el fortalecimiento o la aparición de otros movimientos sindicales no socialistas.

Félix LUENGO TEIXIDOR