Kontzeptua

Langile-Mugimendua (19902ko bertsioa)

El Socialismo. Y es precisamente esa tendencia socialista la que alcanzó una mayor difusión en Euskal Herria en los años siguientes. Aunque el proceso de industrialización se había iniciado ya en 1841, con la aparición de las primeras industrias modernas en Vizcaya y Guipúzcoa, no fue hasta los años finales de la década de los 70 cuando en Vizcaya -en torno a la cuenca minera del Nervión- se inició un rápido crecimiento industrial que, en poco tiempo, transformó toda la estructura social y urbana de la zona. La llegada de numerosa mano de obra inmigrante a trabajar en las minas de hierro, asentada en barrios obreros aislados y en pésimas condiciones higiénicas y laborales -que contrastaban, además, con la aparición de zonas de lujo, fruto de los grandes beneficios y el desarrollo económico generado por la propia industrialización-, facilitó el proceso de toma de conciencia por parte de esos obreros. Por eso, siguiendo las pautas ya señaladas en el nacimiento del movimiento obrero, pronto las incipientes organizaciones nacidas en los años anteriores, con carácter puramente mutualista o recreativo (salvo las ya mencionadas adscripciones a la I Internacional, de carácter aislado y testimonial) que son el origen del asociacionismo obrero, dieron paso a las primeras asociaciones de «resistencia», que tenían como fin la defensa de los intereses específicos de la clase obrera. La llegada a Bilbao de un socialista toledano, Facundo Perezagua, en 1885, tuvo una gran importancia para la difusión del socialismo en la zona minera vizcaína. Perezagua, uno de los primeros afiliados al Partido Socialista, logró crear, en pocos meses, un pequeño grupo de adeptos que de forma incipiente consiguió -ayudado por las pésimas condiciones de vida y trabajo y el carácter caótico y desordenado del crecimiento demográfico de la zona, que provocó una fuerte fractura social- formar los primeros núcleos de obreros socialistas. La «cuestión social», término usado en la época para referirse a todo lo relacionado con el movimiento obrero, pronto se convirtió en protagonista de la vida histórica de la provincia, pese a las fuertes represalias de la patronal (despidos de cabecillas, listas negras, etc.) que desde el primer momento intentó impedir la difusión de las organizaciones socialistas entre los obreros, para lo que se asoció también en defensa de sus propios intereses, dando paso a las organizaciones patronales. La fecha de 1890 va a resultar clave, al convocarse, en mayo de ese año, el primer gran conflicto laboral en Vizcaya. La chispa que hizo estallar la protesta fue la expulsión de la mina «Orconera» de cinco obreros que habían participado activamente en la manifestación convocada por los socialistas para conmemorar el 1.° de mayo (día internacional del trabajo, celebrado ese año por primera vez. Véase MAYO. (FIESTA DEL 1 DE MAYO). El movimiento de protesta contra los despidos se extendió rápidamente por toda la cuenca minera y la zona industrial del Gran Bilbao, hasta paralizar a cerca de 30.000 obreros que reclamaron, además, una disminución de la jornada de trabajo (de más de 10 horas), y la supresión del sistema de barracones, en los que se veían obligados a vivir. La huelga, que provocó diversos enfrentamientos con la fuerza pública y una fuerte conmoción en la vida social de la capital vizcaína, se prolongó durante una semana y finalizó con la intervención conciliadora del ejército, al mando del general Loma, que, mediante un bando, concedió a los obreros algunas de sus peticiones. El éxito de la huelga dio gran fuerza y prestigio a los socialistas entre los obreros, lo que les permitió ampliar su número de sociedades y afiliados. Las malas condiciones de vida y trabajo, la dura oposición de las agrupaciones patronales y el aislamiento de los barrios obreros, etc., facilitaron la toma de conciencia de la clase obrera vizcaína que, en los años siguientes, protagonizó una creciente conflictividad laboral, caracterizada por su extremismo y violencia. Vizcaya se convirtió, en esos años, en uno de los núcleos socialistas más importantes de la península. Sin embargo, la sindicación fue relativamente baja y la estructura orgánica de los sindicatos -formados en base a sociedades de oficios y federaciones locales- débil, con escasa conexión entre ellas y con la Central Sindical, la UGT (los primeros conflictos fueron promovidos por agrupaciones socialistas, de carácter político, no existiendo una sociedad minera hasta 1904 y que sólo llegó a contar con unos 1.500 afiliados). Eso no impidió una creciente conflictividad, con oscilaciones bruscas de acuerdo con las coyunturas económicas, y una constante pujanza de las organizaciones obreras socialistas, cuya influencia a la hora de las reivindicaciones iba mucho más allá de sus cifras de afiliación, como lo prueba la amplia participación en los conflictos que se sucedieron en esos años (especialmente las huelgas de 1903 y 1910). Entre 1890 y 1910 Vizcaya vivió más de 50 conflictos laborales. Para entonces también Guipúzcoa había iniciado su proceso de industrialización y contaba con un relativo elevado número de obreros. Sin embargo, las características que adoptó su industrialización fueron muy diferentes a las de Vizcaya, al ser un proceso mucho más lento y disperso, que no produjo grandes concentraciones urbanas ni obreras, lo que evitó la existencia de una fractura social brusca. La inmigración fue menor y su asentamiento en la geografía guipuzcoana más disperso y, en general, sus condiciones de vida y de trabajo menos duras. En esas condiciones, el proceso de toma de conciencia fue más lento y la aparición de la conflictividad obrera más tardía, pudiéndose decir que hasta mediados de la década de 1910, apenas se produjeron huelgas en la provincia. Las organizaciones obreras creadas desde los años finales del s. XIX (la fecha de inicio de la industrialización hay que situarla en 1841), mantuvieron el carácter mutualista, de recreo o de socorro característico de las primeras fases del movimiento obrero, y sólo en los núcleos más importantes -San Sebastián, Eibar, Tolosa e Irún- se constituyeron agrupaciones socialistas aisladas, que tuvieron una vida lánguida, sin apenas incidencia en la vida pública (las primeras en crearse, las de San Sebastián y Tolosa se abrieron en 1891, para desaparecer a los pocos meses y no reaparecer hasta los años finales del siglo. El primer centro obrero donostiarra se abrió en 1899). Una importante excepción fue la de Eibar, donde a raíz de una huelga convocada y ganada por los socialistas en 1897, éstos lograron una rápida y masiva afiliación. Las especiales características de la industria eibarresa -pequeños talleres de armas, con escasa mano de obra, casi artesanal y trato muy directo entre patronos y asalariados- dieron un carácter muy específico a los socialistas eibarreses, vascoparlantes (como la mayoría de la población obrera de la villa) y mucho más moderados en sus planteamientos que sus vecinos bilbaínos. Esto, la pronta popularidad de sus líderes -alguno de ellos procedente de Vizcaya, como T. Meabe o J. Madinabeitia- y el éxito de sus negociaciones con la patronal, sin necesidad de recurrir apenas a conflictos, dio gran prestigio a la agrupación socialista, convirtiéndose Eibar en uno de los principales núcleos del socialismo en España. En Alava y Navarra, la industrialización fue mucho más tardía y, para estas fechas, sólo en las capitales provinciales y en algunos núcleos aislados puede hablarse de una población obrera de cierto relieve. El avance fue, por ello, más lento, y, hasta 1910 sólo encontramos pequeñas agrupaciones obreras, con escasa actividad y militancia. En Vitoria la primera sociedad obrera, de oficios varios, se formó en 1897, y la primera huelga de la que tenemos noticia data de 1900. Por las mismas fechas debió iniciarse la actividad de los socialistas de Pamplona donde, en 1904, inició su actividad una sociedad de resistencia (la primera agrupación socialista data de 1892, aunque desapareció a los pocos meses, reabriéndose en 1903). En ambos casos la presencia pública de estas agrupaciones fue mínima y la vida social apenas sufrió alteraciones.

Félix LUENGO TEIXIDOR