Udalak

FITERO

La expulsión de los monjes. La primera ley exclaustradora de los monjes de Fitero la firmó José I el 18 de octubre de 1809 pero aún tuvieron que esperar casi treinta años los fiteranos para librarse del poder abadengo. En 1812 Fitero, Cintruénigo y Viana habían sido adjudicadas a la provincia de la Rioja cosa que quedó sin aplicación merced a la restauración fernandina. Con ésta volvieron también los frailes al monasterio para tener que salir en 1821 al restablecerse el orden constitucional. Apenas duró dos años esta vez su exilio ya que la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis les devolvía a su anterior estado; desposeyendo a D. José Arejula que había comprado los baños al Estado. Al morir Fernando VII, el abad de Fitero se opuso a que Isabel II fuera jurada como reina por la Diputación navarra. El abad apostaba por los carlistas ya que el liberalismo no le auguraba nada bueno. En plena guerra el monasterio fue incautado por el Estado, a raíz de la publicación del decreto del conde Toreno de 3 de setiembre de 1835. El inventario tardó más de un mes en hacerse devolviéndose los baños a Arejula. Goñi Gaztambide lo glosa de esta manera: "El hecho de que les costara más de un mes redactar el inventario prueba la meticulosidad con que fue compuesto y la abundancia de bienes que poseía el cenobio. Entre ellos destacaba la casa de los baños termales que son de los mejores que tiene la Península asi por la virtud especial de sus aguas como por la comodidad de los enfermos". Estaban arrendados por 24.000 reales anuales. Un molino harinero, dejado en alquiler por 9.600 reales de vellón. Un trujal administrado por el monasterio. Dos hornos públicos de cocer pan, que rentaban en liquido 7.596 reales. Una nevera administrada por el cenobio. Trescientas noventa y dos robadas de tierra (piezas de siembra, tierras de regadío, viñas, olivares y huertas). Una era administrada por el monasterio y otra dada en arriendo por un robo de trigo. Un soto de noventa robadas poblado de árboles. Siete corrales cubiertos de acubilar ganado menudo. El monasterio gozaba de las hierbas de sus dehesas Valdeza, Valdeouarro y Ulagoso y de dos corralizas junto a las dehesas. Gozaba asimismo de las hierbas del regadío y de las hierbas comunes; aquí el monasterio podía tener hasta dos mil cabezas. Percibía el quinto de hierba de los términos y olivares de la acequia de los Cascajos. En Alfaro poseía cuarenta yugadas de tierra lieca. En Yerga era dueño del monasterio antiguo derruido, conocido por el nombre de la basílica de nuestra Señora de Yerga, más cinco yugadas de tierra en dicha basílica y dos piezas pequeñas arrendadas por diez robos de trigo año vez. En Olmacedo la ermita o basílica de la Virgen de Olmacedo con unas tierras contiguas que pagaban de renta dieciséis robos de trigo, que se invertían en la conservación de la misma basílica. En Tudela treinta y nueve robadas de tierra (regadío, siembra y viña). Como dueño directo, el monasterio tenía el derecho de castellaje y cobraba dos reses de cada rebaño que pasaba de Navarra a Castilla y viceversa. Percibía el cuarto de todos los carnereamientos que se hacían en los montes comunes. Tenía el derecho de la alcabala forana, pero la cedió a la villa en 1603 por dos ducados anuales, reservándose el monasterio la alcabala forana que pagaban los forasteros que vendían heredades del regadío. Sin licencia suya no se podía edificar casa, granja ni oficina alguna en todo el territorio solariego, y de las ya edificadas o que se edificasen con su licencia, como también de todas las heredades y tierras de dicho término, cobraba anualmente un canon o censo menudo en señal de reconocimiento del dominio directo, que importaba anualmente 531 reales de plata, y la décima parte de su valor siempre que las casas o heredades se vendían o trocaban. Los vendedores tenían obligación de pedir licencia al monasterio antes de otorgar la escritura a fin de que, si el monasterio la quería para sí, la tomase por la décima parte menos por razón del luismo. Si no se solicitaba dicha licencia, el monasterio podía comisarlas. El monasterio tenia derecho en las heredades de quince términos, integrados por olivares, al percibo del quinto de los frutos con inclusión del diezmo y primicia como párroco. El abad, a título de párroco único de la villa de Fitero, cobraba íntegramente los diezmos de todos sus términos, asi como las primicias, corriendo a su cargo atender a los gastos de la iglesia y de su culto. En concepto de censos perpetuos a renta de trigo sobre tierras blancas de regadío pagaban los vecinos 1.092 robos de trigo anuales; pero adeudaban por rentas retrasadas 5.707 robos de trigo. Los censos a dinero redimibles ascendían a 77.095 reales de plata de a l6 cuartos y 5 mrs. de capital al 5 %, pero debían al monasterio de réditos vencidos 27.521 reales. Los diezmos de frutas y hortalizas de los huertos cerrados importaban cada año 161 reales. En varios pueblos de Castilla el monasterio percibía 72 reales de vellón por censos menudos anuales a dinero, y 12 medidas de trigo por un censo perpetuo; pero hacia muchos años que no se cobraban estos censos por haberse extraviado las escrituras. La villa de Cintruénigo le pagaba todos los años 50 ducados de plata por la cesión del agua de la acequia en los días primeros de cada mes para riego. El monasterio tenia impuestos en la caja de amortización 219.151 reales al 3 % y 6.780 reales de redenciones de censos libres. El archivo estaba bien organizado, dividido en siete clases o apartados. Aunque su descripción es sumaria, puede concluirse que desde el siglo XVI no se han perdido documentos importantes, aunque se hallan dispersos. La biblioteca era rica, la más rica tal vez de los monasterios navarros. Comprendía 43 estantes con seis anaqueles cada uno. Desgraciadamente el inventario es muy deficiente. Muchas veces no indica el nombre del autor, otras omite el título del libro o ambos se trascriben disparatadamente. Las obras manuscritas no se mencionan. [Cf. el inventario de la biblioteca hecho en 1821 con motivo de la segunda supresión del monasterio (Arch. Gen. Nav., Neg. ecles., carp. 77).] Según Abella, la librería se componía de 7 a 8.000 volúmenes y entre ellos había "muchos breviarios, misales, rituales manuscritos en pergamino, que son los primitivos de la orden del Císter, y algunos de historia del reino de Navarra. Uno de ellos, un Misal, adornado con profusión de letras historiadas, se conserva en la Cámara de Comptos de Pamplona. "No es un misal plenario, sino un Sacramentario cisterciense del monasterio de Fitero: en el Canon, la miniatura representa la Flagelación, rematándose la columna con una pequeña cruz; está escrito antes de la canonización de San Edmundo de Cantorbery, a principios del siglo XIII". [J. JANINI, Hacia el inventario de manuscritos litúrgicas de Las bibliotecas de España, en "Hispania sacra" 14 (1961), 468.) En distintas dependencias del monasterio se hallaban colgados 36 cuadros de lienzo, representando el Ecce Homo, Santa Escolástica, San Pedro, Cristo en Cruz, el Nacimiento, la Adoración de los Reyes, San Raimundo, la Inmaculada, la Virgen con su Hijo durmiendo, Santa Teresa, Santa María Egipciaca, San Benito, el P. Corral, San Conrado, el P. Diego Velázquez, el V. Jerónimo Sofor, Alejandro III papa, San Francisco de Asís, la Virgen, Santa Lucía y San Pablo· La fábrica del monasterio -añade el inventario- es de gran capacidad y contiene, además de los claustros "suntuosos con sus medias naranjas en medio", todas las oficinas de cocina, horno, refectorio, azoteas, graneros, ciltería, caballerizas, casa de hospedería y "excelentes bodegas de mucha magnitud para toda la especie de caldos". "La iglesia aneja al mismo monasterio, una de las mayores de la Península... y comprende también una magnífica sacristía."Sus ornamentos eran muy abundantes. Entre sus objetos de plata figuraban el brazo de San Raimundo, la reliquia de San Andrés y otra de San Blas. Los censos redimibles que el depósito de funerarias tenia a su favor en los vecinos de la villa ascendían a 100.957 reales de plata al 5 % con obligación de numerosos aniversarios y misas. La fundación del Santo Cristo de la Guía, hecha por el último abad perpetuo fray Plácido de Corral, contaba con un capital de 11.119 reales que redituaban anualmente 553 reales de plata. La iglesia con sus ornamentos, vasos sagrados y pertenencias fue entregada a fray Martin Lapedriza, vicario de la única parroquia refundida en el monasterio, y a un delegado del Ayuntamiento de la villa. La nómina de los monjes que el 2l de diciembre de 1835 dieron su adiós al monasterio se componía de l4 sacerdotes, seis coristas y un lego. La iglesia continuó prestando sus servicios como parroquia, con la única diferencia de que en adelante estuvo servida por sacerdotes seculares. Gracias a esto se conserva aún intacta. Comenzada a fines del siglo XII, fue construida a expensas de D. Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo. En un inventario del siglo XVII-XVIII se enumeran los siguientes relicarios de Fitero: Un cofrecillo de latón o de cobre sobredorado esmaltado con seis figuras: tres de serafines y otras tres de santos. Tiene dos piedras preciosas finas: una esmeralda y otra que parece topacio. Contiene de ligno crucis Domini y otras muchas reliquias, como una canilla de San Raimundo de Fitero. Una arquilla de marfil "que será de dos palmos de larga". Una arquilla de haya", "barreteada con marfil". Una arquilla pequeña cubierta de damasco. Una arquilla de marfil toda de una pieza labrada de relieve con un gran rótulo en árabe en la tapa. Una como cuna chiquita de oro y azófar y algunos granates y otras piedras que dio nuestro padre fray Marcos. Una arquilla de madera guarnecida de marfil, dentro de La cual hay otras dos arquillas chiquitas. Una arquilla de madera tumbada y pintada de unas pinturas muy viejas. Una arquilla de madera con la tapa ochavada que tiene a los dos lados pintadas tres Marías que van al sepulcro (Archivo General de Navarra, Fitero, o.° 404, ff· 156-159]. Tres de ellas se conservan todavía en la iglesia parroquial de Fitero.