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Periodismo y Medios de Comunicación en Euskal Herria (version de )

El primer tercio del siglo XX. La edad de oro del periodismo impreso. Avances técnicos y concentración empresarial. Efectuado ya el despegue del periodismo, entramos en una nueva fase periodística. Cabe hablar ahora de la auténtica etapa dorada de la prensa escrita de masas; con el cine y la radio en sus primeros balbuceos experimentales, y aún no llegada por tanto la época del periodismo audiovisual, los periódicos monopolizan por el momento el mundo de la comunicación y la información.

El espectacular despegue urbano de Bilbao, que ha dejado ya muy atrás a las otras capitales vascas, explica el extraordinario desarrollo del periodismo en la villa y su conexión con las grandes redes empresariales del periodismo español. Como vio Unamuno -en un artículo publicado en 1896 en La lucha de Clases-, el futuro de las empresas periodísticas pasaba inexorablemente por el factory system; la mayoría de los periodistas perdían a marchas forzadas su estatus de escritores y profesionales liberales, de clase media, para constituirse en redactores asalariados, proletarios de pluma, manguitos y cuello blanco. El aumento en la dimensión de las empresas va unido a un mayor entronque de los periódicos vascos con la prensa madrileña coetánea. Así se explica la creación de trusts y de cartels que, si bien difícilmente pueden compararse con las grandes cadenas de periódicos norteamericanas o europeas, alcanzan ya una influencia considerable. Esta concentración empresarial tiene un corolario: la reducción de la ingente cantidad de minifundios periodísticos de vida a menudo corta y lánguida, que caracteriza a las fases anteriores -responsable de esa larguísima proliferación de títulos poco relevantes en los catálogos de prensa-, a un corto número de grandes diarios que oligopolizan el mercado de lectores.

El 6 de julio de 1901 el mismo año en que varias empresas vizcaínas se fusionan para constituir la Papelera Española ve la luz en Bilbao El Liberal, fundado por Miguel Moya e impulsado por la empresa periodística madrileña del mismo título. Dirigido sucesivamente por Eladio Albéniz, Eduardo Rosón y Manuel Aranaz Castellanos, hasta 1916 siguió una línea monárquica y democrática, virando hacia el republicanismo al pasar la empresa a manos del plutócrata Horacio Echevarrieta. Desde 1923 su director fue Indalecio Prieto, quien lo adquirió en 1932, imprimiendo un sesgo más izquierdizante a su línea editorial. En 1906 El Liberal había jugado un papel destacado en la fundación de la Sociedad Editorial de España, «el Trust» por antonomasia.

Apenas tres meses más tarde y en parte como una «respuesta» al reto de El Liberal, nació La Gaceta del Norte, resultado de un acuerdo entre monárquicos, tradicionalistas y nacionalistas, y cuyo ideario conservador y fuertemente religioso -en un momento en que la Iglesia lanza su campaña propagandística para promocionar la «Buena Prensa»- estuvo muy influido por la acusada personalidad de José María de Urquijo e Ibarra. Contó en su redacción con plumas tan acreditadas como la de Aureliano López Becerra, «Desperdicios». La Gaceta del Norte impulsa la creación de la Editorial Católica, que en 1911 comienza a publicar El Debate (principal órgano de la derecha católica y de los intereses eclesiásticos).

Los mauristas vizcaínos, contando con la financiación de los Ybarra, dieron vida en Bilbao a El Pueblo Vasco (1910), homónimo de su hermano mayor guipuzcoano, dirigido por el periodista irunés Juan de la Cruz Elizondo y que contó con la colaboración de algunos de los principales intelectuales de la tertulia político-literaria del café bilbaíno «Lyon d'Or» -Pedro Eguileor, Aranaz Castellanos, el doctor Areilza, Gregorio Balparda, Ramón de Basterra, José Félix de Lequerica, Pedro Mourlane Michelena, Rafael Sánchez Mazas, Joaquín de Zuazagoitia. En el aspecto literario las columnas de El Pueblo Vasco se enriquecieron asimismo con colaboradores de la talla de D'Ors, Maeztu, Salaverría, Pujol o «Azorin». (También el diario monárquico y elitista La Noche, dirigido por Mourlane Michelena, contó con un magnífico plantel de escritores).

En 1913 nació Euzkadi, dirigido por Engracio de Aranzadi («Kiskitza»), primer diario estable de clara orientación nacionalista (Aranzadi venía ya publicando colaboraciones de ese matiz político en el otro Pueblo Vasco, el donostiarra de Picavea). Euzkadi, entre cuyos redactores se cuentan Alfredo Echave, Manuel Aznar, José Gorostidi, José Larrea, Juan Bilbao, Pantaleón Ramírez de Olano y Evaristo Bustinza («Kirikiño»), lograría con el tiempo convertirse en uno de los periódicos bilbaínos de mayor tirada.

A lo largo del primer tercio de siglo se publican también en San Sebastián algunas revistas de cultura vasca como la RIEV, Euskal Erriaren Alde, o Euskal Esnalea.

En el ápice de su pujanza económica, nace en Bilbao una revista cultural que puede calificarse de extraordinaria en más de un sentido. Nos referimos a Hermes. Revista del País Vasco (1917-1922), dirigida por ese gran periodista que fue Jesús de Sarría, rara avis dentro del nacionalismo vasco que, como mostró Fusi, hizo compatible su ferviente vasquismo con el españolismo. La característica fundamental de Hermes -cuya súbita interrupción coincidió con el suicidio de su inspirador- es precisamente la pluralidad ideológica y altura intelectual de sus colaboradores. Ese matiz integrador y no exclusivista en su nómina de colaboradores encontramos firmas tan acreditadas como las de Ortega y Gasset, Unamuno, Baroja, Maeztu, Juan Ramón Jiménez, Basterra o Moreno Villa-, en una empresa cultural financiada por nacionalistas, ha marcado a esta revista con un especial sello de originalidad y de excelencia, acorde con el florecimiento intelectual y literario de la villa del Nervión.

Pero la apoteosis del periodismo bilbaíno no debe hacernos olvidar a las otras provincias. En 1903 surgía en Pamplona el Diario de Navarra, de orientación ecléctica, fundamentalmente liberal conservadora, fuerista y clerical -aunque no se trataba en modo alguno de un órgano de partido-, que acabaría por desbancar al Eco de las preferencias de una parte mayoritaria del público navarro. Desde 1913 fue el Diario el periódico de referencia en Navarra, situándose su tirada siempre muy por encima de la de sus colegas locales.

En estos comienzos de siglo, la incorporación de la linotipia y de los sistemas de impresión cilíndrica (la Marinoni y, sobre todo, la rotativa, la primera de las cuales fue instalada en los talleres de El Noticiero Bilbaíno, en 1896; las siguientes, a principios del siglo, fueron las de La Gaceta del Norte, El Liberal y La Voz de Guipúzcoa -1920) suponen un avance colosal en la industrialización del periodismo.

Otro periódico importante del Bilbao de la época es el vespertino El Nervión, de orientación monárquica y dirigido por Sabino Goicoechea, autor, bajo el seudónimo de «Argos», de los famosos Pasavolantes.

El periodismo gráfico tiene en el magnífico semanario donostiarra ilustrado Novedades y en La Gaceta del Norte -con la incorporación del fotograbado, en 1909- a dos de sus publicaciones pioneras, si bien es con la guerra europea cuando la prensa comenzará de manera cada vez más habitual -llegará a ser algo cotidiano-, a publicar fotografías de calidad estimable.

También hay un lugar para el periodismo deportivo, como lo prueba el éxito del diario Excelsior, que vio la luz al comienzo de la Dictadura de Primo de Rivera de la mano del nacionalista Javier Gortázar.

El sindicato nacionalista Solidaridad de Obreros Vascos tuvo en Euzko Langille/El Obrero Vasco su órgano de expresión, mientras que el semanario La Bandera Roja (1921-1922) fue el portavoz efímero de los comunistas bilbaínos, dirigidos por Oscar Pérez Solís, que dirigió también Las Noticias, bajo la secreta protección financiera del Euzkadi-Buru-Batzar.

Si hubiera que sintetizar en cifras el enorme salto experimentado por la prensa vasca -especialmente por la vizcaína- en sólo dos décadas, diríamos que mientras en 1892 los 30.000 ejemplares de tirada total de los periódicos de Bilbao apenas significaban un 2 % del total de ejemplares impresos diariamente en España, en 1920, con el 8 % del gasto nacional del timbre de periódicos, Bilbao ocupa ya la indiscutible tercera plaza -detrás de Barcelona y de Madrid- entre las ciudades de mayor irradiación periodística. (Este proceso de crecimiento acelerado se explica mejor si se recuerda que entre una y otra fecha median hechos tan importantes como el boom de los negocios asociado a la neutralidad española en la Gran Guerra, que tuvo consecuencias especialmente relevantes en el caso bilbaíno).

En vísperas de la II República, el veterano Noticiero Bilbaíno -cuya posición política seguía siendo ecléctica- se contaba aún entre los periódicos bilbaínos de mayor tirada, rondando los 35.000 ejemplares de tirada (esa cifra era ligeramente sobrepasada por Euzkadi, quedando muy cerca El Liberal. A mayor distancia les seguían El Nervión, La Gaceta del Norte, El Pueblo Vasco y La Tarde -el diario vespertino de Saturnino Lafarga, que en 1927 giró hacia el nacionalismo, al cambiar de empresa editora y hacerse cargo de la dirección Eusebio Zuloaga.

Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN