Lexique

OLIMPIADA

Los Angeles 1984. Esta vez el boicoteo, como era de esperar, vino del bloque del Este, en correspondencia a lo sucedido cuatro años antes. Los soviéticos y los países de su órbita política organizaron, además, unas competiciones alternativas, bajo el título genérico de Juegos de la Amistad, en la que se dieron un buen número de marcas mejores que las que sirvieron en Los Angeles para subir al podio. O sea, que en este caso el boicoteo fue activo y ejemplificador. Y esa toma de postura de las grandes potencias deportivas socialistas benefició la consumación de lo que, en cualquier caso, debe considerarse como la mejor actuación olímpica vasca desde las hazañas futbolísticas de Amberes, 64 años antes. Dos medallas de plata fueron lo más reseñable de una espléndida cosecha general de resultados. Esas medallas retornaron colgadas en el pecho del remero Luis Mari Lasurtegui y del baloncestista Juan Manuel López Iturriaga, quienes, como acabamos de ver, ya habían estado a punto de subir al podio en Moscú. López Iturriaga formaba parte del equipo de España de baloncesto, deporte en el que, sin duda, la ausencia de la Unión Soviética descartaba a un posible rival. Pero no hay que olvidar que para acceder a la final, los hombres de Díaz-Miguel hubieron de eliminar, entre otras, a la selección de Yugoslavia, siempre cualificada aspirante al título. Canadá, Uruguay, Francia, China y Australia, fueron otros jalones del camino hispano hacia la final. En ella caerían por un amplio, a la vez que esperado, 96-65 ante los anfitriones de Estados Unidos, que ya les habían vencido en el grupo de la fase previa por un similar 101-68. En dicha selección estaba también otro jugador de apellido vasco y origen vizcaíno, pero catalán a todos los efectos, desde el punto de vista deportivo: Nacho Solozábal. Si en el conjunto del Estado español, ésta fue la medalla más celebrada, pues no en balde el baloncesto es el principal deporte de equipo que se disputa en los Juegos, donde el fútbol no adquiere el relieve de un Mundial; en Euskadi, sin duda ninguna, el éxito de Luis Mari Lasurtegui fue acogido con muchísimo mayor júbilo. El remo, un deporte tan arraigado en el País Vasco, donde, sin embargo, costó mucho aceptar la modernidad del olímpico banco móvil, obtenía así el premio a una gran labor que se había venido desarrollando desde casi una década antes, pero que sólo había cristalizado en la consecución de campeonatos mundiales ligeros. Ya en Moscú, como hemos repetido, Lasurtegui se quedó en el umbral del podio, en el cuatro con. Dos años más tarde, en dos sin, el propio Lasurtegui, con su compañero de club José Ramón Oyarzábal -recordemos, séptimo de esta modalidad en 1980, junto a Korta-, volvió a alcanzar el cuarto lugar en el Mundial celebrado en la ciudad suiza de Lucerna ( 1982), aunque un año más tarde, en Duisburgo (Alemania Federal), cayeron hasta el sexto. Todo parecía indicar que serían los dos bogadores del Club Kostape, de Pasajes de San Juan, quienes afrontarían la prueba olímpica. Pero pocos meses antes de los Juegos, los técnicos detectaron que aquel bote no funcionaba. Patxi Sarasúa, responsable a la sazón, decidió con no demasiados días de antelación, sacrificar a José Ramón Oyarzábal y poner en su lugar a Fernando Climent, un remero sevillano, de condiciones físicas de ligero, pero de una extraordinaria calidad técnica. Anecdóticamente, señalemos que Climent también había llegado a bogar en la trainera de Orio. La medida fue tan precipitada que la primera competición para el recién creado tándem fue, precisamente, la primera eliminatoria de los Juegos Olímpicos. Y, sin embargo, llegaron a la final sin demasiados problemas. En ella, sus principales rivales «a priori» eran Noruega, que apenas un mes antes había batido en Lucerna incluso a dos de las grandes potencias ausentes: la URSS y la RDA, y Rumanía, que había superado a la pareja vasco-andaluza en las semifinales. Tampoco debían olvidar a Alemania Federal, que también les había ganado en la primera serie eliminatoria. En esas circunstancias, incluso el bronce parecía un resultado para haberlo aceptado de antemano. Sobre la preceptiva distancia de 2.000 metros, los rumanos salieron a romper la regata. Los noruegos trataron de soportar su fuerte ritmo. Lasurtegui y Climent eran terceros al cumplirse el primer cuarto. Pero los escandinavos fueron cediendo en su empuje, al ver que no podían soportar el ritmo de Rumanía -el único país del bloque soviético de Europa que no se sumó al boicoteo-. Mediada la regata, el sanjuandarra y el sevillano ya eran segundos. Y a falta de quinientos metros todo estaba ya visto para sentencia. La clasificación final fue: 1.° Rumanía (Yosub y Toma), 6'-45" 39/100. Medalla de oro. 2.° España (Lasurtegui y Climent), 6-48-47. Medalla de plata. 3.° Noruega (Grepperud y Loken), 6-51-81. Medalla de bronce. Los diplomas olímpicos fueron, por este orden, para Alemania Federal, Italia y Estados Unidos. José Ramón Oyarzábal, bogando en solitario en la modalidad de skiff, se clasificó en el undécimo lugar, después de alcanzar la pequeña finad, o final de consolación. Del resto de las actuaciones de deportistas vascos en estos Juegos, hay que destacar las sextas posiciones alcanzadas por el halterófilo navarro Dionisio Muñoz, en la categoría de 26 kilos, y el piragüista guipuzcoano Pedro Alegre, en la prueba de 1 .000 de la modalidad de K-1. Ambos obtuvieron el consabido diploma olímpico, que a partir de estos Juegos se hizo extensivo también a los puestos séptimo y octavo. Y de ello se benefició el nadador navarro Ricardo Aldabe, séptimo en la prueba de 200 metros espalda. Su compañero guipuzcoano Harri Garmendia llegó a tomar parte incluso en tres competiciones, en las que mantuvo discreta regularidad. Fue 15.° en 200 metros mariposa, 19.° en 200 m. estilos y 20.° en 100 mariposa. En balonmano, España se clasificó octava, de nuevo con Juanjo Uría y Nacho Novoa en sus filas. Otro halterófilo alavés Fernando Mariaca fue duodécimo en la categoría de 65,5 kilos, en tanto que Joaquín Valle quedó eliminado en la segunda ronda. Dentro de la pobre actuación ciclista, hay que señalar la participación y el abandono del navarro Miguel Indurain en la prueba de fondo en carretera, más que nada por el relieve que ha llegado a tener posteriormente en el mundo del ciclismo profesional. Y, por último, en atletismo, la representación no pudo ser más desdichada. Un solo atleta, el donostiarra Juan José Prado, fue seleccionado para la prueba de relevos 4 x 400 metros. Como se estimaba que la primera ronda era fácil de superar, se reservó a Prado para las semifinales, previstas para la tarde del mismo día. Con tan mala fortuna que el cuarteto hizo una marca mucho peor de lo que cabía esperar. España quedó eliminada y así, Juan José Prado se convirtió en un involuntario espectador de lujo.