Lexique

OLIMPIADA

Amberes (1920). La historia, propiamente dicha, comienza en Amberes en 1920, en la reanudación de los Juegos tras la I Guerra Mundial. Y lo cierto, es que no se puede empezar mejor. Los Juegos belgas son los que han visto una actuación vasca más lucida. Fútbol, atletismo y tenis son los tres puntos de cita. De los futbolistas se conocen todos los detalles, pues la referencia es obligada cuando se habla de la historia de la selección de España, cuyo debut internacional se produjo precisamente entonces. El equipo logró el subcampeonato olímpico, al que no sería descabellado añadir el adjetivo de mundial, ya que hasta 1930 no hubo competición de tal carácter y la olimpiada era el campeonato internacional más importante. Trece vascos formaban una mayoría total en el seleccionado hispano.O lo que es lo mismo, tan sólo cinco no lo eran. El portero Ricardo Zamora, Samitier, Otero, Gil y Sancho. Hubo partidos en que hasta nueve de los once titulares pertenecían a Athletic de Bilbao, Real Sociedad, Real Unión y Arenas de Guecho. Hasta las anécdotas más notables tienen protagonista euskaldún. Así, el defensa lateral realista Mariano Arrate fue el primer capitán de la selección española. El irunés Patricio Arabolaza marcó el primer gol que supuso el triunfo ante Dinamarca. Félix Sesúmaga, autor de cuatro tantos, se convirtió en el máximo goleador del equipo. Y José Mari Belauste metió un gol a Suecia, que a la larga iba a suponer esa medalla de plata. Por cierto, sobre este gol circula una versión tan archiconocida como inverosímil. Dícese que el medio centro del Athletic le pidió el balón a su compañero Sabino Bilbao, al sacar éste una falta, gritándole: «A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo». El caso es que, poco antes de su llorado fallecimiento, José María Ferrer, uno de los hombres que más ha trabajado por historiar el deporte éuskaro y en especial el fútbol, nos aseguró haber mantenido una conversación con un testigo directo de aquel hecho, quien simplificaba bastante la redicha frasecita: «En realidad, Belauste dijo algo tan sencillo y tan vasco, a la vez como: Aurrerá, Sabino, aurrerá!». Pero el manido «a mí el pelotón» supuso algo así como la fe de bautismo de otro tópico, la celebérrima furia española, concepto que trata de aglutinar en un todo homogéneo estilos tan dispares como los que se veían entonces en los diferentes rincones del Estado español. Con semejante mayoría de jugadores vascos, no es gratuito chovinismo, sino lógica deducción, que aquel conjunto debía desarrollar un estilo de juego coincidente con el que se practicaba en el País Vasco. Y prueba de ello es que todavía hoy el trofeo que anualmente se concede al que encarne las cualidades de esa furia lleve el nombre de Patricio Arabaolaza, del Real Unión. De los once goles marcados por España, nueve fueron logrados por jugadores euskaldunes: Sesúmaga (4), Patricio, Arrate, Belauste, Acedo y Pichichi. Los resultados de este equipo fueron: 1-0 a Dinamarca; 1-3 frente a Bélgica, en la única derrota, 2-0 a Italia; 2-1 a Suecia y 3-1 a Holanda. En el encuentro frente a los italianos, Ricardo Zamora fue expulsado y su lugar lo tuvo que cubrir el extremo izquierdo de la Real, Silverio, al que aconsejaba desde detrás de la portería el propio Zamora. Por si fueran pocos los detalles que avalan con total seguridad el carácter mayoritariamente vasco de aquel gran equipo subcampeón, hasta los gritos de guerra previos a los partidos se referían a los larguísimos apellidos de dos futbolistas, uno del Athletic y otro del Arenas: ¡Pa-ga-za-ur-tun-dúa, Be-laus-te-gui-goitia, Irulá, Irulá! Los trece medallistas de plata, citados en el orden alfabético de sus apellidos, fueron: Domingo Acedo, Mariano Arrate (capitán), Juan Artola, José María Belausteguigoitia «Belauste», Ramón Eguiazabal, Francisco Pagazaurtundúa «Pagaza», Patricio Arabaolaza, Rafael Moreno «Pichichi», Sabino Bilbao, Félix Sesúmaga, Silverio Izaguirre, Pedro Vallana y Joaquín Vázquez. Pero no sólo en el equipo español hubo representación vasca, sino también en el de Francia, aunque su actuación fuera mucho menos relevante. René Petit, nacido en Dax (1899), de padres franceses, pero irunés de adopción desde su más tierna infancia, quien había comenzado a jugar ya a los 14 años en el Racing de Irún, fue convocado por la selección gala para los Juegos de Amberes. Desde el punto de vista deportivo, la anécdota no merecería más comentario si no fuera porque aquella participación tan efímera en todos sus aspectos, cerró las puertas de la selección hispana a quien llegó a ser considerado el mejor jugador de su época en este lado de la frontera, llegando a ser campeón de España con el Real Madrid y con el Real Unión. Dejamos ya atrás el capítulo futbolístico y nos encargamos de los cinco atletas presentes en Amberes: Félix Mendizábal, Juan Maguerza, Miguel García, Diego Ordóñez e Ignacio Izaguirre. La mejor actuación fue la de Mendizábal, que logró clasificarse para las semifinales de 100 metros lisos, tras quedar segundo en las dos primeras eliminatorias. Por el contrario, quedó apeado en la primera ronda de 200. Juan Muguerza, nombre cuya actualidad se renueva cada mes de enero, merced al cross que lleva su nombre en su pueblo natal de Elgóibar, fue sexto en las series de 5.000 metros y no pudo pasar a la final. El benjamín del equipo, Diego Ordóñez, presente también más tarde en París y Amsterdam, tenía tan sólo 16 años y participó en los 100 metros lisos. Fue tercero en las series, lo que supuso su temprana eliminación. Otro tanto le ocurrió en los 200. Asimismo, intervino en el relevo 4 x 100, junto a Félix Mendizábal. De nuevo, la tercera plaza en la inicial serie, frustró cualquier posibilidad de ir más allá. Miguel García se clasificó tercero en las series de 800 metros lisos y pasó a los cuartos de final, que fueron su tope. Algo parecido (e ocurrió en los 400 metros, en los que entró segundo en la fase preliminar, lo que le cerró la puerta de los cuartos de final. Por último, en lo referente a atletismo, Ignacio Izaguirre lanzó el peso a 11,23 metros, marca de escasa entidad, que no le permitió avanzar más. Cierra la participación en Amberes, el tenista donostiarra Manuel Alonso, que tuvo una brillantísima actuación. Se plantó nada menos que en las semifinales, en las que cayó ante Turbille, lo que le privó de la medalla de bronce que había merecido.