Concept

Historia económica de Euskal Herria

Nada más comenzar el siglo se inicia un periodo de guerras contra Inglaterra y posteriormente da comienzo la guerra napoleónica (1808-1814). Dentro de todos los vaivenes de los regímenes políticos, destaca, en tierras del sur de Euskal Herria, principalmente, la crisis del Antiguo Régimen y sus manifestaciones violentas como son las guerras carlistas.

El tránsito del Antiguo Régimen a una sociedad liberal-burguesa supone la quiebra y definitiva liquidación del feudalismo desarrollado y la implantación de un modelo de organización social inspirado en los principios del liberalismo.

Si a partir de 1789 se instala la dinámica de la Revolución Francesa liberal y republicana en los territorios de Iparralde, en el sur de Euskal Herria se va a producir la crisis del Antiguo Régimen a lo largo del siglo XIX.

El régimen liberal burgués se fundamenta en las siguientes bases teóricas, que conllevan evidentemente consecuencias prácticas: igualdad jurídica y eliminación de los privilegios feudales y fiscales; sistema político de índole liberal-constitucional; unidad político-institucional y económica de la monarquía traducida en la aplicación de principios centralizadores por parte de un estado de vocación uniformista, en la desaparición del régimen foral tradicional y en la integración del sur de Euskal Herria en la unidad del mercado español con la subsiguiente supresión de las barreras aduaneras entre el País Vasco-Castilla-Aragón y, finalmente, liberalización del régimen de propiedad y de las relaciones de producción agraria, que supone la abolición de los señoríos y de la propiedad feudal de la tierra, la eliminación de los derechos señoriales y del diezmo, la desamortización de la propiedad civil y eclesiástica y la libertad de precios y arrendamientos.

La crisis del Antiguo Régimen viene originada por razones internas y razones externas.

Las propias limitaciones internas del sistema tradicional jugaron un papel indiscutible en esta crisis. Durante la primera mitad del siglo XIX asistimos a una fase de disminución del producto bruto agrícola, especialmente notoria durante el reinado de Fernando VII.

La insuficiencia de la producción coincide con una onda depresiva de los precios, que llega hasta más allá de 1833. Hay así una disminución importante de la fuente de bienes y beneficios para las clases vascas que viven del campo: alcanza en primer lugar a los productores directos, y especialmente a los arrendatarios, quienes se las ven y se las desean para conseguir el dinero de la renta; toca asimismo a los pequeños "jauntxos" que cobran rentas, y venden sus propias cosechas así como lo que acumulan mediante la extracción; por el mismo mecanismo, llega hasta los propietarios mayores. La disminución de beneficios lleva a todos los propietarios a la reacción común de aumentar las rentas sobre los campesinos que de ellos dependen: la presión alcanza así límites intolerables. No olvidemos que los arrendatarios formaban más de la mitad de la población campesina.

La industria tradicional estaba también en mala situación. La construcción naval en madera corría una suerte paralela a la del decadente poder español. Pero donde la crisis era más grave y significativa era en la metalurgia. El hierro salido de las forjas vascas adolecía, en su precio, de la baja tecnología de éstas y del uso del carbón de madera, y resultaba mucho más caro que el producido en la Gran Bretaña y en Suecia.

Globalmente, la siderurgia tradicional languidece. Añadamos la grave situación del comercio internacional precapitalista. La Compañía de Caracas había desaparecido, y el conjunto del comercio con Europa, América y España estaba afectado por el arancel de 1789, mediante el cual las provincias vascas quedaban gravadas por las aduanas del interior, yendo los productos ultramarinos a buscar los puertos desde donde podrían entrar directamente hacia las otras tierras de la Corona.

Junto con los problemas internos, acontecimientos exteriores de primera magnitud vinieron a agravar la situación de crisis.

Los primeros fueron las guerras: la de la Convención y las napoleónicas primero, las revueltas de 1821 luego, y las carlistas después.

Cada una de ellas trajo un cúmulo de destrucciones y unas enormes deudas. En efecto, los ayuntamientos no solo debían reconstruir lo necesario, sino que encima tenían que hacer frente a los gastos exigidos por el mantenimiento de loas ejércitos y por los suministros a las partidas de guerrilleros. Esta situación de endeudamiento general es grave y conocida. Ante esta situación, la reacción de la gran mayoría de los ayuntamientos es la misma: vender terrenos del común para saldar las deudas. La posibilidad de esta venta suponía la existencia de unos compradores y de una mentalidad de inversión capitalista en las tierras: ambos existían y la ideología liberal los justificaba.

A las ventas originadas por las guerras hay que añadir las ligadas a la política de Desamortización de este siglo XIX.

Este cúmulo de contradicciones dieron lugar a las gueras carlistas.

Las guerras carlistas fueron las manifestaciones más cruentas de la crisis del Antiguo Régimen, en las que se enfrentaron dos modelos de organización social, el modelo tradicional y el liberal. Este enfrentamiento, por tanto, no es exclusivo del sur de Euskal Herria. En otros países y regiones del Estado español (Cataluña, Valencia, Galicia; Cantabria, Andalucía) también eclosionó el fenómeno carlista. Pero en Euskal Herria incluye rasgos específicos, sobre todo los derivados de la variable que presenta la cuestión foral.

Realmente, el alzamiento carlista fue fruto de la confluencia de varios movimientos sociales distintos, con motivaciones y objetivos propios en cada uno de ellos. Coincidió con una rebelión popular, fundamentalmente campesina, pero integró también a las clases bajas de la población urbana con el levantamiento de los pequeños notables rurales y el clero contra el régimen liberal que ponía en peligro las bases tradicionales de su poder. Todos ellos se aliaron con los conspiradores absolutistas que pretendían la elevación de Don Carlos al trono español. Los dirigentes aprovecharon los fueros como banderín de enganche y para la masa popular albergaban la garantía de sus derechos y economía tradicional.

El beneficio o la expectativa que podía extraerse del nuevo Régimen liberal era el aglutinante que unía los diferentes sectores adscritos al bando liberal.

Las clases populares vascas, gravemente lesionadas por las expectativas y reformas del proyecto liberal burgués, independientemente de su sintonía con la foralidad, harán causa común con el carlismo, movimiento en el que convergieron sectores sociales, con objetivos e intereses heterogéneos, pero unidos por su condición de perjudicados a causa de la implantación del régimen liberal.

La segunda guerra carlista (1872-1876) culmina la última etapa foral, que afectó a todos los ámbitos de la vida vasca, incluido el modelo de organización político-administrativa, con la abolición de los fueros. La guerra, además, sirvió de gozne entre los primigenios conatos industrializadotes y la primera revolución industrial.

Las consecuencias inmediatas de la derrota fueron nítidas. En primer lugar, el liberalismo burgués vasco, consiguió sus objetivos económicos, incluida la bonificación posterior de los Conciertos económicos. En segundo lugar, el Estado español se consolidaría momentáneamente como una estructura política de carácter uniformista y centralizador. Finalmente, como castigo al respaldo social mayoritario del pueblo vasco al proyecto carlista, el régimen liberal lo castigó con la perdida de su sistema institucional privativo mediante la ley abolitoria de los fueros promulgada el 21 de julio de 1876.

Solo una pequeña parte de la tradición foral se mantuvo, aunque modificada, bajo la forma de "Conciertos Económicos" con el Estado. Cobraron así nueva importancia las Diputaciones Provinciales. Establecían las relaciones en el orden tributario y de financiación de servicios, tenían algunas competencia (carreteras, policía...) y fueron especialmente útiles a las clases dominantes emergentes.

La población del sur de Euskal Herria aumentó en 371.000 personas en un siglo (entre 1797 y 1897), pasando de 505.178 habitantes a 876.735 originándose los mayores crecimientos de población en Bizkaia y Gipuzkoa, seguido de Navarra y Álava. Sobresale el crecimiento de Bizkaia y Gipuzkoa a partir de 1877 debido a la industrialización. En cambio es notable el retroceso y estancamiento de población de Álava y Navarra dado que son territorios donde apenas se produce el proceso de industrialización y sigue predominando la agricultura lo que dio lugar a la emigración de ciertos contingentes particularmente en Navarra.

Respecto a Iparralde la evolución de la población fue la siguiente: en 1801 había 126.493 habitantes y en 1901, 173.351.

Hay un crecimiento en los primeros años pero desde mediados del siglo en adelante, debido a crisis agrícolas y a otros factores disminuyó la población y se produjo un contingente de emigrantes importante, especialmente hacia América del sur. Se calcula que entre 1832 y 1891 hubo un total de 79.262 emigrantes.

En Iparralde, el interior va perdiendo lentamente población y en cambio va aumentando en la costa.

Con respecto al nivel cultural de la población vasca del sur de Euskal Herria, en 1860, la tasa de analfabetismo era del 63 %.

Sector agropesquero

En cuanto a la distribución de actividades, en 1860, el 60 % de la población del sur de Euskal Herria se dedicaba al sector agropesquero y en aquel año Gipuzkoa era el territorio más industrializado por delante de Bizkaia.

En este siglo, la incorporación de nuevas tierras a la producción se tradujo en un aumento de la producción agrícola. En Bizkaia, entre 1775 y 1860, aumentó cerca del 34 %. Se consolidó la estrategia del policultivo extendiéndose los cultivos hortícolas y plantas forrajeras. La producción de maíz y trigo sigue siendo predominante durante la primera mitad del siglo XIX en las explotaciones agrícolas del área de la montaña. La producción de maíz fue el doble de la producción de trigo para Bizkaia y Gipuzkoa en 1857.

La producción triguera descendió sobre todo desde que el ferrocarril acercó el cereal meseteño a precios competitivos a los mercados vascos, mientras que el maíz se convirtió en cereal por excelencia de la franja holohúmeda. En esta zona la diversificación de cultivos, la expansión de la patata y la horticultura, el incremento de la productividad, la rotación en el uso de la tierra con alternancia del maíz, nabo y plantas forrajeras, la extensión de arboles frutales y la repoblación forestal cambiaron la fisonomía agraria de Bizkaia y Guipuzkoa.

La renovación técnica en la agricultura era muy lenta. En 1860 empezó la sustitución de los arados romanos por los de vertedera que se fabricaban en Vitoria. Hay que tener en cuenta que el campesinado de la zona media de Euskal Herria estaba compuesto por pequeños propietarios y arrendatarios y estos no disponían del capital ni de las entidades financieras que les facilitaran la adquisición de maquinaria. Por tanto el aumento de la producción dependía de la extensión de las tierras roturadas.

Por su parte los viñedos conocieron un retroceso en la primera parte del siglo XIX. A partir de los años 60, ante la profunda crisis en que se hallaba el sector abatido por las plagas, se impulsó una política de innovación. Entre 1875-1885 se plantaron 1688 hectáreas nuevas de viñedo en el entorno de Laguardia.

En Navarra las tierras de regadío alcanzaron la cifra de 1885 hectáreas. En la Ribera navarra desde mediados del siglo XIX aumentó la producción para las industrias agroalimentarias dedicadas a la conserva de productos hortícolas. Y al igual que en Álava la producción de patata alcanzó una elevada rentabilidad.

En Iparralde, en las zonas de altas montañas (Basaburua - Baigorri) solamente el 5 % de las tierras eran agrícolas. En las áreas de las colinas la superficie agrícola abarcaba al 15 % de las tierras. En esta área se produjo un proceso creciente de concentración de la propiedad. Por otra parte el primogénito se obligaba a un endeudamiento para pagar su parte al resto de la parentela. Muchos perdieron la propiedad y el descenso de los precios agrícolas contribuyó a su empobrecimiento y a la pérdida de su condición de agricultor. Además desde 1827 a 1832 hizo estragos la crisis agrícola y en años posteriores hubo también la "enfermedad de la patata". Todo ello agudizó la crisis agrícola y aumentó la miseria.

Este segmento de la población optó por el abandono del campo y la emigración a tierras americanas.

La burguesía comercial de las villas de la costa adquirió tierras y en consecuencia obtuvo el control de la comunidad rural. La burguesía vinculada a la explotación de la tierra es la que apareció como la élite "natural" de la nueva sociedad. Ésta burguesía fomentará la idealización del campo e interpretará el capitalismo industrial en tanto que agente disolvente de la sociedad tradicional agraria.

La ganadería estuvo subordinada a la agricultura en la mayor parte de Euskal Herria. De todos modos las instituciones públicas y hacendados de Bizkaia, Gipuzkoa, norte de Navarra e Iparralde impulsaron una política de estabulación de ganado. La cabaña vacuna en el sur de Euskal Herria, en 1865, ascendía a 269.766 cabezas siendo Bizkaia (83.309) y Gipuzkoa (76.791) las que poseían mayor número, seguido de Navarra (70.125).

El ganado lanar sumaba 1.146.599 cabezas siendo Navarra (753.341) la que mayor volumen poseía seguido de Gipuzkoa (160.945). A diferencia de otras especies todavía se daba la trashumancia particularmente en Navarra.

En cuanto al sector pesquero en el primer tercio del siglo descendieron las capturas y también se redujo el número de embarcaciones. Desaparecen las cofradías, mejoran las vías de comunicación lo que facilita el acceso a los mercados urbanos y todo ello contribuye al aumento de la demanda y en consecuencia, de las capturas. En 1860 había en la mar 2402 hombres vascongados embarcados en 445 pesqueros y con una pesca valorada en 4,95 millones de reales.

A señalar que el jornal diario de un pescador era de 4 reales mientras que en el campo o en las minas se pagaba 5 reales.

El fenómeno de la desamortización de tierras tuvo mucha importancia en la redistribución de la propiedad de la tierra. Las desamortizaciones de Mendizabal y Madoz, entre 1836 y 1895 alcanzaron la suma de 216,2 millones de reales que correspondían a la venta de 14.659 fincas. Por tanto hubo un aumento de suelo cultivado estimado en un 64 %, aunque la producción no aumentó en igual proporción. Cereales, vino, aceite crecieron cerca de un 11 %.

Las ventajas de la redistribución de las nuevas tierras no condujo a un acceso a la propiedad por parte de arrendatarios o jornaleros, dado que su capacidad adquisitiva de comprar nuevas tierras quedó, en la gran mayoría de los casos, en manos de los hacendados ricos. Por tanto la desamortización favoreció la ampliación y concentración del patrimonio y de la renta en manos de la oligarquía rural, controladora del poder político, de especuladores y de los acreedores de los ayuntamientos.

Mineria e industria

Ya la Ley de Minas de 1859 aumentó las facilidades de explotación de las minas, así como las expectativas de una gran demanda masiva del mineral de hierro vizcaíno. En esto resultó decisivo el invento en 1855 del procedimiento Bessemer para la obtención de acero, ya que en Bizkaia había hierro no fosfórico, el tipo de mineral que tal técnica requería.

Otros dos cambios se produjeron en el periodo: la construcción del primer ferrocarril minero y la liberalización por las Juntas Generales, en 1863, de la exportación del mineral de hierro vizcaíno.

En estos años empresas siderúrgicas inglesas, francesas, belgas y alemanas fundan con el grupo económico familiar "Ybarra y Cia" dos compañías mineras para explotar las minas de propiedad o bajo control de dicho grupo familiar. A este tipo de sociedades también se unieron otras empresas extranjeras de carácter propiamente minero especulador y un reducido número de empresarios mineros vascos como los Chavarri, Durañona, Gandarias, Lezama-Legizamón, Sota y Aznar, y otros.

En 1876 se extrajeron ya 432.000 toneladas de mineral, 2.684.000 en 1880, 4.692.000 en 1887 y 6.500.000 en 1899. En total para el periodo 1861-1900 se alcanzó la cifra de 95 millones de Tm de mineral extraído.

Entre 1876 y 1900 el 90 % del mineral se exporta yendo a Inglaterra el 70 % de la exportación.

Los beneficios generados por el sector fueron muy elevados y contribuyeron a financiar una parte del desarrollo industrial de Bizkaia. Como ejemplo del margen de beneficios vemos que la Compañía minera de Setares, de Sota y Aznar, desde 1886 hasta 1907 distribuyó dividendos entre sus propietarios equivalentes a 55 veces el capital desembolsado.

El tonelaje de la marina mercante se va a desarrollar rápidamente. La matriculación de buques en Bilbao pasaría de 65.775 toneladas en 1882 a 305.000 toneladas en 1900. En este año, la matricula bilbaína equivalía al 53 % de la española. Miembros destacados de la burguesía minera los encontramos como empresarios navieros, como fueron los casos de Sota y Aznar, Gandarias y Durañona, Martínez de las Rivas, los Ybarra, etc..

En las primeras décadas de este siglo se produjo el declinar de las ferrerías. Es sintomático que el primer horno alto al carbón vegetal de Bizkaia se construyó, en 1807, en Basauri, y estuvo en activo hasta 1828.

En 1841 se fundó la metalúrgica Sociedad Santa Ana de Bolueta, con un primer alto horno de carbón vegetal y empezando a funcionar en 1848. En los años 70 contaba con tres hornos altos. Ya en 1850 la fábrica empleaba a 210 trabajadores.

En 1854, en Barakaldo, se construyó nuestra Señora del Carmen, impulsada por "Ybarra y Cia." que representaba el 60 % del capital. En 1866 trabajaban en la fábrica 420 obreros y 60 mujeres. Un obrero especialista ganaba entre 24 y 36 reales al día. Los no cualificados entre 9-12 reales, los niños entre 6-12 reales y las mujeres 5 reales. Para establecer una comparación un pan del día costaba un real.

Una renovación técnica similar se produjo en las antiguas ferrerías alavesas y guipuzcoanas. En 1865 la sociedad "Ybarra y cia" construyeron el primer alto horno de carbón de coque siendo su producción media anual de 16 mil Tm.. En 1880 iniciaba su andadura la fábrica, "San Francisco de Mudela"(Sestao), a iniciativa de Francisco de las Rivas; dos años después lo harían "La Vizcaya" (Sestao), liderada por los Chavarri, y la "Sociedad de Altos Hornos y Fabricas de Acero de Bilbao" (Barakaldo), vinculada a los Ybarra.

Con la entrada en funcionamiento de estas plantas Bizkaia pasaba a ejercer la primacía de la producción siderúrgica española.

La convergencia en el espacio, en la zona de la ria de Bilbao, y en el tiempo, década de los años 70 y 80, de capitales, mineral de hematites, tecnología adecuada y existencia de un mercado externo e interno para el hierro producido fueron los factores que impulsaron la construcción de la moderna siderurgia vasca, utilizando tecnología avanzada inglesa y belga.

El modelo de desarrollo industrial de Gipuzkoa fue muy diferente al vizcaíno, además de más lento y tardío. También de antiguo existía en la provincia la cultura del hierro. Pero la obsolescencia de la producción artesanal, unida a la escasez de veneros propios y de carbón de piedra, llevó al nuevo sector industrial por otros derroteros alejados de la metalurgia de base, decantándose por sectores de manufacturas metálicas, transformados y de artículos de consumo.

En el caso de Álava ésta carecía de los elementos básicos para el desarrollo de una moderna industria como eran materias primas abundantes, capitales destinados a la inversión, mercado amplio y de fácil acceso, fuerza motriz, mano de obra cualificada y una burguesía emprendedora.

En Navarra la situación de partida a mediados del siglo XIX era la de una economía tradicional, con un fuerte peso del sector agrícola y una industria de carácter artesanal. Mantenían aun su actividad 20 ferrerías, las cuales daban empleo a 400 trabajadores y se abastecían del mineral de hierro vizcaíno. Eran contados los casos en que comenzaban a introducirse innovaciones técnicas del orden de los altos hornos (como en Donamaria, Oroz-Betelu y Oronoz) junto con la fabrica de Orbaizeta.

Respecto a Iparralde, nuevas actividades iban surgiendo ligadas a la explotación de recursos naturales de la zona: molinos harineros (Ustaritz y San Juan de Luz ), queserías, pequeñas fábricas de lavados de lana y productoras de extracto cárnico (Osses, Baja Navarra), industrias extractivas (Baigorri, Bidache y Urt) y salinas (Briscous y Muguerre).A partir de 1880 con la llegada del ferrocarril se produjeron cambios, facilitándose las labores de aprovisionamiento de materias primas y de comercialización de su producción, así como la movilidad de la mano de obra. A sus beneficios se sumaria la existencia de un mercado exterior de compatriotas en Uruguay y Argentina que absorbería buena parte de su producción. En 1895 la producción de alpargatas daba trabajo a 511 personas.Las iniciativas industriales de carácter exógeno se asociaron a la gran industria del metal y a la fabricación de conservas de pescado.

En 1881 se montó una fábrica siderúrgica en la desembocadura del Adour funcionando con dos altos hornos. El carbón inglés y el hierro vizcaíno alimentaban a esta industria obteniendo producciones crecientes.

La industria conservera fue tardía en la costa vasca, favoreciendo su implantación en Iparralde las facilidades que existían para el aprovisionamiento de sardinas.

Servicios

Ya hemos señalado la importancia de los ferrocarriles, a lo que hay que añadir el desarrollo de las carreteras así como las obras relacionadas con el puerto de Bilbao.

En el caso de Iparralde la llegada del ferrocarril a Baiona en 1854 y a Hendaia en 1884 tuvo su repercusión en el desarrollo del turismo. A título de ejemplo, Biarritz pasó de 2.048 habitantes en 1851 a 18.200 en 1911.

Mayor importancia tuvo el desarrollo de la banca. Entre los bancos que se crean en el siglo XIX está el Banco de Bilbao, (1857) con un capital inicial de 2 millones de pesetas. Posteriormente nace el Banco San Sebastián en 1862 con 1 millón de pesetas de capital y en 1864 se funda el Banco de Vitoria también con un capital de 1 millón de pesetas. En el mismo año, 1864 se funda el Banco de Pamplona.

En paralelo a la evolución bancaria fueron apareciendo las Cajas de Ahorro. En 1850 nació la Caja de Ahorro de Vitoria y en 1872 la Caja de Ahorros de Pamplona.

En el siglo XIX los bancos vascos tienen un crecimiento constante muy ligado al desarrollo industrial, ya que proporcionaban los créditos necesarios a dicho desarrollo.

También hay que señalar que Bilbao se convertía en la plaza económica y financiera mas activa del Estado español siendo ya en 1901 el sistema bancario mas moderno y dinámico del Estado.

A lo largo del siglo XIX, y especialmente después de 1876 la burguesía vasca, y fundamentalmente la vizcaína, se consolida. No hay que olvidar que las tres bases de la acumulación primitiva como son el desarrollo del comercio, que venía de lejos, el desarrollo de la minería y de la siderurgia así como de la industria y por último la acumulación agraria, ligada en parte a la desamortización, constituye un proceso de conformación de la burguesía vasca.

Especialmente a partir de 1876 el bloque burgués vasco tiene como punto de mira el mercado español tanto desde una visión económica como política y cultural.

Frente a esta conformación de clase, los obreros mineros en su gran mayoría se van organizando y van mostrando una resistencia creciente ante su miserable condición de vida y su explotación permanente.

En un periodo de tiempo muy corto se instalaron como pudieron unos 13.000 obreros emigrantes en torno a la faja de terreno minero vizcaíno. Aplastados entre Bilbao y Somorrostro, en lugares sin ninguna capacidad urbana para recibirles. Sin ningún tipo de control o reglamentación, los escasos salarios se quedaban a pie de mina, en pago de la cama y el consumo. En 1887 frente a unos gastos mínimos anuales establecidos en 743 pesetas, el salario sólo alcanzaba 687 pesetas.

Sorprendentemente los precios pagados por el alquiler de estos lugares eran extraordinariamente altos. Podían llegar a suponer de un 20 % a un 25 % del salario normal de un minero, según los casos.

Entre 1886-1911 se registran en Bizkaia abundantes conflictos: unas 160 huelgas, de las cuales 5 fueron convocadas como generales, cuyo desarrollo no dependía de negociaciones reguladas, sino de la capacidad de resistir de los obreros y sus familias, de la intervención del gobierno muchas veces en forma militar o de las necesidades productivas de la patronal.