Concept

Historia económica de Euskal Herria

A final de siglo, el sur de Euskal herria contaba con cerca de 500.000 habitantes. En Álava se produjo el mayor crecimiento contando con más de 69.000 habitantes.

Gipuzkoa contó con 120.000 habitantes.
Navarra, con un crecimiento moderado, superó los 224.000 habitantes.
Bizkaia alcanzó la cifra de 115.84 en 1787.

A señalar que Gipuzkoa y Bizkaia eran las más densamente pobladas con 60.5 habitantes/km² y 52,3 habitantes/km² respectivamente.

En relación con Iparralde hay que señalar que existe un crecimiento de la población, al menos en la primera mitad del siglo, tanto por el desarrollo extensivo del cultivo del maíz que posibilitaba mejor la subsistencia de mayor numero de habitantes así como por el desarrollo del tráfico comercial, al modernizarse muchas rutas y aumentar el número de posadas y lugares de descanso intermedio.

Bizkaia y Gipuzkoa mantuvieron el crecimiento de las áreas cultivadas, siendo importante el crecimiento del maíz, que suponía el 60 % del valor de la producción agrícola, seguido del trigo con el 39 %.

En Álava, la producción de vino siguió creciendo durante el primer tercio del XVIII, hasta producirse un exceso de oferta. Por otra parte también creció la producción de cereal, de tal modo que en 1775 se produjo un excedente de producción del 10 %.

La renta agrícola "per capita" de Álava era 2,5 veces superior a la de Gipuzkoa y Bizkaia.

En este siglo los cuatro territorios del sur de Euskal Herria pusieron en explotación agrícola nuevas tierras a partir de la existencia de superficies no cultivadas. Si la presión demográfica aumentaba, se utilizaban las tierras comunales para dichos cultivos con los consiguientes conflictos.

El sector ganadero sufrió los embates de una expansión agrícola apoyada en nuevas superficies cultivadas, especialmente el ganado libre (trashumante, ovejas, cabras y yeguas) en cambio el ganado estabulado o próximo a los caseríos, útil para los trabajos del campo y luego para carne tendrá una favorable evolución. Hay que añadir que en algunas zonas como las Encartaciones, la actividad del transporte de vena generaba una importante cabaña de arrastre con bueyes y mulas.

En cuanto a la actividad industrial, durante gran parte del siglo las ferrerías vivieron una época de prosperidad. Hubo varias razones para la reactivación. Por un lado la política proteccionista de la Corona reservaba los mercados peninsulares y coloniales para los hierros vascos. Felipe V y más tarde Carlos III dictaron disposiciones prohibiendo la entrada de productos férricos extranjeros en América y en el mercado español, ante las protestas de los ferrones dado que en la década de los 70 se vendía hierro sueco y de otros países en la península.

Para 1752 se contaban con 141 ferrerías en Bizkaia, 86 en Gipuzkoa, 35 en Navarra y 20 en Álava. La producción respectivamente era de 5.140 Tm (Bizkaia), 4.300 Tm (Gipuzkoa), 1.930 Tm (Navarra) y 1.000 Tm (Álava) con un volumen global de 12.460 toneladas.

El sector metalúrgico siguió anclado en las formas de producir tradicionales. Y para las ferrerías la situación era similar: horno bajo, escaso equipo humano y poca inversión de capital. Por otro lado el carbón vegetal se encarece y supone ya en 1762, el 56 % del coste total en la ferrería, seguido del mineral (30 %) y de los salarios (9 %). El salario nominal diario de los operarios de las ferrerías de Gipuzkoa se incrementa en 1/3 pasando de cobrar 4,5 reales a principios de siglo a cobrar 6 reales a final de siglo. El valor de dichos salarios hay que referenciarlos con el precio del trigo que era de 40 reales la fanega (11,5 kilos) y el del maíz era de 30 reales.

A finales de siglo era evidente que la solución pasaba por el empleo de carbón mineral, pero no se utilizará hasta mediados del siglo XIX.

En lo que se refiere a los astilleros vascos hubo reactivación por la demanda de la Compañía Guipuzcoana de Caracas y por el relanzamiento económico general. Pero por otro lado, sufrieron las consecuencias negativas de la pérdida de las pesquerías de altura. La fabricación de barcos en este siglo alcanza la cifra de 426 unidades, especialmente en los astilleros guipuzcoanos.

Así mismo las peticiones de suministro de armas por parte de la Corona repercutieron favorablemente sobre la actividad de las Reales Fábricas de Armas de Placencia.

Merecerían citarse otras actividades industriales relacionadas con el cobre, textiles, tenerías, vidrio, chocolate y molinos. Los establecimientos industriales y mineros cupríferos se hallaban situados en el valle de Baigorri, en Iparralde, y en la sierra de Aralar, en Navarra.

Algunas actividades industriales en el Antiguo Régimen

Fuente: Agirreazcuenaga, J.; Basurto, R; Lopez Atxurra, R.: "Historia de Euskal Herria". Donostia. 1980, t. II, p. 212.

La actividad mercantil se convertirá en sector básico de la economía de la vertiente atlántica, sustentada en dos pilares: el incremento de la producción y comercialización de los productos siderúrgicos y el auge de las actividades de intermediación mediante la reexportación de mercancías ajenas.

El puerto de Bilbao era un gozne redistribuidor e intermediador a escala europea. A través de su puerto se canalizará la mayor parte de la exportación de lana castellana. Otros productos como el aguardiente, vinos y aceites, acariciaban la ría del Nervión antes de partir a los destinos franceses, ingleses, holandeses, alemanes y bálticos. En los fletes de retorno se importaban alimentos y manufacturas hacia el propio país, pero también hacia Castilla y el mercado americano, vía Cádiz o Sevilla.

En cuanto a Navarra la actividad comercial estaba favorecida por la competitiva situación fiscal y geográfica de Navarra y la existencia de un grupo de comerciantes extranjeros que facilitaban las tareas de intermediación comercial entre Castilla y Aragón, por un lado, y los mercados internacionales por otro, a través de Iparralde. Si el comercio fue cómodo en la primera mitad del siglo, en la segunda mitad los comerciantes tuvieron mayor control y presión fiscal tanto por parte de las Cortes de Navarra como de Madrid, control que se acentuó al implantarse el cerco arancelario de los territorios forales en 1779.

San Sebastián era el otro gran foco mercantil donde lograría la hegemonía comercial la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728. La fundación de la compañía fue fruto, en realidad, de una transacción entre comerciantes donostiarras y la Corona española.

La actividad comercial de la Compañía Guipuzcoana de Caracas utilizando 30 barcos se basó en el intercambio de productos europeos y americanos incorporando géneros extranjeros sin crear una relación directa de dependencia entre la producción local y el tráfico mercantil, consiguiendo el monopolio del comercio con Venezuela en 1742.

Otra actividad en la que intervino fue en la trata de negros. Dentro del marco general en el que esta actividad estaba controlada por las grandes potencias marítimas, los vascos de la Compañía de Caracas hicieron una propuesta de transporte de 1000 negros, aceptada por norma real de 1785. Sin embargo la carga humana fue finalmente servida por ingleses y franceses que la harían llegar hasta la isla de Puerto Rico, para que desde allí la Compañía Guipuzcoana los trasladará a Venezuela.

Los vascos que en la segunda mitad del siglo realizaron trata de negros, como Aróstegi y Uriarte eran comerciantes para quienes la trata era parte importante pero no predominante de sus negocios.

Finalmente Baiona supo aprovechar la canalización de los intercambios exteriores de Navarra y Aragón, de modo que mucho de los navíos que pasaron por Baiona en el periodo 1759-1780 provenían de la península, y las relaciones marítimas de Baiona con los puertos de Bilbao y Donostia destacaban claramente sobre las llevadas a cabo con otros puertos como Santander o El Ferrol.

A lo largo del siglo se van desarrollando las contradicciones entre la nobleza rural y la burguesía comercial. La aristocracia de la tierra va acumulando rentas feudales (renta de la tierra, diezmos...) y la consiguiente acumulación de capital. También aumentan los capitales de origen comercial. Dado que el desarrollo técnico no era importante en la agricultura, la renta feudal quedaba bloqueada y por tanto, los capitales se dirigían a comprar juros o similares dado que el interés de este tipo de préstamos era superior. Las desamortizaciones y la desvinculación de tierras aparecían así como una necesidad del capital para reproducirse.

No es extraño que los "ilustrados" vascos, entre otros, ya señalaban en esta época la necesidad de sacar mayor provecho de las minas, vía desarrollo capitalista de la propiedad y desarrollo del trabajo asalariado. Así uno de nuestros ilustrados más famoso, Fausto de Elhuyar, en 1788, planteaba observaciones de "que a los obreros, que ahora solo trabajan cuatro horas al día, se les hiciese trabajar el doble sin aumentar el jornal; por consiguiente, al mismo coste podría arrancarse el doble de mineral que ahora, o con la mitad de los jornales y obreros la misma cantidad que al presente". Pero para ello había que conseguir la supresión de la libertad de acceso al usufructo de bienes municipales, las minas en este caso, y desarrollar las formas capitalistas de producción con mano de obra asalariada.

El enriquecimiento de ciertos sectores burgueses y señoriales repercutía en el empeoramiento de las condiciones y calidad de vida de las clases populares. El auge imparable de los precios, la especulación con los granos y productos de primera necesidad, el alza de los arriendos de tierra y el acortamiento de los periodos de arriendo, junto al crecimiento de la población y las crisis de las ferrerías fueron algunos de los motivos por los que aparecieron "matxinadas" a lo largo del siglo XVIII. Entre ellas podemos señalar la de 1.718, relacionada con las aduanas; la matxionada de 1766 relacionada con el comercio de granos; y las revueltas de mujeres de Lapurdi de 1773-1774.