Kontzeptua

Los toros en las fiestas (1998ko bertsioa)

Espectáculos basados en los bovinos I. Area y modalidades. Fue general en la Europa preilustrada la costumbre de acosar y atormentar a grandes animales -toros, osos, etc.- para regocijo de participantes y espectadores. Vicky Moore ha estudiado recientemente (Mosterin, 1991) espectáculos como el bull-baiting consistente en el tormento de un toro en un coso o bul-ring a manos de seres humanos y de perros a lo largo de los s. XII-XVIII. El bull-running sería, el equivalente inglés de las capeas y encierros españoles. En nuestras latitudes, hallamos espectáculos basados en los bovinos en España, Portugal y S. de Francia, y en toda Vasconia histórica (Gascuña, Rioja) amén de gran parte de Euskal Herria actual. Es más, en zonas importantes de Gascuña -cuya densísima toponimia vasca así como los testimonios de la antropología física y de la epigrafía de época romana nos prueban un indudable sustrato común con el País Vasco actual- ha pervivido hasta nuestro días una modalidad autóctona de espectáculo taurino, la corrida gascona, llamada landesa, que parece surgir como síntesis de las dos utilizaciones lúdicas primordiales de los bovinos: el encierro urbano y las pruebas de ingenio y fuerza del racional con el irracional practicadas principalmente en las zonas rurales. Un tercer uso, mucho más restringido debido sobre todo a su coste económico, sería, finalmente, el alanceamiento de animales, práctica medieval que en Vasconia sólo está atestiguada en Navarra o en algunas zonas de Gascuña donde la existencia de una alta nobleza justifica cierta pompa y gastos suntuarios inhabituales en un país pobre hasta el descubrimiento de América. Si hemos de clasificar los espectáculos bovinos actuales refiriéndonos a su mayor o menor derramamiento de sangre éstos serían:

Espactáculos
E. Simbolizantes Incruentos (en teoría) Cruentos
Zezensuzko o toro de fuego Corrida landesa
Embolados
Encierros
Sokamuturra
Corrida española
Capea
Idi Dema o arrastre

Sin embargo, atendiendo a su desarrollo cronológico, la división parte desde los alanceamientos caballerescos y el elemental encierro popular hasta alcanzar, a lo largo de los siglos, un espectáculo más sofisticado como la corrida landesa o simbolizado del todo: el zezensuzko.

El alanceamiento de toros. Es el espectáculo medieval, de origen venatorio, para solaz de cortes señoriales o regias. La lanza la porta un caballero noble, en la mayoría de los casos, auxiliado por peones de a pie y espontáneos. No existe constancia de que tal destreza se practicara por parte de la nobleza en Vasconia; ni los documentos la registran ni su reflejo en algunos capiteles de la catedral de Pamplona (Uranga, 1948) prueban nada ya que, como es de sobra conocido, los motivos estéticos viajaban con los artistas, que eran ambulantes.

Los matatoros forasteros. Lo que sí consta es la visita de matatoros aragoneses o moros (o las dos cosas) a la Corte real navarra. En efecto, Yanguas (1840) nos proporciona noticias del s. XIV. La primera se refiere a la retribución efectuada a dos hombres de Aragón "un cristiano et el otro moro, que Nos (Carlos II El Malo) habemos fecho venir de Zaragoza para matar dos toros en nuestra presencia, en la nuestra ciudat de Pamplona" en agosto de 1385. Su hijo, Carlos III, bajo tres matatoros de Zaragoza a Olite en 1388. Ese mismo año mandó pagar 62 libras a Gil Juan Alcait y Juan de Zaragoza, matadores de toros, "qui por nuestro mandamiento mataron dos toros en Pamplona devant Nos et nuestro caro cormano el duc de Borbón", 20 florines por matar cada toro y 14 libras a los matadores por venir desde Zaragoza a Pamplona. En 1393 el mismo dispendioso monarca trajo a un tal Juan Santander para matar un toro en Estella el día de San Juan Bautista, Los matatoros eran foráneos; los toros eran, sin embargo, locales, como lo demuestran los 20 florines pagados al alcalde y jurados de Tudela "por dos toros que eillos nos inviaron para correr et matar al venablo quoando nuestra muy cara cosina la duquesa de Lencastre pasó por Pamplona a Castilla" y citas semejantes (Iribarren, 1948).

Los corredores de toros autóctonos. Tendremos que adentrarnos en la Edad Moderna para poder comenzar a consignar la existencia de corredores de toros autóctonos, diestros que aprovechan la carrera del animal para ejecutar suertes procurando no matarlo ni herirlo para que salga en las mejores condiciones del coso y pueda volver a los pastizales (Campo, 1975a: 105). En Pamplona comenzó a aparecer hacia la mitad del s. XVII la figura del toreador "a muerte" (Campo, 1975a: 106). En el transcurso del s. XVII se cambió la suerte de alancear toros por la del rejoneo, también ecuestre, y en el XVIII por la de banderillearlos (Aguirre Sorondo. 1984: 329).

El encierro y la sokamuturra, festejo elemental. Dejando de lado el minoritario y poco frecuente alanceamiento, las primeras noticias medievales de espectáculos bovinos nos llevan al medio urbano. El animal toro, vaca o novillo- destinado al matadero es soltado, con o sin soga, por las estrechas callejas de una villa o ciudad de cierta consideración para solaz de la muchedumbre rural y urbana allí congregada con motivo de una fiesta ocasional o, caso más frecuente, periódica. Fiestas religiosas, carnavales y ferias sirven de marco a una zarabanda de carreras, empellones y gritos en la que lo importante es poder sortear los cuernos del ganado. Este se compone de miembros de algún rebaño de agrestes y asustadizos (betisoak) bóvidos de raza pirenaica criados en el propio país. El o los animales son hechos correr (de ahí "corrida", "course") acosándoselos y zahiriéndoselos desde puertas, alturas y burladeros: en el extremo del recorrido se halla la plaza, cerrada para la ocasión, donde culmina el regocijo con mojigangas diversas y la muerte del animal o la vuelta a casa, más frecuente, de la res ya "corrida". Los testimonios de este tipo de diversión aflorar en la documentación medieval de las villas más romanizadas y pudientes (Bayona, Tudela). Así, en las cuentas del recibidor del Olite de 1366 (ldoate, 1969) se dice que Carlos III El Noble "fizo correr III toros con muytas gentes, en que fezo frant dayunno en los fruytos" (es decir, gratis). Es poco frecuente que la nobleza intervenga -siempre a caballo y armada- en un espectáculo considerado plebeyo y en el que los carniceros juegan un papel nada despreciable. Este es el origen de los encierros y de la sokamuturra o res ensogada/enmaromada, de indudable arraigo en toda la península y también en Gascuña hasta su prohibición a comienzos del s. XIX. La sokamuturra, más civilizada que el mero encierro, llegó a ser la diversión favorita de San Sebastián (Aguirre Franco, 1971) hasta durante las fiestas de la Belle Epoque; se soltaban desde el toril de la calle Iñigo un buey ensogado por la mañana, dos al mediodía y tres al atardecer, reses que iban a desembocar en la Plaza de la Constitución. Fueron muy celebrados los versos de Xenpelar al toro que, presa de pánico, optó por tirarse al agua, en Pasaia. En Bayona (Sacx, 1983) una ordenanza de 1699 manda que no se efectúen durante los oficios divinos; los espectadores se parapetaban en barreras instaladas en la Plaza de la Course ante el Castillo Nuevo o en la Plaza de Armas (hoy calle Thiers). En Pamplona (VVAA) los corrales se encontraban en la Rotxapea y en el prado de San Roque desde donde los toros eran llevados hasta la misma plaza del Castillo; algo antes de llegar a ésta surgió, entre el s. XVIII y XIX (Campo, 1975a: 146), el actual encierro. En Tudela el encierro desembocaba en la Plaza de los Fueros; en esta localidad, según refiere Iribarren en su "Vocabulario Navarro", existió hasta 1841 el toro de palenque, consistente en entregar a la libre iniciativa el octavo toro de la lidia siendo el animal "sacrificado" por el gentío a golpes y garrotazos. En Sangüesa el coso se improvisaba al lado de la iglesia de San Salvador. Cada monografía de alguna población de relativa importancia recoge detalles semejantes. En muchas ocasiones, la actuación del empavorecido animal ocasionó desgracias humanas, razón por la que las autoridades civiles y religiosas trataron de mediar aunque sin éxito. La sokamuturra con toretes y vaquillas (idixkuak, urruzak) embolados guipuzcoanos o con deshechos de tienta de ganaderías navarras se sigue practicando en poblaciones como Eibar, Bilbao, San Sebastián, aunque la edad de los animales se ha rebajado mucho respecto a las antiguas a fin de evitar accidentes humanos. En Navarra las vaquillas -emboladas en Pamplona- son un aliciente indispensable de muchas fiestas. Junto al célebre encierro sanferminero hay que citar otros más modestos como el de Rentería, también muy populoso.

El zezensuzko o toro de fuego. Un espectáculo, tremendamente cruel en sus orígenes, el toro de fuego o zezensuzko persiste, simbolizado, en nuestros días. El simulacro de toro, armazón montado sobre ruedas -o sobre las espaldas de una persona- como el lomo y cuernos erizados de fuegos artificiales, fue primitivamente un toro real "enmantado con muchos cohetes y troneras y por las lumbreras" según testifica un documento pamplonés de 1610 (Iruña, P. de, 1934). Según un corresponsal de Vargas Ponce (Cossío, t. I: 686), "elegido el más bravo, se lidia por la noche a cuerpo descubierto por mozos casi embriagados. El animal muere desesperado por el fuego del mixto y a impulsos de continuados golpes de palos, de garrochas, de navajas con que los atormentan incesantemente los encarnizados ribereños (de Cariñena)". Iribarren (1948: 369-370) aporta el testimonio de D. Jacinto de Aguilar que contempló un espectáculo semejante en la Pamplona de 1628. Duró este suplicio desde la aplicación de la recién inventada pólvora hasta su sustitución en Euskal Herria, en algún momento de finales del s. XVIII. Al evocar sus recuerdos de la guerra en España, un oficial de Napoleón, Médard Bonnart, alude al festejo en el San Sebastián de 1810 y a una "peau de boeuf garnie d'artifices et placée sur les épaules d'un homme figurant l'animal". Parece ser que se extendió de S. a N.; en Bayona apareció en 1890 con ocasión de un concierto celebrado en las murallas; en Dax en 1895 con ocasión de un congreso (Jeux et, 1971: 73). En la actualidad se practica en ambas vertientes de Vasconia, en las Landas y en algunas ciudades del N. y el E. de Francia.