Kontzeptua

Los toros en las fiestas (1998ko bertsioa)

La corrida gascona (Hoy vasco-landesa). Pese a su nombre, este espectáculo es propio de toda Gascuña, nombre romanizado de la Vasconia aquitana desde aproximadamente el s. XIV; el País Vasco-francés actual, el Béarn, las Landas, la Bigorra, todo el sudoeste de la actual Francia conoce y cultiva esta modalidad incruenta y elegante del juego y la burla de grandes bovinos, en este caso una vaca navarra, modalidad que sustituyó a mediados del siglo pasado a la vaca pirenaica cruzada de Chalosse llamada familiarmente bacquotte

Antecedentes. Sus antecedentes pueden fijarse sin ninguna duda en los juegos y luchas de destreza y habilidad practicados desde tiempos inmemoriales por los vascos de ambas vertientes y cuyo máximo florecimiento tuvo lugar en los ss. XVII (los corredores de toros) y XVIII. Hemos visto en epígrafe aparte la lenta reducción de las salvajes corridas medievales a cánones de mayor seguridad para los participantes y/o expectadores. Luis del Campo ( 1975a: 103-141) proporciona una lista bien estudiada de los corredores, muchos de ellos procedentes de la confluencia de Aragón, Navarra y Rioja, que actuaron en Pamplona a lo largo del s. XVII, emparentándolos más que con pastores con saltimbanquis y danzantes de feria. Goya inmortalizó a tres de estos atletas. Uno de ellos fue Bernardo Alcalde y Merino «El estudiante de Falces», especialista en regate, recortador famoso, saltarín, autor de innumerables tipos de engaños a la res. Otro fue Juan Apiñani, saltador de garrocha, miembro de la cuadrilla Apiñani citada por actuaciones en Pamplona, Zaragoza y Madrid. Oriundo de la Baja Navarra fue Francisco Antonio Bassón Martínez «Martincho» (no hay tres «Martincho» sino uno, n. en Farasdués, Zaragoza) («El País», 14-VIII-1991). Vivió en Ejea de los Caballeros y alcanzó la fama como maestro de quiebros y recortes. Goya lo plasmó en su Tauromaquia ejecutando suertes inverosímiles: toreando sentado en una silla y utilizando un sombrero por engaño, saltando desde una mesa con grilletes en los pies, etc.

Configuración de la corrida vasco-landesa. Al extenderse la hegemonía de la corrida española a la vertiente S. de Vasconia, la corrida gascona, único vestigio vivo de los juegos de habilidad con toros y vacas pirenaicos, comienza a evolucionar en solitario. A comienzos del s. XIX y como consecuencia de las disposiciones de intendentes y prefectos a las que ya hemos aludido, las corridas tienen lugar en un recinto de las afueras del núcleo urbano y las protagonizan aficionados semiprofesionales. Los animales deben de ir enmaromados, lo que impide moverse en torno del animal; ello obliga a tener que esperar una acometida rectilínea y esquivarla a última hora mediante el regate o recorte, basculando sobre un pie y metiendo los riñones. El «Journal des Landes» de 1803 relata que en Dax, un diestro había saltado sobre el toro, «se ha lanzado entre sus cuernos, ha pasado una de sus piernas entre las patas del toro y ha acabado por hacerse dueño de él, tumbándolo» (Cossío, IV: 82). Basándose en estos principios se improvisan suertes de habilidad sobre un ganado que comienza a ser preparado -como ocurriera con el navarro ciento cincuenta años antes- sólo con estos fines. La influencia de la cercana España hace que los recortadores comiencen a vestir botas camperas y boleros bordados, los equipos pasan a formar cuadrillas, comienza la utilización de banderillas. Como ocurrió en la corrida española, una serie de figuras marcan la trayectoria futura. Entre éstas destaca Jean Lalanne «Chicoy», veterinario n. en Coudures, contemporáneo de la primera carlistada, que consagra un lote de suertes -el paré (quite), el costaud (coger a la vaca por los cuernos en el envite y torcerle la trayectoria), la colocación de lacets (tipo de banderilla que luego desapareció), el salto del gato-ardilla (mejora del quite a base de salto), y, sobre todo, la finta que, inventada por los hermanos Darracq en 1831, permite al artífice el dar la espalda al animal mediante una inclinación del busto antes de bascular sobre un pie. La siguiente innovación fue la sustitución de las vacas locales por navarras a raíz de un famoso desafío suscitado con la llevada a las Landas de ganado navarro lidiado (sin muerte) en Bayona en 1852. Para esta nueva aventura -Magescq, 17-18 de octubre de 1852- fueron requeridos los mejores recortadores del momento -Chicoy, Cizos, Camiade y Duvignau- que salieron airosos de la prueba (Harté, 1984: 25-28). Desde este momento la vaca o el toro navarros -en especial la primera, más vivaracha que su compañero- sustituyen a los locales: este ganado se cría y se arrienda para la ocasión y los ganaderos no dejan que su piel sea agujereada por banderillas.

Apogeo de la fiesta. El juego, mortalmente peligroso, con el bovino alcanza su esplendor a partir de estas fechas. Cobran importancia el cordier, diestro que gobierna al animal mediante la maroma haciéndola salir de su «querencia» (lugar del que no quiere moverse), dirigirse hacia el écarteur, y, cuando éste ha efectuado su quiebro, conteniendo a la res para que no lo alcance. Se produce también el paseillo y se organiza un jurado que calibra las suertes y dictamina los premios. La corrida, llamada landesa por alcanzar su caracterización última en este rincón de Gascuña, recorre Francia y parte de Europa. Incluso hay veces que tras ser corrido a la landesa, un toro sirve a continuación para una corrida española. Entre 1887 y 1891 Félix Robert y Marin I, recortistas famosos, recorren la cuenca mediterránea afrontando toros locales. Salen vivos de la proeza pero no otros muchos; se llega a alcanzar el muerto anual y muchos heridos graves y leves que crean una leyenda semejante -o aún mayor por la ausencia de armas- a la del toreo a la española. Esta mortalidad suscita la necesidad de embolar a algunos ejemplares que ya han matado a un recortista o que prometen peligrosidad. El primero es en 1886 el torero «Mazantini» lo que atrae el rechazo de los críticos y de gran parte de los espectadores que no sólo desean ver habilidad sino sangre y el riesgo de la muerte. La progresiva costumbre de embolar a los animales y la llegada de la Guerra de 1914 significan el fin de una Edad de Oro. Cuando las corridas se reanudan tras la Gran Guerra, todos los astados van embolados, los diestros están agrupados en cuadrillas a salario de un ganadero propietario de los animales de una corrida. Bayona, Hasparren, la costa vasca, exhiben periódicamente esta modalidad.

Recortadores actuales. En la actualidad. los recortadores, tras haber sido a comienzos de siglo trabajadores independientes y entre las dos guerras asalariados de los ganaderos, están federados como deportistas amateurs sometidos a las leyes olímpicas y a sus propios estatutos. Nombres reconocidos son, entre otros, Marin I, Bourre II, Cantegrit II, Lavigne III, Mazantini, Bertin, Ducassou o Antonio Vis, padre de Michel, Ramuncho y Ramunchito, campeones de Francia, y Jeannot, Leon y Henri, y tío de Philoppe y Valencia.