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FILIPINAS

Guerra nipón-americana.

Matanza de religiosos. En los primeros días de enero de 1942 los japoneses habían entrado en Manila y los americanos se batían en retirada. Hasta 1944, setiembre-octubre, no empezó la reconquista americana, con los bombardeos del puerto, depósitos de municiones, campos de aviación, etc. Cuando los primeros rumores de la invasión japonesa, la mayoría de la población nativa había huido a los montes. Por la ocupación japonesa, las guerrillas de los patriotas y consiguiente irregularidad de los abastecimientos, cientos de personas morían de hambre en Manila. La recuperación de Filipinas por los americanos comenzó el 9 de enero de 1945, desembarcando en Lincayén. Rotas las defensas japonesas de Bambán, 20 de enero, los habitantes de Manila creyeron que la liberación estaba ya muy cerca. Los japoneses cogidos por sorpresa abandonaron el Norte de Manila. Pasaron al otro lado del río Pasig volando los puentes. Rechazada la rendición, los americanos comenzaron a cañonear los distritos de Ermita, Malate, Paco, Intramuros, etc. El P. Bienvenido de Arbeiza hace un relato patético de la "tragedia de Intramuros", la parte vieja de Manila. El día 5 de febrero los japoneses obligaron a los habitantes de Intramuros a concentrarse en el cine Hollywood, iglesia de San Agustín de San Francisco y en la catedral, cerrando también las puertas de la ciudad amurallada. Sobre estos siniestros preparativos la artillería americana seguía batiendo la ciudad de Manila, principalmente sus murallas, hasta abrir una brecha después de lanzar más de diez mil granadas. El día 19 de febrero por la noche los soldados japoneses sacaron de San Agustín a los religiosos con los seglares españoles por entre las ruinas de Intramuros hasta la catedral, a los refugios construidos por los japoneses a la derecha de la entrada del citado templo. Dos ayudantes filipinos de los capuchinos fueron sacados, rociados de gasolina y quemados vivos. Antes de comenzar a entrar en el mayor de los refugios, les dijo un soldado que entraran cuantos más mejor y que estuvieran todos de pie, pues era cosa de poco tiempo. Según la orden del soldado se acomodaban de pie bastante apretados. Así entraron unos ochenta. "Entre ellos estaban nuestros religiosos de Intramuros: M. R. P. Florencio de Lezáun, Superior de la Misión, el M. R. P. Félix de Iguzquiza, Discreto, el P. Ladislao de Busturia y los Hermanos Fr. Valentín de Azcoitia, Fr. Elzeario de Sarasate y Fr. Ignacio de Vidania. Una vez dentro, intrigados y altamente preocupados, guardaban silencio. Un sacerdote les invitó al acto de contrición y les dio la absolución general. Pronto se inició la matanza arrojando bombas y granadas de mano por los tragaluces del refugio. Los que se lanzaron a las puertas intentando salir, fueron recibidos con descargas de fusil y ametralladora. Sólo escaparon con vida el agustino P. Belarmino Celis y el seglar Sr. Rocamora, que gravemente heridos esperaron hasta el día siguiente para salir cuando entraba la vanguardia americana. Los P. capuchinos Santiago de Ibiricu, Raimundo de Labiano y Pacífico de Villatuerta, párroco y coadjutores de la parroquia de Singalong, en Manila, habían sido sacados de su iglesia por los japoneses y degollados en un riachuelo cercano. De veinte iglesias de la Manila amurallada o Intramuros, sólo quedó en pie, y deteriorada, la de San Agustín. El Dr. Jesús Arocena se había salvado de la matanza. Pero más tarde cayó asesinado por un soldado japonés cuando portaba una bandera blanca, en una procesión de mujeres y niños. Tras la muerte de los religiosos capuchinos, de los que 6 eran navarros, 2 guipuzcoanos y 1 vizcaíno, el P. Bienvenido de Arbeiza se encarga del gobierno de la Misión capuchina. La casa de Claudio Luzuriaga de Manila, de las pocas que quedaban en pie, fue un asilo constante de numerosos refugiados. La valiosa corona de la Virgen de Lourdes de la iglesia de los capuchinos de Manila, junto con el tesoro, se salvó guardada en la caja fuerte de la agencia de Raimundo Soloaga, en Binondo. Este tesoro se vendió al terminar la guerra para construir la nueva iglesia de Quezón City. También se salvaron las imágenes de las vírgenes de la Guía y de Lourdes. En 1948, el P. Blás de Guernica levantó por séptima vez la parroquia de la Ermita, aunque de materiales ligeros. Unos años más tarde, los PP. Alberto de Urdiain y Carlos de Urzainqui edificaron definitivamente la octava iglesia. 1950, Salvador Araneta cede los terrenos para la nueva iglesia de Lourdes. Se inauguró con la asistencia del obispo Mons. Olano.

El mausoleo de San Agustín. Durante el mes de enero de 1946 los americanos comenzaron a limpiar los escombros de la ciudad amurallada de Manila. Esto afectaba al refugio donde estaban enterrados los religiosos asesinados. Las órdenes religiosas desenterraron sus muertos y los llevaron a la capilla-panteón de San Agustín. Un total de 35: 12 agustinos, 10 franciscanos, 6 recoletos, 9 capuchinos, no habiéndose hallado los restos de los 3 degollados en Singalong. A los capuchinos vascos ya nombrados, debemos agregar los nombres del agustino Hno. Juan Cavanas y los recoletos Rev. Mariano Alegría, Rev. Hernán Biurrun y Hno. Juan Machicote, también de origen vasco. En los actos recordatorios de las víctimas participaron los obispos Mons. Miguel Angel Olano Urteaga, capuchino, y Mons. Javier Ochoa, recoleto. El periódico "Voz de Manila" publicó una reseña el 1.° de abril de 1946.

La odisea de Mons. Miguel Angel Olano. Fue arrestado por los japoneses en enero de 1943, junto con Fr. Jesús, en la isla de Guam, donde era vicario apostólico, dependiente de la Misión capuchina de Filipinas, desde enero de 1935. Fueron encerrados en la catedral con los prisioneros de guerra americanos hasta que un día los embarcaron en el "Argentina Maru", rumbo al Japón. En Guam ya había martirizado y muerto el P. Dueñas. En Tokio fue recibido por el P. Vizcarra que lo llevó al convento de los jesuitas donde permaneció hasta setiembre de 1943. De aquí viajó a Goa, siempre con Fr. Jesús, donde el patriarca portugués Mons. José Núñez los retuvo hasta febrero de 1944. De Goa salieron para el Sur de la India. Visitó las misiones jesuitas y capuchinas, atravesó la India central y embarcó para Australia, pasando en su viaje peligroso cerca de las bases japonesas. Después de 27 días de navegación llegó a Sydney, hospedándose en los franciscanos. A petición de los católicos de Guam el almirante Chester Nimitz puso un avión del ejército a su disposición y volvió a su diócesis. Según testimonio que recogí de labios de Mons. Olano en San Sebastián, los nativos le demostraron su cariño entregándole un libro euskérico que habían tenido guardado durante la invasión japonesa. Era el libro sagrado que le veían leer a menudo, escrito en una lengua ininteligible para ellos. Salvo error, creemos era el "Itun Berria" del P. Olabide. Volvió a Manila, donde publicó el mencionado "Diario" de su periplo asiáticoinsular. De San Sebastián, donde le conocimos en su vejez, regresó a Guam y allí terminó sus días.

Mariano ESTORNÉS LASA