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FILIPINAS

Actividad mercantil vasca. Establecimientos agrícolas y comerciales. Desde 1593 el comercio entre Filipinas y el continente americano estaba totalmente canalizado por la ruta Manila-Acapulco, abierta por Andrés de Urdaneta como ya se expone al hablar de la Expedición de Legazpi. La navegación en el Pacífico, relativa a las colonias españolas, consistía principalmente en el galeón real de Manila y la Armada del Sur. Esta última cubría la zona Panamá, Perú, etc., llevando las riquezas del imperio incaico a la gran feria de Portobelo que las expedía a la metrópoli y los productos españoles que llegaban a Panamá y a las colonias del Pacifico. Las Filipinas eran el punto más avanzado del imperio hispano. Y la ruta de Urdaneta vital para la supervivencia y desarrollo de esta colonia tan lejana enclavada en el mundo asiático. Las relaciones con la metrópoli sólo eran factibles a través de Nueva España, pues la ruta del estrecho de Magallanes era difícil y peligrosa. En los primeros tiempos el privilegio de comerciar con Nueva España -Méjico estaba circunscrito a ciudadanos filipinos prominentes, funcionarios de la Corona y comunidades religiosas. Pero pronto otras personas buscaron acuerdos con las autorizadas. De esta forma, al llegar el siglo XVII, comenta Jon Bilbao, el comercio por esta vía estaba abierto a cualquiera que lo deseara. El tráfico estaba limitado a un galeón real anual estrictamente controlado. Las mercancías que se enviaban a Méjico eran principalmente sedas, especias y porcelanas procedentes de China e India. Se pagaban casi enteramente con plata y oro, procedentes de las minas de Nueva España. Esto creaba un problema calificado como "fuga de metales preciosos" hacia Oriente. Además, estas mercaderías al llegar a Méjico hacían la competencia a las procedentes de España. A pesar de la legislación vigente, que castigaba con la confiscación de bienes y 10 años en galeras a los infractores, se exportaban desde aquí al Perú y aun a España. Este estado de cosas que había condicionado la vida mercante filipina, produjo el abandono de las explotaciones isleñas en las que figuraban muchos vascos. Todas las actividades comerciales estaban centralizadas en Manila, alrededor de los viajes del galeón real. En 1768 el gobernador alavés Simón de Anda y Salazar solicitó del rey el envío de colonos exponiéndole la situación. Esta se mantuvo hasta la creación de la Compañía de Filipinas en 1785, sustitutiva de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que funcionaba en Venezuela. La creación de esta Compañía se debió a un poderoso grupo de vasco-madrileños: Francisco Cabarrús, presidente del Banco de San Carlos; Bernardo de Iriarte, de la Suprema Corte de Estado; Francisco Leandro de Viana, ex-procurador de la Corona en Manila; Diego de Gardoqui, embajador en Estados Unidos. Muchos guipuzcoanos relacionados con la Compañía de Caracas pasaron a ocupar cargos representativos en los puestos comerciales de Oriente, Manila, Calcuta, Bombay, etc. El movimiento independentista del siglo XIX, generalizado en toda la América española acabó con este comercio cerrado en torno a los galeones reales y a la Compañía de Filipinas. A mediados del siglo XVIII o antes muchos vascos se establecieron en Papanga, Laguna, Batangas, Bicoland, Negros y Panay. "Algunos de estos inmigrantes eran refugiados carlistas, como en el caso de Ruiz Luzuriaga en la Isla de Negros, pero la mayoría eran marinería (pilotos y capitanes) implicada en el comercio mercante. Compitieron con los chinos, invirtiendo sus ahorros con hombres de negocios vascos como Zubiri, Matía, Menchacatorre, Aldecoa, Gorostiza, Marcaida, Menchaca, Eguiluz, Aristegui, Laucirica, Inchausti, Azcona y Nessi-Arrola" [Jon Bilbao, Basques in the Philippine Islands].

José Oyanguren, guipuzcoano de Vergara, llegó a Filipinas en 1825. Ya en el año 1847 emprendía una empresa de gran envergadura, su plan de desarrollo de Davao. Había sometido su proyecto a la aprobación del Capitán General Narciso Claveira. Consistía en entregarle el mando de esta región por un periodo determinado con el privilegio exclusivo del comercio. A cambio de esto, llevando hombres escogidos, pacificaría y desarrollaría toda la región, desde Cabo San Agustín a Punta Sarangani. Además sometería a los belicosos musulmanes y fundaría comunidades cristianas. Equiparía la agricultura dotando a los nativos del utillaje apropiado. Se comunicaría con los paganos del interior de Mindanao para convertirlos. Claveira lo acogió favorablemente y llevó el caso ante la audiencia que lo aprobó de acuerdo con las Leyes de Indias. Pero haciendo constar que no debía considerársele como un contrato con el Gobierno sino como una concesión acordada por un período limitado. El gobernador, por decreto del 27 de febrero de 1867, concedió a Oyanguren, por diez años, el control del territorio que pudiera organizar en la región de Davao, con el derecho exclusivo de comerciar durante los seis primeros años. A esto había precedido un tratado negociado por las autoridades de Manila con el sultán de Mindanao. A Oyanguren se le proveyó de armas, estipulándose que la provincia se denominaría Nueva Guipúzcoa y su capital Vergara. Un decreto de 1849 apoyaba los nuevos nombres que sólo estarían vigentes hasta diciembre de 1862. Oyanguren murió en Davao el 10 de octubre de 1858. Fue enterrado en el cementerio de su Vergara filipino. Al parecer había logrado incorporar social y económicamente Davao al núcleo organizado de Filipinas, que giraba en torno a Manila. Iloilo fue desde 1850 el segundo establecimiento vasco en importancia. Allí operaban importantes compañías vascas como Inchausti y Compañía, que controlaba grandes plantaciones de azúcar y una flota muy importante de más de 20 navíos (Jon Bilbao, obra citada). Los vascos más numerosos en las islas eran los vizcaínos, hombres de mar, capitanes, pilotos y constructores navales, traídos por la apertura de los puertos filipinos. Después los navarros, dedicados al comercio, plantaciones de abaca (de cuya fibra textil llegó a ser Manila el primer puerto del mundo), coco, azúcar. El tercer grupo era el guipuzcoano, con la exploración y desarrollo de Mindanao por el vergarés Oyanguren y Joaquín Urquiola, de Zaldibia. Y José Joaquín Inchausti, de Zumárraga, que había fundado "Inchausti and Company" con socios navarros como Elizalde, Irisarry y otros. Los alaveses y vasco-norteños eran menos numerosos. Los vascos descollaron, como es natural, en la navegación. En aquel laberinto de islas con bahías a remodelar y equipar, con gentes conocedoras de los intrincados derroteros marítimos que eran sus medios naturales de comunicación, los vascos estaban en su elemento. La Compañía de navegación Larrínaga establecida en Liverpool abrió oficinas en Manila. Tras la apertura del canal de Panamá en 1865 aumentó la inmigración vasca a Filipinas. La segunda guerra carlista también contribuyó a esta afluencia de vascos. La marina mercante contaba con más del 90 % de capitanes y pilotos vascos en las rutas de Manila con otros puertos asiáticos. Las explotaciones azucareras de Filipinas fundadas o regentadas por vascos anteriores a la guerra nipónamericana eran muy importantes. Podemos citar algunas de ellas: Central San Isidro de los señores Bidaurrezaga; Central Palma, regentada por el Sr. Gurrucharri, contándose como personas principales a Federico Soloaga, Carmelo Imaz y Donato Inchausti; Grandes Haciendas de Uriarte Hnos., bajo la dirección de Hilario Zamacona y otros; Hacienda Navarra, de los Oquiñena; Carmen Grande y Carmen Chica, administradas por Eugenio y Santi de Echanojauregui; Haciendas y plantaciones de coco de los Aldecoa, Isasi y Erquiaga; Haciendas de Arraza y Salutregui; Hacienda San Antonio, administrada por Tomás Sagastasoloa; Hacienda San José, de Celestino Mendiola y Hermógenes Inunciaga; Haciendas Euskara y Baskonia de Marino Gamboa; Hacienda de Domingo Menchaca, administrada después por su hijo político Roberto Llantada Larrasquitu, continuando la hacienda los hermanos Txomin, Andrés, Isaías y Antonio Menchaca, además de Antonio Arocena. Los exiliados de la guerra de 1936 Saturnino de Uriarte y Estanislao Garavilla instalaron en Cebú la fábrica de conservas de pescado más importante de Filipinas. De esta actividad industrial surgieron ilustres filántropos como Marino de Gamboa y Manuel Inchausti a quienes centenares de vascos les deben su bienestar en el exilio. Debemos integrar en esta labor humanitaria a la firma Aldecoa-Erquiaga y habría que ampliar la lista si se hiciera una amplia encuesta al respecto.

Mariano ESTORNÉS LASA