Concepto

Historia del Arte. Gótico (versión de 1984)

Pintura gótica en Navarra y Alava. La pintura gótica del País Vasco queda hoy fundamentalmente reducida a los territorios de Navarra y Alava. Las primeras pinturas murales navarras hay que situarlas a mediados del siglo XIII en las poblaciones de Artaiz y Artajona; hoy se hallan depositadas en el Museo de Pamplona y según los estudiosos son superiores las primeras. Ambas obras parecen salidas de la misma mano y parecen estar relacionadas con la pintura bizantina, el taller de Sijena de Huesca y el Maestro de la Biblia de Pamplona. Las pinturas murales de San Pedro de Olite se han atribuido también al mismo autor, aunque parecen obras posteriores y de menor valía. También se conservan las pinturas murales de la Catedral de Pamplona, procedentes del Claustro y de colores muy degradados. En ella se puede observar la elegancia artesana de los personajes que componen la compleja trama iconográfica relacionada con el Arbol de la Cruz de los Franciscanos. La tabla de la Crucifixión, será igual que el ciclo anterior de comienzos del siglo XIV, y se trata de una tabla votiva episcopal cuyo tema central es la crucifixión de Jesucristo, de caligrafía elegante y un tanto manierista. Por otro lado varios frontales, como el de Santa Eugenia (Musée des Arts Decoratifs de París) y el de Eguillor (Museo de Arte de Cataluña) relacionado con el Maestro de Llusanés, se hallan diseminados lamentablemente en diversos museos europeos. Será ya el año 1330 cuando el supuestamente autor inglés, o navarro, según otras interpretaciones, Juan Oliver, u Oliveri, firme las pinturas del refectorio de la Catedral. Su magistral obra lo emparenta con los miniaturistas ingleses y los maestros italianos. El retablo, compuesto de tres pisos, representa escenas de la Crucifixión, profetas y personajes del Nuevo Testamento, así como los escudos del obispo Barbazán, del arcediano Sánchez de Asiain, y de la casa reinante de Evreux y de la de Foix-Bearn. Oliveri, gran amante de la línea, sabe colorear mantos y carnaciones con gran detalle y maestría. De su paleta, de colores poco estridentes, sabe extraer variedades tonales exquisitas. Le interesan además la composición a base de grupos abigarrados situados en diversos planos y una cierta expresividad contenida por encima de cánones naturalistas o volumetrías espacialistas. Pero sin duda alguna el capítulo más importante de la pintura gótica hay que situarlo en Tudela en el siglo XV. La Catedral de Tudela posee tres soberbios retablos, el de Santa Catalina, el de la Virgen de la Esperanza, y el Retablo Mayor, en los que puede seguirse la evolución de este estilo. Los dos primeros retablos pertenecen al gótico internacional y están relacionados con el arte aragonés, el de Santa Catalina, de comienzos del siglo XV, se considera obra de Juan de Leví, o de alguno de sus discípulos. En este retablo se aprecia ya una marcada tendencia hacia el naturalismo y el movimiento, así como se da ya una mayor complejidad de las composiciones y de los ritmos ondulados. El retablo de la Virgen de la Esperanza, fechado en 1412 y firmado por el aragonés Bonanat de Zaortigaya, es un soberbio retablo de iconografía compleja: la Pasión, escenas de la Vida de San Francisco, de la vida de la Virgen, San Gil, etc. Como corresponde al estilo internacional esta pintura se caracteriza por el predominio de la línea y la profusión de figuras y de elementos paisajísticos, así como por su rico colorido. Por último, el retablo mayor de la Catedral de Tudela, ya de estilo hispanoflamenco, es un monumental conjunto de pintura al óleo sobre tabla, llevando en el centro una talla de la Asunción. Obra de Pedro Díez de Oviedo fue pintado entre 1487 y 1494, siendo la Virgen obra de Juan de Bazcardo (1606). En diecisiete grandes tablas se narran escenas de la Virgen y en cinco de la predela temas de la Pasión de Cristo. La arquitectura del retablo es gótico florida con gran profusión de doseletes y agujas. En Alava hay que reseñar sobre todo las pinturas murales de Gaceo como una de los conjuntos medievales más importantes del Norte de la Península (siglo XIII). Frente al ábside la figura del Padre eterno con el hijo muerto en cruz entre sus brazos inserto en una almendra mística cuatrilobulada siguiendo la iconografía creada por el abad Suger. En el muro del ábside estilizadas y bellas figuras de un Calvario, el Infierno, San Miguel, San Rafael y otras figuras resueltas en gamas de ocres y rojos. El ciclo de pinturas se extiende además en bandas en la superficie de la bóveda ojival con motivos alusivos a la vida de Cristo. Obra importante también, del siglo XIV, es el retablo de la Capilla de la Virgen del Cabello de Quejana, hoy ubicado en el Art Institute de Chicago, y del que se guarda una copia in situ. El retablo con frontal de altar relata escenas de la Vida de Jesús y de María en dos pisos de gran anchura. De líneas estilizadas y bellos conjuntos el artista de esta obra se debate entre la composición frontal en bandas y los atisbos de una nueva perspectiva. En el retablo de Quejana, tanto la influencia francesa como italiana se debaten en búsqueda de nuevos realismos.