Los ochenta se inician con un lustro transitorio dirigido a las grandes obras de concierto. Pasemisí... pasemisá para percusión, Tres piezas (Comienzo, Redicho y Final) para clarinete y piano, un homenaje al padre de la contemporaneidad de raíz folclórica Béla Bartók-I, Omenaldia (todas del 81), órgano y voz sobre Omar Khayyam en El rubí, Versos en homenaje vallisoletano a Jorge Guillén -encargo del Ayuntamiento-, Ormatikaiss... für -el clavicémbalo de- Genoveva, Diferencias para piano (estas últimas del 82), las religiosas Cántico y Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz (ambas del 84) para el Festival de Cuenca y el coro Non che digo nada... perro ¡vaya! (85)... para confluir en un prolífico año 1986 de vistosos frescos de concierto: Cuasi una fantasía, Juegos concertantes y Nostálgico (86), piano en la última y violín solista en las otras dos, se completarían con el concierto de violonchelo, Clamores y secuencias tras más de un lustro (93).
Como anécdota, el arreglo (82) del Himno del Athletic Club de Bilbao con letra de Antón Zubikarai basado en el pasacalle Altza Gaztiak de Feliciano Beobide, fue su personal respaldo al proyecto deportivo de sus amores, estrenado durante la eliminatoria de cuartos en copa con el Barcelona, un 30 de marzo de 1983. Íntima relación con su tierra natal que cuajaría en la cosecha del Premio Sabino Arana (93) y que se manifiesta en múltiples facetas, como la de haber sido miembro del Consejo de Educación Musical del Gobierno Vasco, como lo fuera del Consejo de la Música del Ministerio de Cultura o del de Administración de la Sociedad General de Autores y Editores.