Sailkatu gabe

GIPUZKOA (SOCIEDAD TRADICIONAL)

Características.

Positivismo. Dice Campión que:

"el pueblo vasco, que hoy es un pueblo pequeño, es un gran pueblo: se parece a las casas antiguas, que aun semiderruídas, hacen mejor figura que las lujosas viviendas de los advenedizos que las rodean. Tiene bien abiertos los dos ojos del espíritu; el que ve las cosas como son, y el que ve las cosas como deben ser. Pero el primero, al revés de lo que cree Mr. Vinson: ("El cerebro de los vascos es rebelde a las ciencias positivas"), más que el segundo. El espíritu práctico se revela en muchas de las leyes indígenas, en la aptitud para los negocios de banca y mercantiles y el cultivo de las ciencias físico-naturales y exactas; de aquí los muchos banqueros, ingenieros y médicos vascos distinguidos o famosos que se cuentan; de aquí la disposición que se nota en los hijos de este país para montar industrias o servir en ellas. "Pero el positivismo no lo abarca todo; hay toques de azul en el cielo gris y ventanas abiertas al ideal. La tormentosa movilidad de las olas cantábricas ha penetrado, en mayor o menor proporción, en todas las almas. El vasco nace con alas; si la tierra sobre la que le gusta andar, parécele, por el influjo de las circunstancias, dura, ingrata o vil, las despliega y vuela. Entonces le sirve el ojo de lo supra-real, que en muchos se atrofia por falta de uso. La luz celeste baña su pupila y el soldado se convierte en San Ignacio de Loyola, y el infanzón de abolengo guerrero, en San Francisco Xabier. O vislumbra los resplandores de la inmortal poesía y entona "La Araucana"; y si es la eterna belleza quien le fascina, medita en lenguaje angélico con Fr. Diego de Estella; y si es la gloria militar, combate con Pedro Nabarro y Antonio de Okendo; y si es la libertad foral, sube a la apoteosis del cadalso, con Morga de Sarabia y Ajorabide; y si es el espejismo de lo maravilloso, de lo extraordinario, del peligro trágico e inmenso, va a tiritar al reflejo de las auroras boreales en los hielos del Polo, con los balleneros de Laburdi y de Gipuzkoa, a dejar la fama del nombre euskaro como un surco de luz enroscada al mundo, con Sebastián Elkano." (Arturo Campión).

Comprensión tardía. Seguimos a Campión: "La cabeza del basko es como la del bretón, "dura, sagaz y valiente"; se parece al pedernal; si ha de dar chispas es preciso pegar". El P. Larramendi en su Corografía de Guipúzcoa insiste: "Son (los guipuzcoanos) de cabeza tan sana, dura y fuerte, que apenas hay herida de muerte en ella". "Flemático para resolver, desconfiado y receloso cuando se trata de sus intereses. Tardo en la concepción de las ideas generales, a las que se adhiere como las hiedras y los musgos a los árboles y paredes. Dócil a la voz de las personas que ama o respeta. Capaz del disimulo, pero no de perfidia. Más pesaroso del bien del convecino que del de los extraños".

Tenacidad y/o terquedad. Irritable y ardoroso cual pocos en la defensa de lo que siente como cierto. Dócil a la mano blanda, pero soberbio e intratable a la mano dura. Difícil de ser arrastrado fuera de las vías legales, pero tardía y costosamente reducible a ellas, después de salir. Labrador que explota maravillosamente un suelo pobre a fuerza de labor dura y continuada, sin otro maestro que la tradición ni más ayuda que los brazos vigorosos. "Las buenas prácticas para la alternativa de su cosecha están tan bien entendidas, sobre todo en Guipúzcoa; trabaja aquí el hombre tanto para preparar la tierra y lo hace con tal curiosidad, que sólo falta... que respetara más el arbolado" (Los Vascongados: su país, su lengua y el príncipe L. L. Bonaparte..., por Miguel Rodríguez Ferrer). "En Guipúzcoa siglos ha que no descansa tierra alguna, ninguna hay que sucesivamente no dé dos frutos al año; trigo y lino, maíz y nabo; y el trigo y el maíz con grandísima lozanía. Eso será debido al modo con que lo cultivan" (Larramendi). Hombres y mujeres participan en esta tenacidad que Campión cree patrimonio del varón: "Pero las más amables y dulces prendas del ánimo, la confianza de que abusa la intención perversa, la piedad, la ingenuidad de los afectos, no excluyen otras -para Campión-más varoniles; la constancia, la seriedad del concepto de la vida, la irrevocabilidad de los propósitos, la tenacidad en su prosecución, la templanza del ánimo que no da lugar al miedo físico ni a la cobardía moral, templanza que cubre de estoicas amazonas los muros destrozados de Fuenterrabía y llena de santas vírgenes los hospitales de la Caridad".

Que aunque distintas en el sexo nombres
En el valor se igualan con los hombres

Así lo dijo Tirso, y así lo repite la historia, admirada y enternecida [La prudencia en la mujer, acto 1.°, de Tirso de Molina]. Pero la tenacidad, llevada a sus extremos, puede malograr los objetivos: En una feria de ganados de Guernica, Marquina, Tolosa... Se discute largamente una transacción. El vendedor tiene una cifra en la cabeza y el presunto comprador otra distinta. Hablan y hablan y miran y remiran a la vaca. El "bai, baña" se repite constantemente. Apártanse del animal unos pasos para seguir contrastando sus respectivos argumentos. Tornan a acercarse a la vaca y a mirarla de nuevo mientras siguen discutiendo como si se tratara de apelar al buen juicio del animal. Se van a la taberna próxima, y, ante un jarro de vino, recapitulan lo tratado reposadamente para separarse muchas veces sin haber llegado a un acuerdo, posiblemente por una diferencia irrisoria. Pero, es que en realidad el precio ha pasado a un lugar secundario en la discusión. Muchas veces la vaca vuelve a su establo mientras el dueño camina a su lado, disgustado seguramente por no haberla vendido, pero satisfecho al mismo tiempo por haber sabido mantener sus puntos de vista. En este caso la terquedad vasca ha seguido un rumbo desinteresado, casi romántico. Se ha malogrado una operación mercantil, pero han quedado incólumes un concepto, una apreciación, siquiera sean referidos a un vacuno. Probablemente ese prurito está diluido en la pulpa misma de la personalidad vasca, dándole un punto de sabor, lo mismo en esas manifestaciones menores como en otras de mayor volumen y excepción. La hazaña de Elcano, es decir, los brazos que la civilización tiende por la redondez del planeta, es consecuencia en parte de esa entereza en el propósito. El navegante vasco toma para si la responsabilidad de aprisionar la tierra en una nueva ruta cuando la empresa iniciada por Magallanes había quedado varada en todas sus vicisitudes. Vemos aquí, pues, a la terquedad vasca enfrentándose con una adversidad vestida de imposible (Víctor Ruiz Añibarro).

Satira. Zuloaga y el pueblo guipuzcoano. El pintor de Eibar, en su casa de Zumaya, obsequió al viajero irlandés W. Starkis que le visitaba posiblemente entre el 1931-34, con un suculento banquete. No olvidando que Starkis iba tocando su violín por los pueblos para lograr financiarse, Zuloaga le explicaba:

"... me alegro que haya usted venido a este país, dado el arte que practica. En Guipúzcoa abundan cantores y poetas, que también suelen ir vagando de pueblo en pueblo al son de sus baladas e improvisando canciones. No será extraño que tenga usted que competir con algunos de esos versolaris que improvisaban una canción en una posada ante una concurrencia en la que siempre suele haber algún rival. La costumbre es que, cuando uno improvisa, el otro le dé respuesta improvisando también. Después de una larga porfía sobre cuál de los dos lo hace mejor, el público declara a uno de ellos vencedor. Si usted tiene ingenio para inventar canciones satíricas, que son las que más gustan en este pueblo, podrá usted sacar mucho dinero..."

El culto a la fuerza física. En pocas partes del mundo se admira tanto al hombre forzudo como en el País Vasco, Sobre todo en las gentes del campo, el hombre de músculos potentes suele ser una especie de ídolo popular. Los habitantes de aquellas montañas, tranquilos y circunspectos por lo general, no pueden por menos de dejarse llevar del entusiasmo ante las manifestaciones de los forzudos, que vienen repitiéndose desde hace siglos con el mismo éxito renovado y que conservan sus formas primitivas sin que el desarrollo del deporte las haya modificado poco ni mucho. Apenas hay un pueblo en tierra vasca que no tenga cuando menos uno de ellos. Guipúzcoa es una rica cantera de forzudos. Puede decirse sin exagerar demasiado que el pueblo guipuzcoano, grande o pequeño, que no posea uno de esos personajes para servir a ese prurito propio de una comunidad étnica que ha conservado a través de las edades algo de los albores mismos de su vida, carece de una característica distintiva o la ha perdido lamentablemente en su marcha por el tiempo. Los más insospechados medios son ideados para procurarse esta clase de emociones. En Andoain (Guipúzcoa), el forzudo Echániz, por ejemplo, levantó hasta un hombro, con una sola mano, una piedra de 125 kilos; con las dos manos se colocó sobre la espalda una bolsa del mismo peso; utilizando ambos brazos despegó del suelo un barril de 800 Kg.; resistió luego la arrancada de una pareja de bueyes impidiéndoles avanzar en su primer impulso en el momento que eran azuzados con los akullus. Y, por último, con un solo brazo resistió el empuje de seis hombres, que tiraron de él sin lograr moverlo. En Astigarraga, otro pueblo de Guipúzcoa, dos forzudos compitieron con una pareja de bueyes en una prueba consistente en arrastrar una piedra de dos mil Kg. Los hombres consiguieron deslizarla en un tramo de 400 m., mientras que los bueyes se detuvieron impotentes antes de alcanzar esa distancia. Y otras mil formas más, desde el clásico levantamiento de piedras hasta el corte de troncos de árboles, modalidad que incluye en alto grado la destreza y que creó el bellísimo tipo del aizkolari, constituyen otros tantos vehículos de expresión de este milenario tributo popular a la fuerza. Naturalmente, donde el forzudo se muestra con toda su significación es en su propio medio originario. Es allí donde hay que considerarle, rodeado de esa pasión sencilla por la fuerza nacida cuando el pueblo era todavía niño y que por ello, al conservarse, mantiene una especie de aire infantil. Acaso es la fuerza lo que en la infancia se admira más sincera y limpiamente. Levantar una piedra del mayor peso posible, poseer una pareja de bueyes que arrastra una mayor carga que las otras parejas del lugar..., he ahí unas apetencias sencillas que pueden contribuir legítimamente a la felicidad de los hombres y aun de los pueblos de alma sana. [Víctor Ruiz Añíbarro, en "El Pueblo que baila"]. El poeta guipuzcoano Gabriel Celaya canta a la fuerza y al ritmo de aizkolaris y remeros, a esa entrega en cuerpo y alma, a esa atmósfera de silencio expectante o de clamor:

Yo he visto a un aizkolari con las manos sangrantes
y he visto que, aunque muerto, seguía golpeando
no sé con qué energía.
¡Sí, yo le he visto a Arriya!
Yo he oído el gran silencio del público expectante,
y el corazón de todos pulsando la victoria,
latente, concentrado,
sonando con lo claro de aquellos troncos secos
que un ritmo iba golpeando.

***
El ritmo lento y hondo, seguro,
acompasado de una triunfal palada.
Los pechos respirando la anchura de los mundos,
y el corazón en alto,
y un clamor en Igueldo, y en Urgull, y en el muelle,
y todos los pesqueros tocando las sirenas
al ver que, ya por puntas, ganaban por dos largos.
Ganaban... ¿Qué ganaban?
El orgullo de ser poderosos y sanos.


La influencia de Bayona entre los guipuzcoanos.
Sobre ella dice Arteche (Arteche, 1958): "¿Y quién duda que la influencia de Bayona y la influencia del país vascofrancés penetra ostensiblemente en el territorio guipuzcoano y en un largo sector a lo largo de la raya de Navarra, y lo mismo a la inversa? El mercado de Bayona tuvo gran importancia en todo ese territorio hasta el establecimiento de las aduanas en la frontera de Irún. El mercado de Bayona regulaba los de Guipúzcoa y los del norte de Navarra. Los habitantes de la región de Oyarzun, en Guipúzcoa, distinguen el ifarra, el fino viento del Norte, del Bayonako atzia, el viento de Bayona, el tempestuoso viento Nordeste. Y en otro orden de cosas el ejemplo puede parecer banal, pero tampoco está de más recordar, como una muestra más de independencia, que los pelotaris de un lado y otro de la raya actuaran siempre y siguen actuando aquí y allí sin restricción alguna. Y ¿quién duda también que esa influencia no benefició y beneficia extraordinariamente a los guipuzcoanos? El guipuzcoano es el más diplomático de los vascos. El vasco es hombre de una sola cara, pero el guipuzcoano es el vasco capaz de sonreír con esa única cara. La frontera es una perpetua experiencia. La frontera siempre está insinuando, siempre está enseñando."