Sailkatu gabe

GIPUZKOA (SOCIEDAD TRADICIONAL)

Indumentaria.

La constancia de la especificidad del traje guipuzcoano es difícil de hallar si no es en testimonios de viajeros o en documentación ordenancística tanto civil como eclesiástica. El tocado corniforme o tontorra, común a la indumentaria de vizcaínas y laburdinas, es utilizado según se desprende de las Ordenanzas municipales de Deva de 1434 que disponen que ninguna mujer llevará en el tocado más de treinta y un varas de lienzo delgado, ni más de seis de lo gordo o grueso, ni adornadas con oro ni seda alguna, so pena de dos doblas de oro de la moneda de la banda castellana. El 30 de junio del año 1500 fue dirigida al Corregidor de Guipúzcoa una Real Cédula a instancia de la misma. Dice así:

"Sepades, dice, que por parte de esa dicha provincia nos fue hecha relación por su petición, diciendo que en ella así hombres como mujeres suelen traer sortijas, cabos de agujetas, conteras de espadas, puñales y cuchillos de plata, según la costumbre de la tierra: que asimismo las mujeres casadas, mozas y niñas suelen traer en los cuellos cadenas, agnusdeis y sortijas de oro y plata, y en los briales platas, botones, moras y chapaduras de plata: que visten mantos de seda, algunos en forros de tafetán, y otras semejantes cosas sin de orden alguna, porque estos guardan y tienen de padres a hijos, etc."

El Corregidor de Guipúzcoa, para mantener su prohibición de los citados adornos y prendas se basaba en la observancia de una pragmática de los Reyes Católicos de España, pero nuestras Juntas protestaron de ello recurriendo el Rey. En esa misma Real Cédula se ordenó que con respecto al uso de los adornos de oro y plata mencionados, mantillas, capotes de seda, tocados de las mujeres y joyas se guardase la costumbre del país, pero entendiéndose que saliendo los guipuzcoanos de su territorio regia también para ellos la pragmática antes citada. Navajero, embajador veneciano ante Carlos V, dice: "Van las mozas de esta tierra, hasta que se casan, con el pelo cortado, dejando solo para adorno algunas mechas, y la misma costumbre en Vizcaya y en Guipúzcoa". La alusión al tocado corniforme parece hallarse, sin embargo, en este otro pasaje:

"Envuélvense la cabeza en un lienzo casi a la morisca, pero no en forma de turbante, sino de capirote, con la punta doblada, haciendo una figura que semeja el pecho, el cuello y el pico de una grulla: este tocado se usa en toda Guipúzcoa, y dicen también en Vizcaya, variando solo en que cada mujer hace que el capirote semeje una cosa diversa."

En los acuerdos de las Juntas Generales celebradas en la villa del Zumaya el año 1566 se vela por la diferencia:

"Este día se presentó en la dicha Junta una petición por parte de Juan Ibáñez de Lapazarán, Alcalde de la villa de Azcoitia, que dice en ejecución de la ordenanza de Cestona e limpieza de Guipúzcoa manden que las mugeres forasteras se vistan el trage de donde son naturales y la provincia asista a ello contra la cual se presentó otra petición por parte de Martín de Eguzquiza e consortes pidiendo que la causa se remita ante el señor Corregidor donde pendía. La Junta remitió el dicho negocio al señor Corregidor donde las partes sigan su justicia e no tenía la Provincia que ver en ello."

La tontorra, que subsistió en el siglo XVII, fue sustituida por la toca. "La toca en lo antiguo -dice Gorosábel- era un signo de las mujeres casadas, de las viudas y de las solteras que, habiendo tenido algún desliz hubiesen parido, como con toda claridad resulta de las actas de las Juntas Generales de Cestona de 1581. Atendiendo este Congreso a que muchas mozas que habían tenido semejante flaqueza andaban sin tocas en hábito de doncellas, de que redundaban pleitos injustos y otros inconvenientes, acordaron que siendo público el hecho, las justicias tuviesen cuenta de que las hiciesen señalar, para que se supiese por todos cómo habían errado. Las mismas Juntas decretaron que éstas tales solteras no trajesen manto ni ropa que llevase seda alguna, a fin de que fuesen distinguidas de las doncellas, personas honradas y casadas. Pero por efecto de las modas va cesando igualmente esta distinción, confundiéndose todas las clases y estados de la sociedad, en lo cual en verdad no gana mucho ésta en cuanto se ha acrecentado notablemente el lujo por más que tampoco merezca aprobarse el establecimiento de distintivos para las jóvenes constituidas en aquél caso." Ya en el siglo XVIII vemos otra disposición guipuzcoana contra el lujo en el traje decretada por sus Juntas Generales, reunidas en la villa de Azcoitia. En ellas se ordena el cumplimiento de la Real Pragmática de 1723 y se prohíbe además el uso de todo género de bordados de seda en uno y otro sexo, así que todos los tejidos costosos de seda de fuera del reino, vestidos galoneados, chupas, briales y casacas de tisú. El mismo decreto señaló el término de ocho años, para que las personas que tuviesen tales vestidos los usasen y gastasen durante él, con prohibición de hacer nuevos de semejante clase. El rey confirmó estas disposiciones mediante Real provisión del Consejo de 30 de noviembre de 1747. El Diccionario Geográfico-Histórico de la Real Academia de la Historia, del año 1802, describe los trajes de los habitantes de Guipúzcoa correspondientes al final del siglo XVIII de esta forma:

"El traje de las gentes del campo es muy modesta y aseado; los hombres comúnmente se visten de calzón blanco de lienzo del país, de paño de Chinchón o de Segovia, abarcas de cuero muy curiosas, montera de paño de diferentes formas según el uso de los pueblos, chamarretas de cordellate encarnado y ongarinas de paño. Los propietarios de las casas cuando tienen que ir a concejo, usan vestido militar de paño negro y medias blancas, y el mismo llevan a las juntas generales de la provincia los apoderados de los pueblos, sobre el cual hay ordenanza corfirmada. Las mujeres se visten ordinariamente de sayas de bayeta de diversos colores de calamaco, de jubones, casacas y chambras de lo mismo, de olandilla o lienzo pintado; el calzado es también de abarcas; las casadas traen la cabeza cubierta con tocas de lienzo delgado o de beatilla del país; las solteras llevan el pelo en trenza con cintas de diversos colores, y si alguna ha caldo en fragilidad, cubre la cabeza con toca (parecida a la de las monjas, con una borla en la frente), según antigua costumbre que ya sólo se observa en los pueblos cortos. Los caballeros, las clases acomodadas y los artesanos visten según el uso común, que varia todos los días. Las mujeres guipuzcoanas se dedican en el invierno a hilar y tejer lienzos, de los cuales algunos son muy delgados y pintorescos, especialmente el que llaman beatilla, que se asemeja a la gasa, y sirve para tocas de las mujeres, sobrepellices y cosas delicadas. También hacen otros lienzos, calcetas y gorros que se extraen para América, en donde tienen mucha estimación. No conocen los habitantes de Oñate las necesidades del lujo; su traje es aliñado y sus modas." Dice Gorosábel que "en lo antiguo los hombres de todas las categorías gastaban en Guipúzcoa calzón corto, unos de seda, otras de paño, quiénes de lienzo según su respectiva clase. Los particulares, caballeros o gentes principales de las villas, usaban también casacas y chupas de seda y tisú de valor, medias blancas de seda, capas de rico paño y aun de grana, sombrero encandilado o de tres puntas, y ceñían espadín en actos de gala. Dicha clase de personas gastaba también zapato con hebilla de plata, oro, o bien dorada. Consiguientemente, bien se puede comprender lo mucho que debía importar el coste semejante de vestir; pero al mismo tiempo hay que tener presente que estos ropajes eran de larga duración y se heredaban de padres a hijos y aun a nietos. Los particulares usaban también coleta, que se tenia que peinar y empolvar diariamente; los que no lo eran, dejaban crecer la cabellera, que caía por detrás hasta la mitad de la espalda. Cuán molestos y costosos debían ser ambos estilos, esto es, el calzón corto, coleta y pelo largo, se halla a la vista de cualquiera. Por eso desaparecieron durante la época de la guerra de la independencia (1808) a imitación de los franceses que los abandonaron, empezándose entonces por primera vez a usarse en Guipúzcoa el pantalón largo y pelo corto, al propio tiempo que se desterraron los sombreros encandilados y espadines en particulares. Las modas sencillas de los vestidos, al paso que cómodas, han prevalecido completamente sobre los usos antiguos en todas las clases y categorías de la sociedad."

M. A. de Anguiozar (R. de Berraondo), autor de una serie de estudios sobre la indumentaria reproducida en grabados y dibujos y documentación diversa, completa la descripción de la vestimenta guipuzcoana entre los siglos XIX y XX. En el último tercio del siglo XIX, dice Anguiozar que:

"El clásico txapelaundi de cabello largo se nos presenta de zamarra al brazo, chaleco muy corto sobre blanca camisa de ancho cuello caído, pantalones remendados con petachos, gran faja al cinto, makilla cruzada en la espalda y abarcas por calzado. La mujer va tocada con pañuelo sujeto a la nuca y bajo el cual penden dos espesas trenzas hasta la cintura. Sostiene en la cabeza la típica herrada, mientras con la diestra alza graciosamente una punta del mandil que cubre parte de la falda. El airoso corpiño con mangas, cerrado delante por cordones entrelazados, ciñe y abriga el busto, y sus pies se resguardan dentro de abarcas cuyos cabos suben sobre la media de lana rodeando los tobillos."

[Anguiozar: Aldeanos del valle de Loyola, E. Alde, 1928]. He tomado tres tipos guipuzcoanos para dar una idea aproximada del aspecto físico, y hasta se puede decir moral, de esta noble raza -dice Mañé y Flaquer en su obra de 1878:

"1.° Aparcero guipuzcoano.- El anciano es un octogenario que vivía en un caserío cerca del límite de Navarra. Aunque representa a un hombre ya entrado en años, se nota en su semblante y en su actitud un vigor que no suelen tener a su edad los habitantes de las ciudades. Cubre su cabeza un sombrero de fieltro ordinario; viste chaqueta de pana oscura, y sobre sus espaldas caen largas guedejas de su aún poblada cabeza. El chaleco es de la misma tela que la chaqueta; ciñe su cintura una faja de lana azul oscura y por entre ella asoma la camisa blanca de lienzo del país. El calzón corto es de pana azul muy oscura; cubren sus piernas medias de lana gris y calza alpargatas en forma de zapato.
"2.°
Joven lezotarra.- La joven es de Lezo, de veinticinco años de edad, y aparece sentada en una silla rústica de mimbres, de las que se suelen fabricar en las mismas caserías. Se ocupa en hilar lino del país, que regularmente sirve para tejer la ropa blanca que forma parte de su dote. Peina al estilo de las sirvientas, con las trenzas caídas a la espalda, cubiertas coquetamente en el arranque de la cabeza con un pañuelo de hilo negro listado en blanco. La chaqueta, que aquí llaman marinera, es también blanca; el pañuelo que cubre sus hombros es de seda, amarillo anaranjado, con puntas coloradas, de forma circular. El vestido es de percal, color chocolate, y el delantal morado, con listones blancos. Calza alpargatas blancas, de hechura de zapato, con un bordalito de lana de colores en la parte superior.
"3.°
Mozo donostiarra.- El grabado que sigue representa a un joven de veintitrés años, del término municipal de San Sebastián, nacido en el caserío Errota-txiki, que se halla situado en la margen derecha del Urumea, a poco más de un kilómetro del puente de Santa Catalina. Lleva el joven en la cabeza la boina azul, característica del país; la camisa de hilo blanco con cuello y puños doblados aparece debajo de su chaleco de paño negro. Hay que advertir que en la montaña los jóvenes labradores no llevaban el cuello y puños de la camisa doblados, lo cual era ya una especie de lujo, ni el chaleco tan cerrado. La mano izquierda del mozo, que es mayorazgo de buena casa, descansa en la faja, cuyas puntas salen por debajo y caen un poco hacia el lado izquierdo. El pantalón es de dril, de género de hilo listado. Calza abarcas, cuya cinta o cuerda sujeta el peal o mantilla, envoltorio de lana ordinaria, que cubre los pies y las piernas."

Morales de los Ríos, al trazar la portada para el Diccionario de Aizkibel, describió en 1883 la indumentaria popular de una familia goyerritarra:

"El hombre viste de zamarra de punto azul con bordes y borlones rojos, camisa de lino, calzón rayado de la misma tela, abarcas y pantorrileras de lana rayada, que es el traje actualmente más común desde las Encartaciones a Zumárraga. La boina es roja, y tiene en la mano el makilla, mientras a su lado yacen las layas de la labranza. La mujer lleva en la cabeza la henada y bajo el brazo varias mazorcas de maíz; va ataviada con el traje comúnmente usado hoy en las provincias hermanas. El mutil viste un traje que transige ya con lo moderno, como el de la mujer parece transigir también con su pañuelo escocés de Rentería o Tolosa. Viste boina roja de tamaño diminuto, camisa y chaleco hechos con restos del que llevó su padre cuando era mozo y se vestía aún del traje de los praskus, pantalón de lino, tejido en las veladas de la casería, medias de hilado azul confeccionadas por la abuela, y alpargatas blancas. Lleva en bandolera el zurrón de lona con los sencillos libros escolares, algunas que otras migas de artoa, una sagarra y algún grillo que se ha propuesto domesticar durante las horas de clase."

En 1880 un labriego vasco iba en mangas de camisa, descubierto el pecho, chaleco corto, chaqueta echada sobre el hombro, pantalón de lienzo sujeto en la cintura por ancha faja y remangado hasta la rodilla, calzado de alpargatas, pipa a la boca, makilla en la diestra, y la hoz y una cuerda que le sirvió para atar el ganado, en la izquierda. [Ref. Anguiozar: Tipos guipuzcoanos, "E-Alde", pp. 401 y ss.]. En los años 20, alcaldes de la región ataviados con la ceremoniosa capa y con el oficioso sombrero de copa, asistieron a los funerales de un presidente de la Diputación de Guipúzcoa. Llegó el día en que la capa y el de copa se exhibieron como una cosa de ritual, como las pelucas blancas de los magistrados ingleses. En fotografías de comienzos de siglo vemos a los componentes de los Ayuntamientos guipuzcoanos de Asteasu, Legazpia, Orendain, Oreja, Lazcano, Gaztelu, Leaburu, etc., presentarse de capa y sombrero de copa, indumentaria reservada para los actos solemnes. [Anguiozar: Un personaje guipuzcoano, "E. Alde", 1926, pp. 201-203].