Sailkatu gabe

GIPUZKOA (SOCIEDAD TRADICIONAL)

Diversiones.

Danza. Los parámetros religiosos marcan estrechamente a esta sociedad civil pero no pueden con la danza vasca que, pese a ser anatemizada desde el púlpito, hallará en el jesuita Larramendi su defensor más encendido. Iztueta (Iztueta, 1847), discípulo de Larramendi en lo tocante a este extremo, publicará, en 1824, un tratado que llegará a ser clásico sobre la misma. De todas las diversiones que describe, es la danza, junto con las apuestas, la que atrae más a hombres y mujeres. Se bailaron en la plaza pública (plaza agirikoetan) viejas melodías (soñu zaarrak) cantadas acompañadas de tamboril al que luego se habría añadido el silbato (txilibitua). El ritmo de estas danzas es complicado ya que no son de la misma medida (neurri batekoak ez diralako) por lo que tiene que aprenderse cada melodía, analizándola en sus trozos y compases (zenbat zati eta zenbanak kompasekoak). Madoz (Madoz, 1845-1850) describe así estas danzas:

"Todos los domingos y días festivos se juntan en la plaza pública los hombres y mujeres á bailar al son del tamboril y silbo, instrumento propio y peculiar del país, que algunos autores creen ser la famosa Vasca tibia de los ant., como si dijéramos la flauta de los vascongados: los tamborileros están pagados por los ayunt. Los bailes son graves y magestuosos, especialmente cuando lo empiezan los hombres solos, ejecutando muchas ceremonias y cortesías hasta que les presentan las mujeres, que entonces empiezan á bailar los que se llaman zortzicos. Ademas de este baile comun hay otros como el broquel danza, el bordon danza que se baila en Tolosa en memoria de la batalla de Beotibar; la espata danza ó danza de espadas en los días del Corpus y de los santos patronos de los pueblos. El año de 1660 en que Felipe IV asistió á la procesion del Corpus que se hizo en San Sebastian, bailaron esta danza de espadas 100 hombres, y hubo otra comparsa de 500 bizarros mancebos, segun el diario del viaje del mencionado rey, que publicó un oficial de la secretaria que le acompañó con este objeto."

Juegos. El tiempo libre de domingos y fiestas suele invertirse también en juegos tales como la pelota (pillota), palanca (palanka), bolos (bolan), brincando (saltoka), con novillos (idixkoaerekin), luchando (burruka), etc. Por la mañana, sin embargo, la Misa Mayor (Meza Nagusi) corta toda actividad; cierran todas las tabernas (ardandegi), sidrerías (sagardotegi), tiendas (denda) y otros lugares dedicados a la compra-venta, y en la plaza no puede jugarse pelota o palanca, ni danzarse hasta que acaben los oficios. La participación femenina en los juegos está demostrada por diversos autores como Madoz (1845-1850):

"Las mujeres son graves, honestas, aseadas y varoniles; particularmente las que habitan en la costa del mar. Sobresalen entre estas las del puerto de Pasages y sus inmediaciones, tan diestras en el manejo del remo, que el año de 1660 escribió el duque de Medina de las Torres á la c. de San Sebastian, enviase 12 de ellas para divertir á Felipe IV en el estanque del Buen Retiro, pues las vió remar con admiracion en Pasages cuando fué á entregar la infanta Doña María Teresa para reina de Francia. Las proezas de las mujeres de Fuenterrabia en el sitio que sufrió en 1638, las refiere Moret; y para mayor prueba de carácter varonil de las mujeres guipuzcoanas, se han visto entre ellas algunas que jugaban muy bien á la pelota; y todos se acuerdan de un partido que á principios de este siglo jugaron 2 de ellas en Hernani, al cual concurrieron muchos vecinos de la comarca."

Para mayor abundamiento sobre juegos y deportes véase Aguirre Franco, R.: Juegos y Deportes Populares vascos de esta "EGIPV".

Romerías:

"Las romerías constituyen una continuada y amena diversion en la estacion hermosa, pues ademas de la que en cada pueblo se celebran, hay las que podemos llamar generales, porque atraen una numerosa concurrencia de casi toda la prov. Tales son la de San Juan de Tolosa, la de San Ignacio en Loyola (vistosísima) la de Aranzazu que ha estado interrumpida desde el sido 1834, la de San Roque en Deva, la de Arrate el 8 de setiembre, la de Lezo el 14 de agosto, y otras muchas que fuera largo referir."

La Apuesta. El motor de las pruebas, juegos y desafíos guipuzcoanos se halla en la apuesta que alcanza, según la descripción de Iztueta (1847), aspectos de tragicomedia.

a) En la pelota, reina de los deportes vascos, los guipuzcoanos despuntan entre los primeros. La afición es generalizada, desde los prepotentes (aundizki) y curas (apaiz) hasta los trabajadores (langillea). En los partidos se cruzan las apuestas de miles de onzas de oro (onza urreak millaka jokatzen). Amén de dinero se juegan cosas tan vitales como camas enteras con su ajuar edredones y colchones que se exponen, a la vista de todos, colgados de los chopos cercanos al frontón, como en el célebre partido de 1720 entre guipuzcoanos y navarros en Hernani. Se registra también la costumbre de relatar en versos (hitz neurtuak ifintzea) los acontecimientos pelotísticos más destacados a fin de que se conserven y trasmitan a las nuevas generaciones (ondorengoak ere gogoan izan zitzen).
b) La pasión por la apuesta se pone también de manifiesto en las pruebas de arrastre de bueyes (
idi-apustu); de tres años a esta parte -dice Iztuetase han jugado en la plaza de Azpeitia más de 160.000 reales, en su mayor parte por labradores sometidos al régimen de inquilinato (bizi diran maizter jende nekazariena).
c) Cinco onzas de oro apuestan dos propietarios en el rústico Amézqueta sobre la posibilidad de que un selvático mocetón de 18 años domine a un enorme toro hasta hacerle besar el suelo agarrándolo por las astas y cola. A modo de jueces actúan el alcalde (
alkate jauna) y dos hombres maduros y respetables (itzal andiko gizon eldu biña).
d) Una onza de oro y diez ovejas, cada pastor, es la condición de otro famoso desafío relatado por Iztueta consistente en luchar con un mastín feroz. (También menciona luchas de hombres contra hombres pero no describe ninguna)
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Es, pues, la apuesta una arriesgada pasión generalizada y dotada de una aceptación social más que regular, inexplicable si calculamos sus posibles consecuencias, que en la exposición de Iztueta quedan en la penumbra:

"En verdad, tan alegres como las vestimentas que portan van los labradores guipuzcoanos a los partidos y apuestas, con los ocho ducados que llevan escondidos en secretas faltriqueras; a los cuales se suele ver con frecuencia, y ello pese a no disponer de otro porvenir que el que les proporcione sus fatigas y sudores, arriesgando onzas de oro de cinco en cinco, de diez en diez y de veinte en veinte, cada uno por su favorito. Y el que no dispone de dinero en ese momento juega sus bueyes, vacas, mulas, caballos, cabras, ovejas y cualquier cosa que tenga a mano. Incluso hemos llegado a ver en las plazas a hombres hechos y derechos apostar su traje, zamarra y faja, apostando por uno u otro".

Bertsolarismo. La improvisación de versos (hitzneurtuak) es otra de las diversiones más arraigadas. La versificación es en octavas (zortzikoan) o en otras medidas (edo edozein neurritan), improvisada (supituan) y cara a cara (aotik aora). Median las apuestas, en dinero o en especies, y el número de improvisadores puede combinarse uno a uno (buruz buru), (bi bitara) y cuatro a cuatro (lau lauren kontra). Los improvisadores suelen ser pastores, labradores o carboneros, todos ellos iletrados. Cuando Iztueta (1824) habla de los bertsolaris, y casi exclusivamente de los bertsolaris guipuzcoanos, nos presenta un fenómeno popular tan lleno de madurez, tan arraigado en el país y tan exigente en su métrica, que queda descartada cualquier hipótesis de novedad, por más que escaseen las referencias y materiales anteriores. Distingue Iztueta claramente las dos vertientes del bertsolarismo: la de improvisación, con la modalidad entonces vigente del desafío, y la de composición de estrofas sobre diversos temas y con deseo de perduración. La primera generación conocida de bertsolaris guipuzcoanos es la de Fernando Amezketarra, Txabolategi, Zabala, Ametza, Pastor Izuela, el mismo Iztueta... En el primer tercio del siglo pasado los bertsolaris comienzan a imprimir sus composiciones en hojas volantes y a divulgarlas. Nace asi el bertso-papera, el pliego con estrofas, impreso en San Sebastián, Tolosa, Azpeitia, Irún, Eibar, Rentería..., y que un vendedor, bertso-saltzalle, distribuía en ferias, mercados y fiestas, y cuyas estrofas se cantaban en caseríos y tabernas. Los temas son extraordinariamente variados: religiosos, con explicación de dogmas, vidas de santos, misiones populares, comentarios de la pasión...; deportivos, con relaciones de partidos de pelota, de regatas, de apuestas de aizkolaris, levantadores de piedra, segalaris...; políticos, con proclamas de partidos, opiniones personales, polémicas... En tiempo de guerra, hay descripciones de batallas, arengas, llamadas a la paz... Abunda también la poesía amorosa, las disputas de novios, la picaresca... Todos los aspectos de la vida popular están rescatados en estas composiciones, pero retratados por el mismo pueblo, por su protagonista, lo que confiere a estas estrofas la mayor autenticidad. La primera guerra carlista (1833-1839) ahoga de momento el bertsolarismo de plaza, pero fomenta las composiciones impresas, por exigencias de la propaganda. Después de la guerra aparece otra generación de bertsolaris: Xenpelar, Bilintx, Ardotx, Patxi Bakallo, Larraburu, Zakarra, Iparraguirre... La segunda guerra carlista (1872-1876) influye de la misma manera que la anterior: pone dificultades al bertsolarismo de improvisación y da fuerza a las composiciones escritas. Surge, con la paz, una generación nueva: Udarregui, Pello Errota, José Bernardo y Pedro María Otaño, Manuel Antonio Imaz, Zubizarreta, Estrada, Errikotxia, Pedro Santa Cruz, Lexoti... Según va envejeciendo esta generación, va siendo sustituida por otra: Txirrita, Gaztelu, Fermín Imaz, Juan y Pello Zabaleta, Lexo, Motza, Iturzaeta, Zubizarreta, Mendaro Txirristaka, los hermanos Zapirain... Después de la primera guerra carlista hubo un buen momento para el bertsolarismo. El movimiento vascólogo de aquella época simpatizaba con él y lo favorecía. Pero viene el purismo, que no quiere permitir en el euskera ninguna palabra de origen extraño. En consecuencia, los bertsolaris, con un lenguaje espontáneo y cargado de voces adoptadas, son despreciados y arrinconados. Fue don Manuel Lecuona el primero en denunciar esta injusticia, en su conferencia sobre la poesía popular vasca, pronunciada en Bergara en 1930, y en su libro Literatura oral euskérica, 1936. Le secundó Aitzol, con la organización de los primeros campeonatos y sus esfuerzos por recopilar la poesía popular. Este movimiento queda cortado por la guerra de 1936, que perjudica tanto al bertsolarismo de improvisación como al de composiciones escritas, porque la propaganda ha encontrado, en la radio y el periódico, mejores cauces de difusión. Comienzan después de cantar, superando como se pueda el obstáculo de la censura, Txapel, Zepai, Ernani-Txikia, Uztapide, Basarri... Se les unen después Lasarte, Lazkao-Txiki, José Lizaso, Aguirre, Lazkano, Garmendia, Lexoti, Cosme Lizaso, Etxeberria, Gorro txategui... Y, hoy día, es mayor que nunca el número de bertsolaris que frecuentan las plazas guipuzcoanas. También reaparece el bertso-papera, pero muere en estos años de la postguerra, porque el ambiente es ya muy distinto. Comienzan las revistas vascas y conceden sitio a las composiciones en verso. Brotan entonces nuevos bertso-jartzalles o bertsolaris escritores: Olea, Matxain, Albizu, Salaberria, Manterola, Ayerbe, Arriola, Artetxe, Lete, Manterola, Lertxundi, Xanti Zabala, Rufino, Iraola, Arrieta... Tanto los bertsolaris improvisadores como los escritores siguen las mismas técnicas de versificación, que apenas han cambiado en los años. Esta métrica ha sido en Guipúzcoa particularmente exigente, si bien ahora los bertsolaris de otras regiones han aceptado las normas guipuzcoanas, tanto en cuanto a las rimas como en cuanto a la medida. En comparación con el de otras provincias, el bertsolarismo de Guipúzcoa se nos presenta con mayor vitalidad, especialmente en la zona baja, la tierra de las sidrerías, cuyos límites quedarían trazados por el mar y una línea que pasara por Irún, Tolosa, Azcoitia e Iciar. El mismo dialecto guipuzcoano parece más flexible y acomodado a la versificación. Un bertsolari guipuzcoano, para cantar en público, no tiene que cambiar en nada el vascuence de su infancia; le basta con eliminar fonetismos. Los de otras regiones, en cambio, han de procurar acomodarse al vascuence guipuzcoano. Influye en este fenómeno el que sea precisamente Guipúzcoa la zona en que más concursos de bertsolaris se organicen. De este modo, los bertsolaris, sin ningún bagaje teórico, pero fundamentados en una asidua práctica, han creado un euskera supradialectal, una especie de koiné, que les capacita para cantar y ser comprendidos en todos los rincones del país. También los bertso-paperas guipuzcoanos superaron, en su tiempo, las fronteras provinciales y se derramaron por todas las demás regiones. Así es que buena parte de la poesía popular vasca que puede hoy día recogerse en Vizcaya y la Alta Navarra, por ejemplo, es de procedencia guipuzcoana. Y lo mismo en Lapurdi y la Baja Navarra, aunque en menor proporción. Esta influencia guipuzcoana, basada en un mayor número de bertsolaris, continúa en nuestros días. Pero también es verdad que el bertsolarismo guipuzcoano recibe actualmente una influencia mayor que nunca del bertsolarismo de otras regiones, dada la gran calidad de algunos bertsolaris no guipuzcoanos. En cuanto al futuro, nada tiene de profecía señalar la gran dificultad que el bertsolarismo, en general, habrá de vencer en plazo más bien corto, porque esa dificultad está ya a la vista de todos. Los bertsolaris actuales, aunque muchos de ellos se dediquen a profesiones de otra área, han nacido o se han formado en la cultura tradicional y rural del caserío. El nuevo entorno urbano, en que nacerán y se formarán los hombres del mañana, bilingües ya desde la infancia, ¿no será una dificultad insuperable? De hecho, en los medios cercanos al bertsolarismo se ha registrado ya esta preocupación. Prueba de ello son las escuelas de bertsolaris, montadas ya en diversos puntos del país, y la organización del primer campeonato de bertsolaris en edad escolar, recientemente celebrado en San Sebastián (9-V-1981). El propósito no puede ser más claro: conseguir a fuerza de atención y cuidado lo que antes nacía espontáneamente.