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EUSKARA (IDIOMA VASCO)

DIALECTOS.

Resulta sorprendente a primera vista la abundancia de dialectos vascos en un espacio tan reducido, y llama la atención, asimismo, el grado de diferenciación existente entre ellos. Hay, no obstante, circunstancias que explican esos hechos, que exponemos a continuación.

En primer lugar, el euskara no ha tenido rango de lengua oficial a lo largo de su historia. No ha tenido cabida ni en la enseñanza ni en la administración y, por el contrario, su uso en esos campos ha estado prohibido e incluso castigado durante largos períodos de tiempo.

En segundo lugar, la lengua vasca ha tenido que competir dentro de su propio territorio con otras muchísimo más poderosas que ella; con el latín, con el occitano, con el francés y con el castellano, por lo que se refiere a la parte de la historia que mejor conocemos, y han sido esas lenguas las que precisamente han ostentado el grado de oficialidad.

En tercer lugar, Euskal Herria es un país que ha estado desde antiguo fraccionado. Las provincias situadas al norte de los Pirineos han seguido un curso político, económico, social, cultural y, en ocasiones, hasta religioso, distinto del de las provincias situadas al sur de dicha cadena montañosa. Además, dentro de esas dos demarcaciones principales se observan otra serie de divisiones: la provincia de Zuberoa ha estado en cierta manera aislada de las de Lapurdi y la Baja Navarra y en la parte meridional ha sucedido algo similar con Navarra. En épocas antiguas también Álava y Bizkaia tuvieron una personalidad diferenciada.

En cuarto lugar, y en gran medida como consecuencia de todo lo anterior, el euskara apenas ha sido utilizado en la escritura y no se ha constituido una norma estándar hasta casi finales del siglo XX. O para ser más precisos, han existido modelos de lengua estándar, pero han sido, por lo general, de ámbito más o menos provincial. La primera de ellas se formó a lo largo del siglo XVII en la costa labortana, en torno a escritores como Axular, autor de Gero (1643). En el siglo XVIII emergió el dialecto literario guipuzcoano, basado en el habla del eje Tolosa-Donostia. En el siglo XIX surgieron el suletino y el vizcaíno, éste subdividido en dos variedades: la de Markina y la que podría denominarse 'occidental'. Finalmente, a lo largo de los siglos XIX y XX se desarrolló el navarro-labortano. Todas estas variedades han impedido un mayor fraccionamiento dialectal, pero también han obstaculizado la formación más temprana de la lengua estándar común.

Cabría tener en cuenta, por último, la orografía montañosa del país, que ha dificultado la comunicación de unos valles con otros y ha favorecido el particularismo lingüístico. Un buen ejemplo lo constituyen los valles del norte de Navarra (Baztan, Aezkoa, Zaraitzu, Erronkari…) que poseen hablas bien caracterizadas. También en otros lugares del país encontramos casos similares como, por ejemplo, en el Goierri guipuzcoano o en los valles de Orozko y Arratia, en Bizkaia.