Unassigned

NIÑO, NIÑA (NIÑOS EN LA GUERRA)

III LA REPATRIACIÓN. La repatriación, comenzada apenas se produjo la caída del Norte, constituyó un largo proceso, como se verá a continuación, brevemente. El retorno de las expediciones a Euskadi se hizo de forma lenta, a partir del mismo año 1937. La experiencia del exilio se alargó hasta dos años para la mayoría de los niños. En el caso de los que, forzosamente, se quedaron en el extranjero fue algo que ha durado toda la vida. Muy pronto se desató una fuerte campaña que pedía el regreso de los niños, campaña en la que colaboró activamente toda la prensa franquista (Legarreta, 1987; 201206). Esta prensa se hizo eco de las gestiones que los representantes de Franco llevaban a cabo, haciendo frecuente publicidad del cartel que profusamente se había repartido en Europa con el texto de «Rendez les enfants españols a l'Espagne». Paralelamente, se crearon una serie de organismos para efectuar toda clase de gestiones en el mismo sentido. Además de ciertas personalidades eclesiásticas, los simpatizantes en el extranjero y la citada prensa franquista, se distinguieron en esta acción varias instituciones creadas para acelerar la repatriación. Se constituyó la llamada Delegación Extraordinaria para la Repatriación de Niños, en la que colaboraron la Diputación de Vizcaya, Auxilio Social y las J. O. N. S. Son también dignas de mención las gestiones desarrolladas desde el Secretariado de la Delegación Apostólica dirigida por Mons. Antoniutti, Delegación que, como se sabe, tenía abierta una oficina en Bilbao. A todo esto hay que añadir el eco favorable que estas reclamaciones encontraron en ciertos medios protestantes y católicos de Europa. Así las cosas, el viaje del Padre Enrique Gábana a Gran Bretaña dio como resultado la vuelta de las primeras expediciones, para el mes de noviembre del 37. «Como consecuencia de los pasos arriba indicados, ya el mismo año 1937 se habían organizado tres expediciones desde Bélgica y otras tres de Gran Bretaña. De Francia llegaron dos. El año siguiente aumentó considerablemente el número de niños repatriados. Y se puede decir que en 1939 se daba por concluida la labor. Había retornado al país la mayor parte de los evacuados, con la excepción de la URSS» (Arrien, 1987: 268). Aunque ya había llegado la hora de la vuelta a casa, se sabe que una buena proporción de niños no pudo hacerlo en ese momento, debido, fundamentalmente, a que eran huérfanos, o sus padres se encontraban en la cárcel, o desaparecidos, o simplemente porque sus padres no deseaban su vuelta. Se supone que a finales de 1939 quedaban en Bélgica varios cientos de refugiados, de los cuales muchos pasaron después a Francia y otros retornaron a Euskadi. Francia se había convertido en el centro de reunificación de las familias. Sin embargo, con la llegada de la guerra mundial, se hizo especialmente difícil y complicada la situación del país vecino, y los refugiados buscaron diversas salidas para su situación. Los mayores de 18 años se apuntaron, en número cercano al millar, en la Legión y las fuerzas militares francesas, mientras que otros muchos decidieron emigrar con sus familias a las tierras americanas, sobre todo, a Méjico, Venezuela, Colombia, Chile, Santo Domingo, etc. Tampoco fue fácil la vida de los jóvenes vascos que quedaron en Gran Bretaña, en número cercano al medio millar; en 1939 fueron agrupados en media docena de colonias sostenidas por Basque Children's Committee. En los años siguientes se dispersaron por todo el país, en busca de trabajo; algunos de ellos tuvieron la oportunidad de estudiar con la ayuda económica de la institución «Juan Luis Vives Scholarship Trust», creada en el exilio por el Gobierno Español, pudiendo así obtener títulos en arquitectura, ingeniería electrónica, lenguas, matemáticas, etc. La revista «Amistad» publicada por estos jóvenes ofrece una importante información para conocer su situación, ilusiones y dificultades, así como las actividades culturales desarrolladas a lo largo de varios años.