Unassigned

NIÑO, NIÑA (NIÑOS EN LA GUERRA)

Los niños y los pedagogos acompañantes. Los niños salieron con la debida autorización de los padres. Los padres y familiares, aunque no podían conocer de antemano el lugar exacto de destino, ni el tiempo preciso de permanencia fuera del país, podían decidir y decidían libremente la salida de sus hijos, bajo las garantías dadas por la organización. La prensa mantenía permanentemente informados a todos acerca de cuantas expediciones se estaban organizando. Entre las varias condiciones que se exigían para viajar al extranjero, el requisito de la edad era muy importante y estaba muy vigilado. Los niños no debían superar los quince años; para las mujeres no existía límite de edad. Si grande fue el número de niños exiliados, fue también importante el número de personas adultas adscritas en calidad de acompañantes de las expediciones, al servicio de aquéllos. Este personal estaba conformado por pedagogos, capellanes, enfermeras, médicos y otros auxiliares; su número y proporción podía variar considerablemente de una expedición a otra; en las mejor organizadas, la proporción aproximada de niños que debía atender cada persona mayor era de unos cuarenta. Al parecer, el reclutamiento del personal docente no debió constituir ningún problema para los departamentos encargados de la organización; fueron abundantes las inscripciones realizadas. Se inscribieron indistintamente maestras y auxiliares de toda clase de escuelas y orientación pedagógica. Los maestros varones, en razón de sus obligaciones militares, tomaron menos parte en estas expediciones. Fue importante el papel de este personal por muchos motivos. En primer lugar, dentro del esquema organizativo del exilio, en el que las colonias y agrupaciones infantiles iban a constituir un aspecto fundamental del mismo, era básico y esencial contar con personas responsables y dispuestas para su cuidado y atención. En este sentido, el personal femenino desempeñaría, a la vez, la función de madre, maestra, enfermera y cuidadora de los niños. En cualquiera de los casos, se hacía necesaria la presencia de estas personas, tanto en el viaje mismo como en la recepción y destino, lejos de la ayuda de los suyos, y con costumbres e idiomas diferentes del propio. Las salidas eran verdaderamente emocionantes y multitudinarias. II. La vida en las colonias. El hecho de tener que tratar de la situación de los refugiados en los países de Europa, obliga, en cierta manera, a centrarse fundamentalmente en los informes referentes a las grandes colonias infantiles, de que disponemos; del resto de las organizaciones y de la vida en general se tiene muy poca información, hasta el momento. Aparte de esto, se dan algunas particularidades de interés en cada uno de los diversos países de acogida, y esto tanto en lo que respecta a la organización de los refugios y colonias, como a su administración y financiación.