"El origen virtual de las danzas de palos, se reconoce en el Neolítico de manera unánime por todos los autores estudiosos del tema. Las danzas de palos aparecen simultáneamente al desarrollo de la agricultura y en función de determinadas funciones reflejadas en las pinturas rupestres de la época. Se vinculan, a ritos agrarios de fertilidad de los campos y fecundidad de la tierra, junto a rituales mágicos profilácticos o propiciatorios (...). Los palos se convierten en objetos sagrados, representando el falo penetrando en la madre tierra. Golpeando los palos los unos contra los otros crean un ruido que atrae la atención de los espíritus de la Tierra y, así, estos favorecen la germinación de la semilla."
Aranburu (Aldaia y Villafranca: Danzas de Ochagavía. 300 años de historia. Prólogo, pág. 17)
Con respecto al carácter simbólico de estas danzas, Aranburu expone que es, "en su primigenia directriz, universal y por ello capaz de presentar puntos de conexión formal y funcional con las mitologías de cualquier cultura".
Muchos y notables investigadores de la cultura popular vasca han tomado estas danzas como joya del folclore popular vasco por lo que de ancestral, primitivo y simbólico contienen.