Kontzeptua

Ópera

En 1884 se crea en San Sebastián una obra que la prensa califica de "primera ópera vasca". Se trata de Pudente, cuyo texto había sido publicado en 1879 por Serafín Baroja, y al que puso música José Antonio Santesteban, organista y maestro de capilla, con motivo del carnaval. Después de los extraordinarios festejos, era una costumbre ofrecer varias obras teatrales o líricas, y dos sociedades recreativas unieron sus esfuerzos para montar con los simples recursos locales una verdadera ópera. La prensa señala que, con esto, los donostiarras quisieron demostrar que eran capaces de abordar un campo valorado desde un punto de vista social y artístico, y no sólo de mostrarse como buenos ingenieros.

A partir de esta fecha y fundamentalmente durante medio siglo, aparece toda una serie de obras que se denominan o que son presentadas como "óperas vascas". Por tanto, poco a poco se va formando una definición de este género lírico, de origen aristocrático y de existencia urbana, que se constituye en un país cuya personalidad cultural propia se construye, entonces, en torno a su cultura popular y rural. En esta aparente paradoja yace la legitimidad y el dinamismo del Teatro Lírico Vasco que luego desaparecerá casi a finales de los años treinta del siglo XX debido a la coyuntura política, pero también a los cambios culturales. No obstante en los años 80 del siglo XX se reestrenan algunas obras de principios de siglo, y los últimos años del siglo XX están marcados por creaciones de obras antiguas o nuevas, en ocasiones con un aire diferente.

La ópera vasca tal y como aparece en 1884 no se corresponde con ninguna tradición autóctona: el ejemplo de la pequeña ópera cómica bilingüe, El borracho burlado, creada en Bergara (Gipuzkoa) en 1784 por el Conde de Peñaflorida y sus amigos, no tuvo mucho público. La pastoral suletina es un género por el que comienzan a interesarse los eruditos a finales del siglo XIX, pero que aún no tiene público fuera de su provincia y, por tanto, no pudo influir a libretistas y compositores. En cambio, en los escenarios de las principales ciudades del país, desde Bayonne (Lapurdi) hasta Bilbao (Bizkaia), se presentan con frecuencia espectáculos "para-líricos": revistas que mezclan la sátira local y los aires de las óperas, que hacen participar a los autores y a los intérpretes que se verán a menudo en las creaciones de óperas vascas. Sin embargo, el impulso fundamental es probablemente el europeo: a imagen del vasto movimiento de lo que se llamó "las escuelas nacionales", los compositores y el público vasco desean disponer de una música y, más concretamente, de un teatro lírico que aparezca como la emanación de su cultura, la expresión de su idiosincrasia y la traducción de su identidad particular.