Kontzeptua

Ópera

Una vez pasada la anécdota de la aparición de Pudente en la fantasía del carnaval y la defensa del honor donostiarra, las preocupaciones nacionales van a centrarse rápidamente en la creación de un Teatro Lírico Vasco y no se abandonará esta idea (al menos, hasta una fecha reciente). Para entender bien esta opción, hay que tener en cuenta el contexto socio-político del último tercio del siglo XIX. La segunda guerra carlista (1872-1876) suscita o reafirma en las provincias vascas una toma de conciencia de la identidad, que se traduce en la defensa de la valoración del patrimonio histórico y cultural. Pronto, una teoría política se superpone a las afirmaciones y reivindicaciones culturales. En 1895, Sabino Arana Goiri funda el Partido Nacionalista Vasco (PNV), cuya doctrina se erige sobre dos pilares: "Jaungoikoa eta Lege zarra", Dios y Ley antigua (es decir, el sistema de los fueros, concebido como la capacidad de legislar y, por tanto, la soberanía). Al norte de los Pirineos, las condiciones históricas son diferentes pero, no obstante, se manifiesta la expresión de una personalidad propia, que experimenta una amplia difusión en Europa con el éxito de la novela de Pierre Loti, Ramuntcho.

En todo el territorio se desarrolla el mito del "buen salvaje" euskaldun: se sueña con el Vasco soberano, señor de su casa en una democracia en la que la casa constituye el eje central, feliz con su vida sencilla y en el país que ama, según el cuadro idílico que presenta la célebre canción Nere etchea edo Laboraria (1861) de Jean Baptiste Elissamburu. Poco a poco va tomando forma una imagen: la de un pueblo vasco parapetado en su pequeño país montañoso donde, desde el principio de los tiempos, desarrolló una civilización rústica pero llena de fineza, mediante la cual expresa un estilo de vida, unas costumbres y una sensibilidad características. Así, a ambas vertientes de los Pirineos, se puede constatar un inventario y una promoción de los valores y de las costumbres tradicionales: soporte y legitimación de una afirmación nacional, en el momento en el que están en peligro de extinción debido al mundo moderno, la industrialización y la centralización de los estados.

De esta tarea se encarga el entonces llamado "renacimiento cultural", que se dedica a magnificar la cultura tradicional convirtiéndola en la materia, la sustancia, como se dice en la época, de una literatura, de una música, de un arte que sean al mismo tiempo sabios y vascos. La ópera se considera aún como el género noble y prestigioso, y permite unir en un espectáculo total la música, la danza, el euskera, y los aspectos visuales y narrativos del país. En estas condiciones, no es sorprendente que se haya constituido una de las bases fundamentales de la expresión de la identidad que se manifiesta con fuerza en los primeros años del siglo XX.