Lexique

MEDICINA

Sociedad y enfermedad. La sociedad vasca, posiblemente en menor medida que las comunidades asentadas en otras áreas del territorio peninsular, se vio afectada, desde el siglo XVI hasta la conclusión del siglo XVIII, por dolencias de carácter endémico y asimismo por enfermedades epidémicas, pestilenciales, motivadoras siempre de crisis demográficas en ocasiones graves, de las que nos quedan testimonios documentales suficientes para rehacer su historia.

La enfermedad siempre afectó como particular incidencia a la infancia, lo que explica sus altas tasas de mortalidad y la persistencia en la mente popular, para dar respuesta a tan elevada mortandad, de intervenciones no naturales en su motivación, así el denominado «beguizko» o mal de ojo.

Las informaciones sobre el estado sanitario son a un tiempo escasas y contradictorias, lo que les resta fiabilidad; el Padre Manuel de Larramendi, en su Corografía (1754) y refiriéndose a la provincia de Guipúzcoa ofrece esta favorable estampa: «las casas en todos los pueblos tienen lugares comunes y están las calles aseadas y limpias, no indecentes, asquerosas y fétidas»; por su parte el viajero Christian August Fischer, que visitó Bilbao en 1797, comenta que no obstante ser «la atmósfera de Bilbao y de toda Vizcaya excelente [...] ello no es obstáculo para el padecimiento regular [endémico] de concretos padecimientos»; los «inviernos suaves», añade, «ocasionan a veces fiebres pútridas epidémicas a lo cual pueden contribuir algo los comestibles y la corriente intemperancia. También las viruelas se desencadenan entonces con violencia, tanto más cuanto que los médicos locales son muy ignorantes».

Entre los padecimientos comunes pronto se destacó la tuberculosis, cuya incidencia se acentúa como consecuencia de una incipiente industrialización; ya en 1720 el ayuntamiento de Bilbao acuerda, ante la elevada mortalidad por enfermedades «hécticas y tísicas», se proceda a quemar las ropas de quienes falleciesen, penando su incumplimiento con multa de cincuenta ducados; años más tarde, en 1759, la autoridad municipal de la villa recuerda a sus médicos la obligación de hacer declaración de los afectados por aquella enfermedad.

Referencias similares, todas sobre la de adopción de medidas cautelares ante ciertos padecimientos endémicos, y buscando prevenir con ellas su aparición, las encontramos en los archivos de buen número de villas vascas, habiendo sido ya objeto de estudio las disposiciones aprobadas por los concejos de las localidades navarras de Sangüesa, Lerín y Peralta.

Sobre unas condiciones de vida no realmente óptimas en el aspecto sanitario se abatieron, con regular periodicidad, epidemias cuya naturaleza no siempre cabe precisar, siendo las de la mayor gravedad en el siglo XVI y en la siguiente centuria las de peste; casi siempre las plagas dieron comienzo en otros lugares de la península y llegaron al País Vasco atenuadas, afirmación ésta que tiene una única excepción, la epidemia de peste que se inicia finalizando el quinientos en varios puertos cantábricos para mantenerse en los años iniciales del nuevo siglo y de la que escribió un autor de la época: «todo es horror quanto se mira, y horroriza quanto se oye... Sepultamos los vivos y quedan sin enterrar los muertos».

Epidemias menos graves se sucedieron en el transcurso del siglo XVI y finalizada la que dio comienzo en 15% todavía volvieron a hacer su aparición en el seiscientos. La última amenaza de peste, que no llegó a penetrar en la península, fue la que afectó a la ciudad de Marsella en 1720.

Brotes epidémicos de otra naturaleza tuvieron lugar en diversos centros urbanos vascos con ocasión de la Guerra de Sucesión y ya avanzado el siglo XVIII se repitieron, todas muy localizadas, epidemias de viruela; de distinta índole fue la epidemia de calenturas padecida por la ciudad de Pamplona entre 1781 y 1787 y que describe Manuel Joaquín Ortiz en obra editada en la capital navarra en 1789.

La guerra contra la Convención (1793-1795), con la invasión de Guipúzcoa por las tropas francesas, difunde en la población civil una epidemia de «calenturas pútridas» que primero padecieron las tropas acantonadas en la frontera.