Lexique

MEDICINA

Las rutas jacobeas. El hospital medieval tuvo finalidad diversa y bien diferente de la que de modo paulatino iba a imponerse a tal institución desde el siglo XVI; era el hospital, durante la Edad Media, lugar de amparo que acogía al desvalido pobre,a huérfanos y peregrinos, lo que explica que surgieran hospitales tanto en los centros urbanos, para servicio de sus moradores, como en las rutas de peregrinación y en el País Vasco, continental y peninsular, concretamente en los caminos jacobeos.

Dirigidos por corporación religiosa o cofradía, los hospitales medievales atienden al «cuidado de los pobres» antes que al tratamiento profesional del enfermo; en la mayoría de los documentos fundacionales su destino queda definido con expresiones como «para recoger peregrinos pobres», «para recoger mujeres pobres», «para curar enfermos pobres», «para curar los pobres de ambos sexos»; la vinculación al necesitado resulta siempre manifiesta. Los hospitales pequeños eran atendidos por hospitaleros y sólo los importantes contaban con servicio de médico o cirujano, boticario y enfermeros; su mantenimiento económico los subvenían las rentas que les proporcionaban los bienes fundacionales y la ayuda procedente de limosnas.

De los hospitales vascos medievales disponemos ya de una información suficiente pero que puede todavía ser objeto de enriquecimiento por estudio de archivos municipales y documentación procedente de instituciones asistenciales que sobrevivieron al término de la Edad Media y llegaron siempre con su actividad muy transformada a fechas próximas a nuestro tiempo. Algunos hospitales medievales serían posteriormente convertidos en refugios de ancianos y de huérfanos y expósitos, en los que la política ilustrada del siglo XVIII iba a imponer una más actualizada finalidad dando vida a las casas de misericordia y los orfanatos o casas de expósitos. Buen número de cofradías y hermandades de oficios dispusieron de instituciones asistenciales propias para auxilio de sus miembros.

Capítulo fundamental en la historia de la hospitalidad vasca, continental y peninsular desde la Edad Media lo compone la existencia de una nutrida red de centros de asistencia establecidos en las rutas de peregrinación, las que ya en la península recorrieron el reino de Navarra, desde luego las más importantes, y asimismo las que discurrieron por tierras de Guipúzcoa y Vizcaya y atravesando Álava se unieron al camino castellano. De sus edificaciones quedan, de algunas, restos arquitectónicos y de muchas sólo testimonios documentales, encabezados por el Liber Sancti Iacobi. Los «caminos principales» de peregrinación venían de Burdeos, Périgueux y Moissac y al penetrar en el País Vasco continental el primer establecimiento hospitalario era, según la ruta, el de Garris o los de Osserain y Aroure; es de recordar el gran hospital de Saint-Palais al que seguían los de Ostabat, Harambels y Larceveau-Utziat. Las rutas de peregrinación penetraban en la península por Guipúzcoa y Navarra. De los caminos navarros el primero, el de Roncesvalles, atravesaba Pamplona para ir a encontrarse en Puente la Reina con la ruta que se adentraba en el reino por Sangüesa; desde Puente la Reina, y constituyendo ya un único camino, la ruta discurría por Estella y Viana. El camino guipuzcoano procedía de Bayona y por el paso de San Adrián alcanzaba la tierra alavesa; puertos de mar vizcaínos, como los de Bermeo y Santurce, fueron lugares de arribada de peregrinos que desde Cenarruza tomaban luego distintas direcciones. Más que recordar el detalle de las rutas, importa señalar la razón que llevó a buen número de enfermos a hacer la peregrinación a Santiago de Galicia y el tratamiento que a ellos se les daba en los hospitales del camino.

Al culto al apóstol Santiago se le otorgó un casi omnímodo poder curador; el Liber Sancti Iacobi difundió aquella virtud taumatúrgica al escribir: «curaba a las gentes de todas clases de enfermedades para gloria y alabanza de Cristo»; y a esta afirmación inicial se suma la mención, particularizada, de concretas dolencias que la devoción al apóstol podía curar; tal relación incluye enfermedades cutáneas, como la lepra y la sarna, buen número de dolencias nerviosas, afecciones oculares, pulmonares y digestivas, del aparato urinario, el artritismo y otros padecimientos que constituían solamente síntomas como es el caso de los enfermos calificados de «febricitantes». En su condición de guía para uso de peregrinos el Liber Sancti Iacobi se cuida de notificar los lugares donde se hallaría asilo y las características del amparo que en ellos podía esperarse encontrar. No faltaron albergues que fueron verdaderos hospitales, como el de Roncesvalles, en los que existía enfermería «con vista y relación de médico». Por su origen en los hospitales y albergues de peregrinos pueden diferenciarse los que fundaron órdenes monásticas, los que crearon monarcas y señores, las fundaciones de concejos y los que surgieron fruto de la actuación asistencial de cofradías establecidas en los principales núcleos de población y cuya prosperidad dependía de la actividad comercial suscitada por su situación en las rutas jacobeas.