Sindikatuak

Unión General de Trabajadores (1990ko bertsioa)

La crisis económica de los años treinta. La Central sindical socialista alcanzará su mayor expansión y su madurez organizativa en los años treinta. En esta etapa, con más intensidad incluso que en los años anteriores, la organización y la lucha sindicales están profundamente condicionadas por la coyuntura económica y política del momento. Euskal Herria presenta ya una clara diferenciación sociopolítica entre el mundo rural agrario y pesquero y el mundo industrial localizado en torno a la ría de Bilbao y a algunos valles guipuzcoanos. Se trata de una sociedad dual con un colectivo urbano en expansión frente a la pérdida de importancia, en las provincias litorales, de las actividades rurales como consecuencia del proceso de industrialización y urbanización que han experimentado las dos provincias costeras desde comienzos del siglo. Por el contrario, tanto Alava como Navarra constituyen un mundo todavía rural claramente diferenciado en el que con escasas excepciones son las capitales provinciales las que agrupan a los productores del sector secundario y terciario. Durante los años treinta, en la naciente y próspera economía vasca irrumpe con gran fuerza la crisis económica general. La coincidencia de la llegada de la crisis con un momento productivo de esplendor determina una toma de conciencia de la difícil situación que afectará no sólo a la siderometalurgia, a la minería y a la construcción, sino que se propagará enseguida al resto de los sectores derivados y dependientes de ellos, coincidiendo con el proceso inicial de diversificación de las producciones y de las empresas que habían empezado a protagonizar el avance hacia la madurez económica de Euskal Herria. El colapso de la demanda y el correlativo descenso de la producción se traducen inmediatamente, en términos sociales, en una crisis de trabajo que eleva con rapidez los niveles de paro en todos los sectores productivos empezando por los más dinámicos. La lacra del desempleo afecta a la economía vizcaina con especial rigor por la caracterización industrial que ha alcanzado. Junto con la pérdida absoluta del empleo hay que contabilizar también el grave perjuicio que supone, para la clase trabajadora, la constante reducción de la jornada laboral que reduce sustancialmente los salarios y merma, por tanto, su capacidad adquisitiva. Aunque en este periodo las estadísticas disponibles indican que el costo general de la alimentación se mantuvo estacionario y que la cuantía de los salarios se elevó ligeramente en su conjunto, sin embargo, el número de obreros que se pudieron beneficiar de estas aparentes ventajas fue muy reducido puesto que la mayoría de ellos, especialmente los metalúrgicos, estaban permanentemente expuestos a la pérdida del empleo o a una sustancial disminución de la jornada laboral. Las manifestaciones de las crisis económica condicionaron de forma decisiva el comportamiento y la actividad de los sindicatos de la U. G. T. Desde 1930, muchos de estos comportamientos organizativos y reivindicativos sólo se explican en relación con la evolución de la crisis y sobre todo en relación con la conciencia de la misma que los obreros van adquiriendo a medida que sus negativos efectos van haciéndose presentes en el deterioro de su calidad de vida. De hecho, son las propias organizaciones sindicales las que más activamente colaboran en la toma de conciencia colectiva de las dificultades reales que la crisis de la producción entraña. También son los sindicatos los que tratan de racionalizar el problema, analizando sus causas, de tal manera que puedan conseguir determinados logros, muy pragmáticos y realistas, sin enfrentarse directamente a la patronal y propiciando, al mismo tiempo, un arbitraje equilibrado y una protección social suficiente de las distintas instituciones públicas. Es evidente que, en estos momentos de crisis aguda, la competencia entre las distintas organizaciones sindicales, su nivel de implantación, los altibajos en sus listados de afiliación, están dependiendo directamente de la diferente prestación de los socorros frente al paro, de sus sistemas de solidaridad entre los que siguen trabajando y los que han perdido el empleo y, en definitiva, de su capacidad de negociación y de la fuerza reivindicativa en una situación extremadamente delicada. Pero, además, la U. G. T., tan directamente vinculada desde siempre con el Partido Socialista, estuvo muy condicionada por la situación política general y por la específica de Euskal Herria, en particular. En este sentido, hay que señalar con carácter general que la difícil dinámica política del País, lejos de aliviar la tensión derivada de la crisis, contribuyó todavía más a acentuar los enfrentamientos sociales. En Euskal Herria la existencia de una serie de problemas políticos propios planteados desde antiguo, y no resueltos aún, va a producir un alto grado de conflictividad social, que se acumula confusamente a la determinada por la caída de la producción industrial y por el aumento del paro, complicando mucho los planteamientos sindicales y añadiendo una pesada carga ideológica a la actividad reivindicativa. Cuestiones de índole política como materias de permanente conflicto, tales como la consecución de la autonomía y la defensa a ultranza de la religión católica frente a determinadas normas de la legislación republicana, contribuyeron a crear un ambiente de alta tensión social que convirtió al País en un foco de conflictividad que no respondía, sin embargo, a la actitud mucho más moderada que mantenían las principales fuerzas sindicales, sobre todo la U. G. T. En Navarra, con una economía totalmente rural en estos años, las expectativas que la legislación republicana, especialmente la Reforma Agraria, crearon en los campesinos de la Ribera, y la lentitud de su aplicación y puesta en vigor, van a condicionar un periodo de graves enfrentamientos sociales y de conflictos agrarios, y van a reforzar, en esta zona, la extensión y el protagonismo de los sindicatos ugetistas adheridos a la Federación de Trabajadores de la Tierra. En abril de 1931 existían en Navarra cincuenta sociedades obreras con tres mil ochocientos ochenta y cuatro afiliados de la U. G. T.; pero, entre abril y diciembre, se constituyeron otras treinta sociedades, sobre todo en la zona de las corralizas ya que la Reforma Agraria propugnada por los socialistas incluía la recuperación de los bienes despojados de los ayuntamientos. En estos primeros momentos del régimen republicano, la campaña de propaganda de los sindicatos socialistas en Navarra se extendió no sólo a la Ribera sino también a otros núcleos como Aoiz, Pamplona, Bera, Estella, Tafalla, etc., y, junto al tema de las corralizas, la propaganda estuvo dirigida a rechazar el Estatuto de Estella con el que los socialistas no estaban de acuerdo.