Sindikatuak

Unión General de Trabajadores (1990ko bertsioa)

La estructura sindical en la Segunda República. En los años treinta, la U. G. T. vasca se caracteriza por una gran heterogeneidad en su estructura sindical. Las formas organizativas son muy variadas y van desde las sociedades de oficios varios, que recuerdan a las agrupaciones laborales de tiempos pasados, donde conviven un escaso número de obreros de diferentes oficios y profesiones, hasta los sindicatos de industria que dominan la estructura de la U. G. T. vizcaina, pasando por formas intermedias que tienden en esta época a transformarse en sindicatos de ámbito provincial. Se trata, como es común a todo el Estado, de un proceso evolutivo desde una organización de tipo gremialista, defensora más bien de unos intereses de carácter corporativo, hasta un sindicalismo más poderoso cuyas reivindicaciones se ordenan siempre y se integran en un proyecto general. En Vizcaya, los sindicatos de industria agrupaban al setenta por cien de los trabajadores de la Unión y eran, en realidad, los que marcaban las pautas y determinaban la acción sindical. En las otras provincias, la evolución organizativa había avanzado mucho menos y dominaban aún los sindicatos de oficio o las federaciones profesionales. Además, será en estos años cuando la Federación Provincial adquiera una mayor importancia, llenando de contenido sus funciones organizativas y ejerciendo un auténtica dirección del movimiento obrero socialista. Las Federaciones Provinciales no sólo tenían a su cargo la coordinación de la propaganda sino una importante labor asesora y representativa y eran de hecho los únicos organismos sindicales con facultades para declarar un movimiento general a escala provincial y también de frenarlo, si había sido convocado por otras organizaciones. En la época republicana se intentó también la unificación de las Federaciones Provinciales de Vizcaya y Guipúzcoa, pero no llegó a realizarse debido a la oposición de los organismos nacionales de la central sindical. A pesar de ello, «La Lucha de Clases», el semanario portavoz del P. S. O. E. y de la U. G. T., servía de vínculo y de propaganda de las diferentes organizaciones, y los ugetistas navarros poseían, además, un importante periódico --«Trabajadores»-- que era el vocero de la estrategia socialista y recogía en estos años, con gran amplitud, los conflictos laborales, con especial referencia a los problemas agrarios de Navarra. Los años republicanos no sólo suponen una mayor madurez en la estructura sindical de la U. G. T. en gran parte del territorio vasco, sino también, como en el resto del Estado, un importantísimo impulso a las organizaciones sindicales. El grado de afiliación y los efectivos de la U. G. T. experimentan un rápido crecimiento, tanto cuantitativo como cualitativo en esta etapa. Este crecimiento, similar al del resto del Estado, tiene varias manifestaciones: por una parte, aumenta el número de afiliados a los sindicatos de mayor tradición y, por otra, se crean nuevas organizaciones que agrupan a profesiones y oficios hasta entonces muy alejados de la vida sindical, como eran los médicos, sanitarios, agentes comerciales o empleados de banca y, sobre todo, se va a producir, especialmente en Navarra, la incorporación masiva de los trabajadores del campo a las organizaciones sindicales socialistas. Así, la U. G. T. evoluciona hacia la complejidad profesional incorporando importantes colectivos del sector terciario pero también se extiende por una amplia zona del mundo rural hasta entonces dominado por ideologías conservadoras. La mayor implantación sigue correspondiendo a Bilbao y a la zona fabril de la ría, pero aumentan también los núcleos tradicionales de Eibar, Tolosa e Irún y, sobre todo, se empieza a notar una lenta penetración en el interior rural de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, en núcleos que comienzan su industrialización donde conviven todavía actividades rurales tradicionales con las nuevas formas de la producción industrial. Es en estos espacios en los que el socialismo entrará en competencia sindical directa con las organizaciones nacionalistas más arraigadas y extendidas en estas localidades. Los afiliados a la U. G. T. son además obreros de muy diversa cualificación profesional y laboral, desde los especialistas más cualificados hasta el peonaje. Esta representación tan variada permite a los dirigentes tener una visión muy completa de los problemas y de las situaciones a la hora de programar las vías de solución más operativas en cada momento y en cada circunstancia. Los dirigentes sindicales en estos años, especialmente los vizcainos, llaman la atención por su juventud. La mayoría no alcanzaba los cuarenta años, aunque solían compartir el liderazgo con algunas personas de edad más madura caracterizadas por su arraigado compromiso político socialista. Algunos son de origen foráneo pero su inmigración a Euskal Herria se ha producido muchos años antes y están muy integrados social y laboralmente en la colectividad industrial. Este es el caso de los hermanos Aznar, de los Gorostiza, de Miguel Galván, de Víctor Gómez y de otros. Otros líderes sindicales de esta época son el ya maduro Juan de los Toyos en Guipúzcoa, que había sido secretario del Sindicato Obrero Metalúrgico de Vizcaya, o el que sería más tarde secretario de la Federación de Trabajadores de la Tierra, el navarro Ricardo Zabalza. A lo largo de los años republicanos se advierte una prolongada continuidad de los dirigentes en el ejercicio de sus cargos sindicales. La explicación de este hecho hay que buscarla en la escasa participación de los afiliados en las asambleas de los sindicatos y en su falta de interés a la hora de tomar decisiones colectivas. La pasividad de la mayoría favorece un cierto dirigismo de los líderes sindicales, que de esta forma tienden a perpetuarse en sus puestos y a profesionalizarse en su función representativa.