Sindikatuak

Unión General de Trabajadores (1990ko bertsioa)

La dimensión política del sindicato. La vinculación del sindicalismo ugetista con el Partido Socialista se manifiesta claramente a través de los dirigentes sindicales, todos ellos miembros del Partido. La relación entre el Partido y el Sindicato se establecía de forma muy estrecha a través de los grupos sindicales socialistas que tuvieron un importante desarrollo y eran organismos encargados de velar por la fidelidad del ideario socialista en todos los sindicatos. También es claro que el partido era el que decidía, en muchos casos, cuál era la actividad que debían mantener los grupos de afiliados a los sindicatos en función de los propios intereses generales de la política partidista. Además, las Federaciones Provinciales de la U. G. T. de Euskal Herria no disponían en la práctica de autonomía de gestión para elaborar sus propios programas ni para decidir la estrategia de su acción reivindicativa. La práctica estaba determinada por los organismos centrales a los que tenían que consultar y de quienes dependían las líneas programáticas fundamentales. Como compensación parcial de esta subordinación, los dirigentes vascos colaboraron a veces activamente en la confección de dichos programas, especialmente en aquellos sectores en los que tenían un peso específico. En el contexto económico y social de Euskal Herria, en los años republicanos, la U. G. T. desempeñó un papel moderador de los enfrentamientos de clase, especialmente entre 1931 y 1933, apoyando incluso iniciativas de la patronal con el fin de colaborar en la solución de los graves efectos de la crisis económica, frenando incluso prácticas más radicales de comunistas y sindicalistas de la Confederación Nacional del Trabajo (C. N. T.). Esta moderación reivindicativa, unida a su indefinición, e incluso hostilidad, ante el problema de la autonomía vasca y a la mejor organización mutualista de la central sindical nacionalista, le hipotecaron de hecho el apoyo de muchos trabajadores vizcainos y guipuzcoanos, que son los que engrosaron las filas de Solidaridad de Trabajadores Vascos (S. T. V. ). La conflictividad laboral no fue, por tanto, en Euskal Herria tan grave como en otras provincias españolas. En 1931 se mantuvieron unos niveles de conflictividad todavía elevados, debido en parte a la persistencia de algunas huelgas declaradas el año anterior, pero también porque las expectativas de los trabajadores de conseguir rápidamente elevaciones de sus salarios y mejores condiciones de trabajo con el nuevo régimen les hace presionar de manera más firme ante los patronos, empleando más frecuentemente la huelga. Sin embargo, a medida que empieza a funcionar todo el sistema de Jurados Mixtos y comienza a percibirse la legislación emanada del Ministerio de Trabajo, presidido por Largo Caballero, la conflictividad desciende en las zonas dominadas sindicalmente por la U. G. T., coincidiendo también con los momentos en que la depresión económica se hace más profunda, sobre todo en Vizcaya. Desde la salida de los socialistas del gobierno, cambiará totalmente la estrategia sindical y las posturas de los sindicatos serán cada vez más radicales. El aumento de las huelgas en 1934 responde a una mayor presión de los sindicatos de la U. G. T. y a una participación cada vez mayor de sus bases sindicales en conflictos planteados por otras organizaciones, lo que obligará muchas veces a los dirigentes a reconsiderar sus planeamientos más moderados. Esta radicalización llegará hasta el movimiento de octubre de 1934 que, a pesar del fracaso y de la durísima represión de ugetistas, favoreció la acción unitaria de los trabajadores, especialmente entre comunistas y socialistas, primero, en las organizaciones de ayuda a los presos y represaliados, y después en la lucha por la amnistía, que va a conducir a la constitución, en la zona de la ría del Nervión, de muchas Alianzas Obreras. En los meses que preceden a la guerra civil, la conflictividad aumenta y además se extiende a muchos sectores: obreros del campo, mineros, obreros de la construcción, marinos, etc. Las huelgas se explican por dos tipos de razones: la readmisión de despedidos por los sucesos de la Revolución de Octubre, que supone en realidad un ajuste de cuentas a la patronal, al mismo tiempo que significa la fuerza y la unidad de la clase obrera en demanda de sus derechos; y, por otra parte, se produce un verdadero aluvión de reivindicaciones de carácter económico que, además, reclaman la presencia de los sindicatos en la organización del trabajo. Del enfrentamiento entre las organizaciones obreras se pasa a la integración de los comunistas en las organizaciones sindicales de la U. G. T. y a la acción conjunta con las otras centrales sindicales, de la que es un buen ejemplo la huelga general de la construcción planteada en Vizcaya en el mes de junio de 1936 conjuntamente por la U. G. T., C. N. T. y S. T. V. con un gran éxito. Desde julio de 1936, los ugetistas de las diferentes provincias vascas pasarán a engrosar los batallones del ejército republicano o tendrán que exilarse o disolverse como organización en las provincias en que triunfa la sublevación. Aun después de la pérdida de Bilbao, los batallones de la U. G. T. lucharon en Santander y en Asturias. La guerra dejará un importante saldo de muertos y heridos ugetistas y un enorme contingente de exiliados y encarcelados.