Sindikatuak

Unión General de Trabajadores (1990ko bertsioa)

Democracia y legalización. En 1977, con el restablecimiento de la legalidad democrática, se produce la legalización de los sindicatos. Todos ellos se atribuyen la representación mayoritaria de los trabajadores, pero sus fuerzas reales todavía se desconocen hasta la celebración de las primeras elecciones sindicales democráticas. Se produce al mismo tiempo un auténtico boom de afiliación y una renovación en su estructura organizativa. La U. G. T. vasca, que antes de la guerra civil no había conseguido más que una estructura de carácter provincial, se configura ahora como una organización de carácter nacional en función de la Constitución de 1978 y la puesta en marcha del Estado de las Autonomías y también, en función de la propia estructura de la U. G. T. de España, que adoptará la forma confederal. El primer Congreso de la U. G. T. de Euzkadi se celebra en 1978 y en él se establece la estructura organizativa y los planteamientos estratégicos y políticos. Ante la ausencia de Navarra de las instancias preautonómicas y autonómicas, la U. G. T. considera que «es el propio pueblo navarro, cuyas relaciones históricas con el resto del pueblo vasco son evidentes, el que debe decidir mediante referéndum, con plenas garantías democráticas, las formas de vinculación al conjunto de Euzkadi». También expresa «el derecho a la autodeterminación, entendiéndolo como la capacidad de Euzkadi para decidir su propio destino, incluida la posibilidad de crear un Estado propio, como la mejor base para la unidad de la clase obrera del Estado español». La evolución política posterior ha convertido, por ahora, las anteriores resoluciones en declaraciones de principios, ya que Navarra constituye una Comunidad Autónoma propia y la base territorial de la U. G. T. de Euskal Herria se limita a las provincias de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa. La U. G. T. de Euskal Herria establece una doble estructura de base territorial y profesional. El núcleo básico es la sección sindical que se estableció en empresas grandes, de más de doscientos cincuenta trabajadores. En las más pequeñas existen delegados de empresas. Hasta 1980 la estructura territorial estaba configurada por uniones locales, pero, desde 1986, la estructura se configura a base de uniones comarcales que son organismos más fuertes y más operativos en orden a evitar la atomización de los centros de dirección del sindicato. La estructura profesional se organiza en Federaciones Provinciales de industria. Además, siguiendo las directrices confederales, también la U. G. T. de Euskal Herria tendrá departamentos específicos que atienden a la Mujer, la Juventud o los Servicios Sociales. Los graves problemas políticos que se plantean en los primeros momentos de transición a la democracia y sobre todo la incidencia de la crisis económica van a determinar, una vez más, la estrategia del sindicato en Euskal Herria. Desde que, en 1977, se firman los Pactos de la Moncloa, marcando un hito en las relaciones entre el Gobierno, los trabajadores y los empresarios, la U. G. T. va a seguir una estrategia de pacto y concertación que facilita y alivia las tensiones sociales y políticas en unos momentos extremadamente delicados. Va a colaborar en la elaboración del Proyecto de Ley del Estatuto de los Trabajadores, lo que le producirá enfrentamientos con las otras fuerzas sindicales de Euskal Herria, pero su colaboración estaba dirigida a romper la legislación franquista y a permitir cambios más profundos en las relaciones laborales. También desde el punto de vista estratégico y coincidiendo con la formación del primer gobierno autónomo se inician las conversaciones entre la U. G. T. y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (C. E. O. E.), que van a desembocar, en 1980, en el Acuerdo Marco Interconfederal, firmado en solitario por la U. G. T. y la C. E. O. E. Se iniciaba así una serie de grandes acuerdos marcos laborales cuyo objetivo era el ordenamiento de la negociación colectiva, en múltiples temas que afectaban a los trabajadores. Más tarde se plantearían el Acuerdo Marco Interconfederal II y el Acuerdo Nacional de Empleo. Toda esta estrategia sindical de concertación se explica en el contexto de una democracia aún débil que va asentándose poco a poco y necesita evitar el conflicto y la confrontación. Además, los primeros años de la democracia están enmarcados en una crisis económica que afecta a toda España pero, de forma muy acusada, a Euskal Herria. El paro constituye un problema central para la sociedad vasca. La crisis se nota sobre todo en las industrias básicas: en la siderurgia integral y no integral, en los astilleros, en las fábricas de grandes equipos mecánicos y eléctricos, todas ellas pendientes de reconversión, pero también en las fábricas de máquinas herramientas y en las empresas auxiliares, con lo que todo el país se ve afectado en mayor o menor medida. La U. G. T. pretende atender no sólo a los que conservan el trabajo sino a los que lo ven reducido o pierden el empleo, con soluciones que van desde la reducción de la edad de la jubilación, los subsidios a los parados, la reducción de la jornada de trabajo y otras medidas, colaborando con el gobierno socialista establecido en 1982. Sin embargo, el sindicato adoptará una actitud crítica frente al gobierno autónomo al que acusa de ineficaz por carecer a su juicio de una política industrial de carácter global. En los últimos años, en cambio, la U. G. T. ha colaborado con otros sindicatos en la contestación a la política económica del Partido Socialista, lo que ha producido un aumento de la conflictividad ante la perspectivade un desmantelamiento de una gran parte de la siderurgia y la necesidad de reconversión de otros sectores. En 1989, el número de afiliados de la U. G. T. de Euskal Herria se estimaba en 61.336 (C. A. V. ), a los que habría que añadir 13.434 en Navarra, y destaca el hecho de una implantación cada vez mayor en los sectores terciarios, de la administración y de la banca. Llama poderosamente la atención el despegue cuantitativo de la U. G. T. navarra que, en 1983 sólo contabilizaba 3.111 afiliados, convirtiéndose en esta provincia en la primera central sindical. En los últimos años el protagonismo de los líderes vascos en la dirección confederal del sindicato ha sido evidente. A la figura de Nicolás Redondo, secretario general desde los tiempos de la clandestinidad, hay que sumar los nombres de Antón Saracíbar o de Alberto Pérez, que ejercen responsabilidades en el máximo órgano ejecutivo de la U. G. T. después de haber sido dirigentes con anterioridad en el sindicato socialista de Euskal Herria.