Lexikoa

TEJIDO

Lienzos, telas y labores ornamentales de hilo vegetal. Pese a la destrucción generalizada (fragilidad natural, destrucción activa por cambio de gustos), por el cuestionario reproducido y por las muestras hoy celosamente conservadas en domicilios y museos en Gipuzkoa, zona media de Navarra y gran parte de Iparralde podemos llegar a saber cómo fue el tejido tradicional vasco, en especial los derivados del lino tan importantes en la indumentaria: camisas de hombre y de mujer, pantalones, pañuelos, delantales, sábanas, manteles, paños de ofrenda, colchas, sudarios, pañetes de «argizaiola», tapetes, etc., ya que, como asegura Karmele Goñi (1985), el vasco «de lino trabajaba, de lino bailaba, de lino comía y de lino... moría». A diferencia de la producción lanera, basta y ordinaria, la artesanía del lino, nos dice esta entendida, llegó a una técnica más que aceptable. No en vano el lienzo fue signo de distinción (Lapuente: 1971 ) que sólo los pudientes podían exhibir en arcas repletas de sábanas, guazales, manteles, camisas, toallas, etc. El hilo se utilizó especialmente en los ritos funerarios destinándose el más primoroso a cubrir a los difuntos, adornar las andas, la sepultura o las ofrendas. Dos estilos de trabajo tipifican, según Goñi, estos lienzos: los ejecutados directamente sobre telar con complicados juegos de pedales, brochados en blanco o con trama de hilo azul, y los bordados en punto de cruz de forma manual. Por la complejidad del trabajo distingue asimismo dos clases de lienzos: unos más sencillos destinados al arreo, corrientemente bordados en punto de cruz, y otros más elaborados, procedentes de telar, con complemento de bordado para fines de culto o adorno. Los lienzos con adornos tejidos con hilo azul abundaron en Iparralde, la zona atlántica de Navarra y en Gipuzkoa, especialmente para usos funerarios, y los que ostentaron colores más variados (negros, verdes, marrones, rosas, rojos) en la Burunda y cercanía alavesa. Para Artiñano (1930) los primeros, poco dados a la combinación de muchos colores, serían los tejidos más característicos del país: una doble tela formada por un tafetán encargado de dar toda la consistencia al ejemplar y sobre el cual se labra la decoración por tramas de color azul de largas pasadas. El bordado más característico sería similar, estableciendo dibujos geométricos muy sencillos a base de dos ejes perpendiculares entre sí, labrando la decoración, algo bárbara y vigorosa, a punto de cruz y dejando líneas blancas sin macizar para constituir el motivo ornamental. En Iparralde, donde son abundantes, predominan los puntos de cruz en azul oscuro con cierta reminiscencia rumana. Según Caro Baroja (1971), sin embargo, los lienzos y telas vascos se ajustan a principios estilísticos en los que se rastrean influencias distintas o en los que claramente se siguen procedimientos no populares en su origen, ni aun en su desarrollo, porque tienen un lugar de origen y se van difundiendo a lo largo de la Edad Media hasta el s. XIX por medio del comercio y los artesanos ambulantes. En algunos casos, 1.ª decoración de cenefas azules es obra de un tejedor varón; en otros, el adorno combinando el hilo azul con el blanco en la trama y urdimbre, ha sido reforzado por otra labor femenina superpuesta. La más sencilla es la de franjas alternadas en que se usan dibujos rectilíneos o punteados. No faltan sin embargo en telas funerarias motivos algo más complejos. Suelen tener éstas un tamaño próximo a los 1,12 por 0,45 ó 0,50 m., aunque los paños dobles alcanzan a veces los dos metros. Los zamuak o telas sepultales fueron parecidos en casi todo el país. En otros tejidos muy conocidos, la técnica varía: mallas, calados, vainica, deshilados, bordados, punto de cruz. En algunos tejidos funerarios más largos y anchos (1,80 por 0,90 m.), los motivos ornamentales se hallaban, a veces relacionados con los de las estelas. Los calados representaban cruces, discos a modo de soles y lunas. Se utilizaba también en ellos el encaje de bolillos (erraziri), labor en la que aún destacan artesanas como Micaela Berasain de Bera, María Dolores Lecumberri de Berriozar, Eleuteria García Torrecilla de Berriozar y Alicia Martínez de Mendavia. Pero, a veces, se han utilizado para este fin los deshilados y mallas encuadrados, de gusto y concepción muy renacentista, con grifos, sirenas, pavos reales, ángeles, caballeros y fuentes con pájaros, combinados en líneas o de modo más variado. En labores hechas a punto de cruz para este mismo fin se observa un manejo de motivos igualmente clásicos, es decir, sometido a reglas que se dieron en tratados técnicos de otras épocas (Caro Baroja: 1971. Catálogo de la exposición de lencería y encajes españoles del s. XVI al XIX por el Marqués de Valverde, Madrid 1915). Anguiozar (1935) describe varios de los que él denomina tejidos folklóricos, por ejemplo un sudario (hilzapi) del s. XVIII, con motivos ornamentales (rosetones, discos) confeccionado en las cercanías de Pamplona, una pieza notable en malla bordada originaria de Larraun y otra no menos interesante de encaje de guipur, tan empleado por la Iglesia francesa en ornamentos, ejecutada en el pueblo de Leitza. También presenta dos lienzos blancos de lino elaborados en telar rústico: el primero, que proviene de Leaburu, posee adornos de pequeños rectángulos distribuidos en franjas, formados con algodón azul y marrón claro; el segundo, procedente de Alsasua, mide más de dos metros y lleva adornos de estrellas y rombos distribuidos en franjas, formados con algodón azul. Son paños de ofrenda y tienen forma rectangular muy alargada, con flecos o borlas. También cita Anguiozar la preciosa y variada colección de tejidos, bordados, encajes, existente en el Museo de San Telmo de Donostia, donde figuran tantas prendas de valor folklórico procedentes de localidades como Legorreta, Ikaztegieta, Leaburu, Alegi, Alsasua, Basaburua, cercanías de Pamplona, Olazagutia, etc. Los paños de ofrenda (zamuak) tuvieron su cultivo más o menos refinado entre los tejedores y marragueros (kapagiñak). Otras labores que cita son los bordados ejecutados en punto de cruz destinados a las franjas con que se adornaban las cubiertas de las almohadas (bukoazalak) y de edredón (oazalak), destinados a los arreos de boda. v. BORDADO. El ganchillo se ha usado profusamente -y aún se utiliza- para la elaboración de colchas, elásticos, centros de mesa, combinaciones de mujer (arropapekoak), almohadones, estores, tapetes, etc. Una artista en este género fue Martina Lasa (1891-1985), roncalesa, autora de gran número de colchas, adornos vestimentarios, tapetes, miniaturas de seres humanos o animales elaborados con hilo de algodón, seda, parlé, etc.