Lexikoa

TEJIDO

La artesanía textil preindustrial. Hasta la llegada del algodón en el s. XVIII, el lino fue, como ya hemos indicado, junto con la lana, el gran protagonista de las artes textiles. Ver LINO. Hubo zonas enteras famosas por la excelencia de sus linos y otras que lo eran por sus lanas. La Burunda navarra tuvo linares magníficos, sobre todo Alsasua. Más al S., en Tierra Estella, se hallaban otros dignos de mención (Caro Baroja: 1971). La elaboración del lino, presente hasta en las leyendas, hizo célebre al país, en especial por el género denominado beatillas de Vizcaya; Garibay las alaba, en especial las de Eibar (Múgica, G.: 1956) por parecerle "más delicadas y de mejor color que las de otros puntos". La demanda de lienzo vasco hizo que fueran muchos los labradores que, abandonando los caseríos, compitieran con las mujeres que habían sido las primitivas cultivadoras y fabricantes de este producto. Incluso se llegaron a tomar medidas dirigistas como las de Salvatierra de Alava de comienzos del s. XVIII que Grandes resume así (Grandes: 1925): "En el Concejo de 22 de septiembre de 1709 hizo notar el Procurador Síndico que insensiblemente disminuia el número de labradores y aumentaba en cambio extraordinariamente el de tejedores; añadía que por ser la agricultura la única riqueza de la república, había necesidad de estudiar las causas y remedios de su decadencia. Como el oficio de tejedor -decía- es descansado y se ejecuta bajo cubierto, sin exponerse a la inclemencia de los elementos que padece el labriego, hay muchos de éstos que, negándose a sí mismos, abandonan la labranza, profesión de sus padres, y aprenden el oficio de tejedor, lucrativo de suyo, porque cobran su trabajo a doble precio que antes. Por eso, y siendo así que hasta época reciente era profesión ejercida por mujeres, y no contando la villa más que 190 vecinos, se ha elevado el número de tejedores a 34, siendo otra de las causas del aumento la facilidad de aprender ese oficio y el reducido caudal necesario para establecerse. Que al ver cómo con poco trabajo comen, visten y calzan, tienen los tejedores mujeres donde escoger para casarse, siendo pretendidos hasta por las hijas de los labradores. Atendiendo el Concejo las consideraciones expuestas, redujo el número de tejedores a ocho; les declaró inhábiles para los cargos de la república, excepto los serviles; hizo obligatorio el examen antes de establecerse, pena de 6.000 maravedís, y fijó el precio textil en seis cuartos la vara de granillo fino de vara de ancho, y así sucesivamente la de estopa, lienzo, beatilla, estopilla, estopazo y lienzo descamo". Los artesanos se agrupaban en talleres (euntegi, kapaindegi) cobrando muchas veces en especie, de la misma forma que los de los molinos maquileros. De estos talleres surgen con frecuencia en el s. XIX las manufacturas textiles. La fábrica de tejidos de lino de Rentería (Guip.), por ejemplo, que concentró la gran industria de tejido a mano que existió siempre en los valles de Rentería y Oiartzun, ejerció durante muchos años su quehacer con telares manejados a mano antes de introducirse la maquinaria moderna. En 1778 figuraban en Tolosa (Garmendia: 1987) 20 tejedores artesanos, ocupándose en ellos 120 operarios. En la Casa de Misericordia de la misma villa hubo una fábrica de hilados y tejidos de lana que, al decir de Ascensio Elósegui, su socio y director, funcionaba ya en 1778. Constituyeron estos talleres el humus de la revolución de los tejidos que afectó principalmente a Gipuzkoa.