Léxico

VIOLACIÓN (HISTORIA)

c/ El derecho de pernada. El régimen feudal y señorial, con las relaciones de dependencia que engendraba entre el vasallo, labrador o collazo y su señor a nivel jurídico, socio-económico, o incluso ante ciertos ámbitos de su vida privada, como el matrimonio, incorporó algunos derechos, o mejor dicho, abusos o malos usos de éste sobre aquéllos, que contribuyeron a ahondar más en esa relación de dependencia, como fue el ius primae noctis o derecho de pernada. Según se desprende de la Sentencia arbitral de Guadalupe de 1486, existía la costumbre entre los señores catalanes de pasar físicamente la noche de bodas con su vasalla recién casada -ius primae noctis en sentido estricto-, o bien, echada sobre el tálamo nuncial, pasar sus piernas por encima de la recién desposada -ius primae noctis en sentido simbólico-, y en ambos casos se hacía en señal de señoría. En tierras vascas no parece que existiera esta práctica en su sentido estricto o simbólico según se desprende de la documentación conocida hasta la fecha. Por el contrario, esta documentación sí se hace eco de la existencia de un derecho de pernada en decadencia, degenerado, desvirtuado y alejado por tanto de ese rito del ius primae noctis como signo de preeminencia del señor de vasallos sobre la nueva relación constituida. En este caso estaríamos ante un mal uso, una extracción socio-económica más del señor, del señor violador en este caso, que se arrogaba el derecho a tomar a las mujeres sometidas bajo su jurisdicción cuando y como quería, al margen del momento de la noche de bodas, significando su poder sobre sus vasallos. Ejemplos de esta práctica desvirtuada y transformada del derecho de pernada pueden ser detectados en el valle de Aramaio (Aramayona) durante el tiempo que el señorío estuvo en manos del banderizo Juan Alonso de Múxica y Butrón. En 1480, el pariente mayor Pedro de Abendaño, enemigo capital de Juan Alonso, interpuso una denuncia contra él, alegando haber "corrompido y desflorado hasta ciento cinquenta doncellas, niñas, pues la mayor tendría catorce o quince años". Si bien es cierto que en principio cabría pensar que los hechos denunciados por Pedro de Abendaño podían estar inflados como consecuencia de su rivalidad, lo cierto es que el señor del valle de Aramaiosí abusó sexualmente de las mujeres que deseó, como se constata a partir de las palabras del procurador del valle, Martín Sánchez de Salinas, pronunciadas ante el Consejo Real en 1488 contra Juan Alonso de Múxica: "segund sus viçios e costunbres [h]avia dormido con muchas moças vírgenes contra su voluntad e avn de sus parientes e que quando ge las non quieren dar los amenaçava de muerte e que quando el no las toma, avnque no quieren, las haze casar con sus lacayos e familiares". Ejemplo de víctimas, con nombres y apellidos, de estas acciones es el de María de Azcoaga que se querelló contra Juan Alonso ante Juan Flores, juez comisionado y pesquisidor, argumentando que "seyendo [ella] pequeña de doze o treze años poco más o menos tienpo, el dicho Juan Alonso pospuesto el themor de Dios y en menospreçio de la nuestra justiçia [la del rey] la hiziera sacar de la dicha casa de noche y la hiziera llevar a la su fortaleza de Varajoen e allí durmiera con ella por fuerza e contra su voluntad y la corronpiera su virginidad y la desflorara e conoçiera carnalmente e le dixera e pusiera temores que [h]vbiese de callar y estar por su mançeba, [h]aviendo conosçido primero carnalmente a María de Azcoaga su tía e theniéndola por mançeba e por los dichos temores que el dicho Juan Alonso le pusiera ella no se [h]auía osado quexar de la dicha fuerza fasta entonzes, ni se [h]auía osado casar e [h]avía estado perdida e desonrrada". En similares términos también se querellaron, entre otras, Teresa de Azcoaga, Juan de Vergara en nombre de María Gabon, Teresa de Hormache, o María Ibáñez de Bolaburu. Cabría preguntarse hasta qué punto estas prácticas se iniciaron con el pariente mayor Juan Alonso de Múxica o eran anteriores a él. Otro pariente mayor de esclarecida memoria que también gustó de apropiarse de las mujeres para satisfacer su apetito sexual excesivamente lúbrico fue Lope García de Salazar, autor de la crónica de la lucha de bandos Bienandanzas e fortunas. Este banderizo, señor de la torre de San Martín de Muñatones, "arrastraba por fuerza a su casa a fijas de fijosdalgo" para abusar sexualmente de ellas, y los padres que se oponían a sus deseos eran puestos "presos en su torre de San Martín e los solía tener en el soterruño de la casa e a los quería fería e mataua e a los otros thenía presos e les daua tormentos".