Concepto

Vascos en la conquista y colonización de América (versión de 1978)

Rentería y Las Casas II. Fueron decisivas estas tremendas sentencias en el destino posterior del presbítero Las Casas. Comenzó a pensar, según él propio declara, acerca de la miseria y servidumbre que padecían los indios, recordó el sermón predicado en Santo Domingo por el P. Antonio Montesinos, de que en buena conciencia no podían tenerse encomiendas, y cómo otro fraile se negó a darle la absolución por igual motivo. Pasados algunos días, embebido en estos pensamientos, y certificándose cada día más por lo que leía en cuanto al derecho y por lo que veía en cuanto al hecho, y aplicándolo lo uno a lo otro, se convenció de que "era injusto y tiránico todo cuanto en los indios se cometía". En confirmación a lo cual, solía decir y afirmar más tarde que desde "la primera hora que comenzó a desechar las tinieblas de aquella ignorancia, nunca leyó un libro en latín o romance, que en cuarenta y cuatro años fueron infinitos, en que no hallase o razón o autoridad para probar o corroborar la justicia de aquellas gentes y para condenación de las injusticias y daños que se les han hecho". Se percibe a través de sus palabras que la sacudida de su alma por los versículos bíblicos fue total. Las conversaciones de todos los días con Rentería durante tantos años habían sin duda preparado el terreno y, más aún, su ejemplo. Incluso las palabras olvidadas de Montesinos afloraban, quién sabe de dónde, cobrando la misteriosa fuerza de este día de Pentecostés. Resolvió, por tanto, predicar el sermón de Pascua contra el repartimiento de indios; pero como poseía encomienda, determinó renunciar antes a ella, como en efecto lo hizo, en manos del gobernador de Cuba, Diego Velázquez. Pero como la encomienda no era sólo suya, sino en común con nuestro paisano Rentería, y éste se hallaba ausente en Jamaica, donde tenía un hermano, y a donde había marchado con el objeto de efectuar compras de diferentes cosas que hacían falta en la isla, suplicó al gobernador Velázquez que mantuviese en secreto su resolución. "¡Y cosa singular! -exclama Las Casas-. Estando Rentería en una cuaresma recogido en un monasterio de San Francisco, "vínole al pensamiento la aprensión en que aquellas gentes estaban, y la triste vida que padecían, y que sería bien procurarles algún remedio del rey, aunque no fuese a todos, al menos a los niños -porque sacarlos a todos del poder de los españoles juzgábalo ser imposible-, de donde vino a dar en que debían solicitar poder del rey para hacer ciertos colegios, y alli recoger a los niños todos y doctrinarlos, los cuales cuando menos se librarían de aquella perdición y mortandad". Con estos pensamientos aceleró Rentería su vuelta a Cuba, y cuando llegó la carabela en que viajaba y, vista por Las Casas, salió a recibirle en una canoa. Subió a bordo, y hallando en cubierta a Rentería, se abrazaron "como personas que bien se querían" y díjole Rentería al clérigo: "¿Qué fue de lo que me escribiste de ir a Castilla? No habéis de ir vos, sino yo, porque 10 que he determinado de ir, es cosa que, al saberla, holgaréis que yo tome aquel camino". "Bien -contextó Las Casas-, vamos a tierra, y cuando os descubra cuál es el fin por que deliberé el ir a Castilla, yo sé que vos tendréis a bien el no ir, sino que yo vaya". Rentería fue recibido en tierra por el gobernador y de "todos visitado con mucho placer, porque de todos era muy amado"; y por la noche, Las Casas y él se franquearon mutuamente sus pechos. El futuro Protector de los indios -sigue resumiendo Ispizua- narra extensamente la conversación mantenida entre ambos; cómo Rentería, apenado por la triste situación de los indios, le expuso sus propósitos de consagrarse al remedio, siquiera en parte, de aquellos males, recogiendo en colegios a los niños indígenas; cómo creyó él, ante estas palabras de Rentería, que era cosa "divinamente ordenada", el procurar el bien de aquellas gentes, y cómo le expuso, día por día y punto por punto, el cambio en él operado acerca de lo que sentía respecto a la condición miserable en que los españoles tenían al pueblo indio. Oídas las palabras de Las Casas, se llenó de gozo "el bueno de Rentería" (frase cariñosa y familiar con que el futuro Protector se refiere siempre a su amigo) y así le replicó: "Ahora digo, Padre, que no yo, sino vos, habéis de ir y conviene que vayáis a Castilla y representéis al rey todos los males y perdición de estas gentes que acá pasan y pidáis el remedio necesario, pues sabréis mejor fundar lo que dijéredes como letrado; y para ello tomad nuestra hacienda y todo lo que yo en esa carabela traigo, y hagamos dineros los que se pudieren hacer, y llevad con que podáis estar en la Corte todo el tiempo que fuese necesario para remediar estas gentes" (Hist. Indias, II, pp. 358-360). Traía Rentería en la carabela muchos puercos y puercas y pan cazbíyuca- y otras cosas "que valian harto", de lo cual y de lo demás que tenían se hicieron dineros que llevó el Padre en buena cantidad, con lo que pudo permanecer en la Corte los años que estuvo, "puesto que con mucho menos que después que sucedió la carestía de aquellos reinos -de España- podían los hombres en ellos pasar". Alude aquí Las Casas al hecho de haber posteriormente subido el valor de las cosas por la abundancia de numerario que sobrevino a consecuencia de las minas de México y Perú. La historia no vuelve a hacer mención de este Rentería tan bueno, y observa con razón Quintana en la vida de Las Casas que "a la verdad que bien acreedor era a algún recuerdo ulterior y a que supiésemos en qué vino a parar un hombre que tanta parte tuvo en el virtuoso propósito de Las Casas y en las consecuencias importantes que de él se siguieron". Las andanzas de Las Casas en la Corte realizando su propia decisión y la de Rentería no cesaron hasta ir logrando leyes nuevas de reforma de las Indias, que fueron endulzando la bárbara situación de los nativos hasta lograr su liberación. Sus gestiones primero ante Fernando el Católico, luego ante Cisneros y finalmente ante Carlos V tuvieron alternativas dramáticas. En 1516 fue nombrador "Protector de los Indios" al elaborar su famoso Plan de Reformación de las Indias. Sus gestiones ante Carlos V las torpedean cortesanos como Fonseca, Conchillos, Fernández de Oviedo y otros. En 1521 vuelve a Cunamá, donde fracasa con sus planes. En 1522 ingresa en los dominicos y redacta su famosa Historia de Indias, que tantos datos nos ha suministrado. En 1536 prueba un ensayo de conquista pacífica. En 1537 obtiene en Roma de Paulo III la bula "Sublimis Deus", que proclama la nacionalidad y derechos de los indios. Denuncia a Carlos V la corrupción de sus funcionarios. En 1542 se promulgan las Leyes Nuevas y concluye la Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias y rechaza el ofrecimiento de un obispado en Cuzco. En 1543 acepta el obispado de Chiapas, donde le reciben a él y a las Leyes Nuevas con il repulsa. En 1546 las leyes obtenidas por Las Casas provocan la rebelión armada de Perú y Nicaragua. En 1547 vuelve a la Corte y obtiene R. C. que aprueba sus gestiones. Luchan el colonialista Sepúlveda y Las Casas presentando sus tesis opuestas a una comisión nombrada al efecto que aprueba la propuesta lascasiana por la que queda abolida la conquista y la esclavitud. En 1550 renuncia a su obispado para dedicarse a reclutar misioneros. Vuelve a la Corte para luchar y obtener nuevas armas legales. En 1556 muere en el Convento de Atocha de Madrid. De Rentería nunca más se ha sabido nada. Desde las disposiciones de 1516, 1517 y 1518 la vida del indio comienza a ser respetada, pero no se logra llevar a efectividad la obra Las Casas-Rentería hasta que Cisneros nombra como juez de residencia de las autoridades de Indias al Licenciado alavés Alonso de Zuazo. Este denuncia con brío y energía todo abuso y corrupción, restableciendo los principios de la justicia y del orden moral. La obra constante y paciente de Las Casas fracasó en Venezuela, pero dio su fruto por algún tiempo en Vera Paz, fundando grandes esperanzas. Algo sucedió, que callan los historiadores, que dio motivo a que los indios destruyeran su próspero ensayo de colonia pacifica y respetuosa. Este lamentable suceso tuvo lugar en 1556. Las Nuevas Leyes de Indias lesionaban tremendos intereses y revolvían muchas conciencias sucias. Un comentarista moderno, el argentino Enrique de Gandía, en su obra Francisco de Vitoria y el Nuevo Mundo, comenta así este resultado. "El P. Las Casas escribía al Emperador que se torturara y descuartizara a quienes se oponían a las Nuevas Leyes, pero la oposición fue tan grande y la unanimidad de las opiniones tan perfecta que Carlos V no tuvo otro remedio, frente a teólogos, sacerdotes, juristas y conquistadores que cortaban la cabeza a su virrey, que revocar las Leyes Nuevas después de tres años de desastres, en octubre de 1545, en la ciudad de Malinas. Todos los esfuerzos de Las Casas en contra de las encomiendas habían fracasado. La realidad "indígena" era más fuerte que los razonamientos teológicos. Aquí se equivoca Enrique de Gandía, que no ve su error por su pasión colonialista. Debió decir que la realidad colonialista era más fuerte que los razonamientos teológicos.