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Bolivia

Los navarros Barace y Bernedo. Ambos cubren con su manto espiritual los extensos territorios de la antigua Charcas, hoy Bolivia. El uno en el oriente, el otro en el occidente, son como las dos alas de un mismo cuerpo que ansiase remontarse hacia el espacio infinito de la bienandanza y de la fe. Barace, misionero y civilizador; Bernedo, místico y peregrino. Decir el inmenso territorio de Mojos es decir Barace; decir el riquísimo territorio potosiano que ha asombrado al mundo con su manantial metalífero, es decir Bernedo. Fray Vicente Bernedo había nacido en Puente la Reina, Navarra. En 1597 embarca en Sevilla para Cartagena de Indias. Al cabo de dos años remonta el río Magdalena hasta Bogotá. El año 1600 está en Quito y se traslada a pie hasta Lima. En Lima conoce a Santa Rosa y a Martín Porres. Tras una larga caminata, llega a Potosí a fines del año 1600. Se instala en la torre de Santo Domingo, viviendo en extrema pobreza. Potosí era una ciudad turbulenta, donde se daban cita los aventureros de la época, atraídos por sus inmensas riquezas.

En aquella ciudad donde las diferencias se dirimían a punta de florete o de daga, sumida en peleas intestinas, Fray Vicente era respetado. Fue párroco de la iglesia de San Pedro, en el barrio de los mineros. Pero su gran labor fue ante todo misional. Recorría a pie miles de kilómetros, visitando a los indios. Acampaba solo en aquellas soledades. Al ver su miseria, los indios le llevaban su pobre comida. Aceptaba lo justo para no morirse de hambre.

"Tan pronto se le encuentra en los fríos Lípez como en los templados Chichas y la cálida frontera donde ya moran los salvajes chiriguanos; llega a Porco, Santa Isabel, Atocha, Tatasi, Oploca, a los fecundos valles de Cinti, Vitichi, Mataca, Oroncota, Tomina y regresa siempre a su casa patronal donde se acomoda como el más humilde lego o sirviente, unas veces en el entretecho de la iglesia, otras en el campanario, muy pocas en mezquina celda, y muchas veces a la intemperie".

Sus armas, en aquel mundo batallador, eran la pobreza, la humildad y la oración. La mayoría de sus escritos debieron perderse en las guerras de vicuñas y vascongados, que asolaban la ciudad de Potosí. Se tiene noticia de sus dos voluminosos manuscritos: Comentarios a la Summa de Santo Tomás de Aquino y Tratado del Santísimo Sacramento. En sus últimos años deseaba volver a Navarra para editar sus obras. Se afirma que existen copias de las cartas dirigidas a Felipe II, defendiendo a los indios, en especial a los chiriguanos. Murió en Potosí el 19 de agosto de 1619, a los 75 años de edad. Los potosinos, sin distinción de bandos, ni jerarquías, ni razas, lloraron juntos su muerte. Su cuerpo fue llevado en hombros de los oidores de la Audiencia de Charcas y de los Veinticuatros de Potosí. El arzobispo de Charcas, Fr. Gerónimo Méndez de Tiedra, levantó las primeras informaciones para pedir su beatificación y canonización. La villa de Potosí guarda con veneración sus restos. El capitán Juan de Urdayde proclama en 1677:

Levanta, Potosi, la altiva frente
Rey de los montes, Cerro coronado,
Más que el tesoro que perenne has dado
Por ser urna del cuerpo de Vicente.

Nacido en Isaba, Navarra, todavía novicio jesuita embarca para América en Sevilla, el año 1672. En 1673 fue ordenado sacerdote en Lima. Acompañado del P. Marban y doce canoas de indios mojos que había preparado el Hno. José del Castillo, el 29 de junio de 1675 se lanza por el río Guapay hasta el Mamoré. En julio del mismo año, los Padres Barace, Marban y el Hno. Castillo establecen la Misión provisional de los Mojos, después de once días de navegación por el río Grande. Barace, gravemente enfermo, en una choza de cañas y paja, aprovecha su contacto con los indios para iniciarse en el idioma mojo. En 1680 deja Mojos y parte con el P. Igarza a evangelizar a los chiriguanos.

En ocho meses aprende su lengua y explora extensos territorios hacia Paraguay y Argentina. El P. Igarza fallece en Santa Cruz de la Sierra en 1683. Barace aprende a tejer y lleva el primer telar a Mojos. Su labor fundacional es intensa: varios pueblos y las ciudades de Loreto o Trinidad y San Javier de Mojos. Enseña a tejer, practica la medicina y la cirujía, cuida a los enfermos, prepara medicinas. Con su guitarra compone canciones que canta el pueblo en sus fiestas. En una memorable expedición introduce el ganado vacuno y caballar, enseña la agricultura, sigue recorriendo tierras desconocidas, siempre "abriendo brecha", tenaz labor que será de importancia enorme para la futura Bolivia. Su infatigable labor misionera le llevará a construir iglesias y bautizar miles de indios. Una de sus iglesias de Trinidad, de la que fue arquitecto y maestro de obras, está catalogada hoy día como monumento de arte boliviano. El P. Eguíluz, Provincial, la visitó en 1696. Admiró su arte y en especial un trono de cedro curiosamente labrado y pintado de las tres divinas personas.

En este mismo año el P. Eguíluz concluye en Lima su Historia de la Misión de Mojos. En agosto de 1702, Barace penetra en su acción misionera en tierras de Chapacuras y Baures. El 16 de septiembre del mismo año fue martirizado y muerto por los indios baures. Las "brechas" abiertas por Barace dieron su fruto. Los Padres Pedro Lorenzo Legarda y Estanislao Arlet fundan San Pedro de Mojos en 1697. El P. Legarda, en 1708, penetra en Baures y señala el sitio para fundar Concepción, pero tuvo que huir, atacado por los baures. El P. Antonio de Orellana, que sería el gran biógrafo de Barace, realiza el deseo del P. Legarda, fundando Concepción en octubre de 1708. Pronto le refuerzan en su labor los Padres Rada, Sánchez y Blanco. Juan Cañigueral Cid, director de Radio Cochabamba, nos da noticias actuales sobre Mojos, reproducidas por El Pensamiento Navarro, de Pamplona.

"En la Beni donde trabajó y murió el P. Barace, están ahora los Padres Franciscanos de Aránzazu. Vicario apostólico es Monseñor Carlos Anasagasti. En la cristiandad fundada por el P. Barace, están: como párroco de Trinidad, el P. Alfonso Elorriaga; párroco de Loreto, P. Buenaventura Anasagasti; de San Ignacio de Mojos, P. José Andrés Sáenz de Vicuña; de Concepción de Baures, P. José Martínez. La semilla lanzada por el P. Barace ha fructificado. La aviación pone estas tierras alejadas en comunicación con La Paz y Cochabamba. Y las carnes del ganado que introdujo el P. Barace suben en avión de carga hasta las minas de las montañas".

Los restos del P. Barace, sacados del pantano donde los habían arrojado sus verdugos, fueron llevados a Trinidad, recibidos con músicas, danzas y arcos triunfales, formados con variedad de flores y plumas vistosas. En el Colegio de San Calixto de La Paz, se conserva actualmente un relicario de objetos personales del V. P. Barace. Otros misioneros de origen vasco siguen las huellas de Barace: los ya citados P. Igarza, P. Legarda, P. Rada, P. Alzugaray y otros.

(1615-1648). Explorador de tierra de Mojos, gastó 200.000 pesos sin provecho alguno. Esta expedición, sus predecesoras y las que le siguieron hasta 1682 iban en busca del famoso Gran Paititi, señor de los Mojos y dueño del fabuloso "El Dorado".

Los "ekekos" bolivianos y el gobernador Segurola. El día 24 de enero de cada año, la ciudad de La Paz celebra la fiesta de las "alacitas", en la plaza de San Pedro. "Alacita" es una palabra aymará que significa "cómprame". Estas fiestas son una feria de cosas diminutas, producto de la habilidad popular. En las "alacitas" se vende todo lo imaginable, reducido a la mínima apariencia. Los paceños, para satisfacer su superstición, compran en esta fiesta, en miniatura, lo que desean poseer en grande. Para llenar esta necesidad común, nació el "ekeko". Es un ídolo de greda, a veces de plata, un hombrecito que lleva sobre sus espaldas todos los objetos imaginables, en cantidades ínfimas. Va vestido de indígena, con poncho y pantalones cortos. Llama la atención que tenga cara europea y prominente nariz.

El origen de esta faz europea se remonta al siglo XVIII, al tiempo del gobernador Sebastián de Segurola y Machain, guipuzcoano de Azpeitia, defensor de La Paz contra el asedio de Tupac Katari. El pueblo, queriendo perpetuar la memoria del gobernador, cambió la cara indígena del "ekeko", símbolo de los más caros sueños del paceño, por la del vasco con su gran nariz. Segurola se encolerizó y lo prohibió. El 2 de octubre de 1789 murió el gobernador. Al año siguiente apareció el ekeko-recordatorio luciendo la enorme nariz del azpeitiarra. Y esta nariz subsiste hasta nuestros días. En 1958 tuve en mis manos uno de estos "ekekos", en Santiago de Chile, que medía unos 17 cm. de altura, todo de plata, con las características enumeradas. Su precio era de 14.000 pesos chilenos, estando el dólar a 900. El estudioso que quiera documentarse puede consultar las Tradiciones Paceñas de Nemesio Iturry y la Revista Antártica, de Santiago de Chile, n.º 12.