Toponymes

Argentina. Integración social de los inmigrantes vascos

Llegados hasta aquí, no podemos dejar de mencionar la importancia de las instituciones étnicas -o su ausencia- en el fenómeno de la integración. A decir verdad este tema se presenta, al igual que el de los matrimonios, con una amplia gama de matices intermedios. Entre la idea de que una mutual pudiese congregar en sus límites a todos los compatriotas y la atomización social de aquellos inmigrantes que no contaran con instituciones propias, no tenemos duda que existe mucha tela para cortar. El caso vasco -y en menor media el irlandés- ha venido a dar por tierra con muchos de aquellos supuestos; por ejemplo no contando con instituciones o participando indistintamente con otros grupos mayores. Las fuentes hablan también, y no es un dato menor, que los vascos eran reacios a asociarse en el Laurak Bat de Buenos Aires. Uno podría pensar también que la participación de un inmigrante en una institución mutual o bancaria de tipo étnico era tan sólo un aspecto de la vida cotidiana de aquél. Al igual que ocurría con los casamientos con paisanos, aquella agrupación podría colaborar en el fortalecimiento de la imagen de colectividad pero difícilmente pudiese competir con la inevitable asimilación que provenía del mundo laboral, del vecindario, del trato diario en los cafés...

Hagamos, de todos modos, un breve repaso de las instituciones vascas en Argentina durante el período 1840/1920. El Centro Vasco Laurak Bat (cuatro [provincias] en una) de Buenos Aires fue fundado en 1877 por trece inmigrantes vascos que, preocupados por la situación crítica que atravesaba Euskal Herria tras la guerra carlista y la pérdida de los fueros, pretendían fundar una sociedad como medio de manifestar su solidaridad con los vascos europeos. Se convino unánimemente en la formación de un centro denominado Sociedad Vasco-Española Laurak Bat. En la misma ciudad, y en buena parte producto de disidencias entre "vascos y vascongados" surgieron posteriormente otras instituciones menores, algunas evidenciando intenciones regionalistas y otras forzando un panvasquismo casi inalcanzable. El Centro Vasco Francés (1895) y el Centro Navarro (1895) son acaso las más importantes. Siempre en el mismo escenario capitalino, en 1907 se inauguró el Instituto Euskal Etxea, que contaba un Asilo y establecimiento educacional y cuya principal característica era -en sus inicios- acoger a los vascos sin distinción de sus regiones de origen.

Otra institución surgida en nuestro período de estudio se ubica en Rosario. Nos referimos al Centro Vasco Zazpiak Bat (que significa siete en una, haciendo alusión a las provincias), inaugurado en 1912. Salvo el caso curioso de un pueblo del interior como Bahía Blanca, y significativamente, hemos visto que se trató de instituciones surgidas en grandes ciudades. En el resto del territorio, y no porque no hubiera vascos, la mayoría de los centros vascos nacieron a partir de la llegada de los exiliados políticos del régimen franquista, durante la década de 1940. Una primer reflexión sugiere que -a diferencia de los pueblos del interior- las grandes ciudades restaban protagonismo a los vecinos; la debilidad de aquél rol pudo reforzar la de ciudadanos e inclusive predisponer -ante la falta de posibilidades de participación política o comunal como en el interior- a iniciativas en la conformación de instituciones propias. Por el contrario, líderes vascos como Ayzaguer, Arahabeti o Altabegoity no necesitaban un centenar de paisanos detrás para alzarse con un puesto en la Corporación municipal de Tandil. Pero es posible que en Rosario o Buenos Aires, haya funcionado bien la conformación de instituciones étnicas por parte de grupos minoritarios de inmigrantes que habían progresado económicamente pero no contaban con elementos de poder para presionar por un espacio social ante la elite nativa. El caso bahiense, institución vasca fundada en 1899, es, mirado con detenimiento, distinto a lo sucedido en Buenos Aires o Rosario. Mientras allí se fundan Centros Vascos, en Bahía Blanca se conforma una mutual, institución -en nuestra creencia- mayormente ligada a intentos de solución de deficiencias del medio por parte de los inmigrantes que a problemas de identidad.

En el período que nos interesa hubo distintos tipos de instituciones que, evidentemente, debieron responder a demandas diversas de los sectores sociales. También es razonable pensar que aquéllas debieron ejercer distintas influencias según el medio en que se erigían: gran ciudad, pueblo pequeño, etcétera. Los vascos contaron, salvo en la capital del país, con un número casi insignificante de instituciones propias. Incluso en la propia ciudad de Buenos Aires, la natural tradición de los vascos a participar en instituciones españolas, francesas y nativas, debió convertirse en un obstáculo de peso a la hora de intentar conformar un organismo financiero propiamente vasco. Claro ejemplo de ello es el que intentaron hacia 1899 -sin éxito- algunos vascos adinerados para formar un Banco vasco y se publica en la revista La Baskonia ese mismo año.

Incluso en Bahía Blanca, tal ausencia de instituciones -ya que no se trató de un Centro de reunión- pero principalmente las deficiencias que presentaba el medio, llevó a la aparición natural de las Fondas y Hoteles de vascos como ámbitos de sociabilidad euskalduna. Pedro Laborde, vasco francés, con su Hotel Vasconia (1889); Manuel Lopetegui, con el hotel de su mismo nombre (1910) y Marcos Imaz con el Gran Hotel Los Vascos en la misma fecha, fueron modelos exitosos de clientela vasca de alguna manera "cautiva". Existen decenas de ejemplos en otros puntos de la provincia donde se dio el mismo fenómeno.

Como veremos más adelante, algunos vascos que progresaron en actividades ganaderas o comerciales, instalaban -en sitios donde la comunidad vasca era importante- hoteles. El lugar social destacado de esos hoteleros los colocaba en centro de referencia crucial de sus connacionales; esto a su vez los catapultaba a puestos en instituciones españolas, francesas o incluso nativas. Pero los establecimientos antecesores de las fondas y hoteles, los almacenes y casas de Ramos Generales, también conformaron espacios similares.

La presencia euskalduna en fondas, hoteles y almacenes de vascos se puede hacer extensivo a diversos puntos de la provincia durante casi todo el período de nuestro análisis. Si miramos el Primer Censo Nacional, 1869, encontramos funcionando once fondas de propietarios vascos en Chascomús, región ovina por excelencia. En ese mismo sitio, si observamos el Segundo Censo Nacional, los vascos ocupaban seis de las nueve fondas que tenía el pueblo; tres de los seis hoteles; las cuatro únicas canchas de pelota; cinco de los diez cafés y doce de los treinta y tres almacenes. En otra zona ganadera, pero bovina, Lobería, en un listado de las fondas y hoteles en manos de vascos -centros de referencia y reunión de la colectividad- figura en primer término el Hotel Euskalduna fundado en 1893. Don Ciriaco Ibarguengoitía, a fin de contar con otro centro de reunión para sus conmilitones, propició la construcción del nuevo hotel, cuyo nombre era toda una evocación para la colonia vascongada. En 1897 Cristóbal Barbería trasladó su negocio de Pensión y cancha de Pelota, que, desde 1889 tenía instalado en una chacra ( hacienda rural), situándose en la esquina de las calles Rivadavia y Latuler. Este hotel (Hotel Español) conocido por el nombre de la Cancha de Barbería fue punto de reunión de la numerosa colonia vasca del partido. Otros puntos eran el Hotel Gorriti, de José Gorriti (1894); el Hotel Central, de Pedro Tipito (1901); el Hotel Victoria; Gran Hotel Baskonia (1913) y las fondas La Buena Sopa (de Euletxe hasta 1908); La Guipuzcoana de Jáuregui y el Restaurant y Confitería de Miguel Inda. Muy cerca, en Necochea, los Altube, Amondarain, Iturburu, Echaler, entre otros, también se encargaban de siete fondas, un hotel y una cancha de pelota. Los vascos de Lobería, quizá por las mismas dimensiones del pueblo, hacían notables sus momentos de reunión al resto de la sociedad.