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Argentina. Integración social de los inmigrantes vascos

Veamos ahora lo que proponían las instituciones en cuestión. Si observamos el grupo español, tres son las instituciones principales -fuera de clubes y bancos- que desarrollaron en América: las Sociedades de Beneficencia, las Sociedades de Socorros mutuos y los Centros Regionales. Según una visión, las primeras instituciones étnicas surgieron como respuesta o solución desde el segmento más favorecido de la emigración, para solventar los desequilibrios producidos por el propio fenómeno migratorio, y ante la absoluta carencia de cualquier alternativa pública para satisfacer las prestaciones sociales más perentorias. Pero no fueron la única respuesta a tales contingencias; los segmentos menos favorecidos y más numerosos de la inmigración, dieron casi al mismo tiempo la suya propia, que estaba basada en la solidaridad y en la ayuda mutua: las sociedades de Socorros Mutuos. Según Llordén Miñambres, estudioso del tema, sólo una minoría de los emigrantes llegados a América consiguió alcanzar una posición económica desahogada o enriquecerse, mientras que la gran mayoría de los transterrados se vería afectada por los grandes desequilibrios generados por la emigración. Sabemos, aunque no es lugar para discutir estos temas, que cualquier generalización en cuanto a los resultados finales de la emigración a América -sin tener en cuenta coyunturas, oficios específicos, espacios geográficos limitados- ha llevado a resultados erróneos.

Por otro lado, pensar que los sectores menos favorecidos de la emigración se unieron para autosatisfacer unos medios que el Estado argentino no brindaba, resulta una visión poco menos que idílica. Cualquiera sea la comisión directiva -y grupo étnico- de aquellas instituciones que se observe, sus miembros eran personajes que habían alcanzado si no una posición muy holgada, sí al menos salir del sector catalogado como menos favorecido. Pero volvamos a lo que ofrecían aquellas instituciones. La ineficiente solución que ofrecían las sociedades de beneficencia además de ser exclusivamente polar (casos de auténtica indigencia), solía reducirse a pequeñas ayudas pecuniarias en el desempleo, asistencia médica y hospitalizaciones no muy prolongadas; a la repatriación de desahuciados o poco deseables y organización de entierros y funerales de compatriotas fallecidos.

Pensemos un instante en tales paquetes de asistencia ofrecidos por las sociedades mutuales. Hasta 1880/90 debió funcionar bien en las grandes ciudades como Rosario o Buenos Aires, pero difícilmente en pueblos de la talla de Tandil o Lobería, donde había uno o dos médicos para toda la población. En Tandil, recién en 1864 se establecerá el primer médico en la región. Su acción pronto será notoria no sólo por el avance de su práctica sobre el curanderismo, sino también a través de medidas higiénicas y sanitarias, como se refleja, por ejemplo, en las disposiciones adoptadas por la Municipalidad durante la epidemia de cólera de 1868/69. A partir de entonces, se incorporan nuevos facultativos (Peré, Lizarralde, Fidanza y Celá). Es recién en 1880 que se creará el Asilo San Juan, fundado por una logia masónica local, para el tratamiento gratuito de enfermos. Este establecimiento carecía de los medios adecuados para cumplir su labor, como se encargaría constantemente de hacer notar el diario local. Creemos suponer que, en cuanto a medicina, en aquellos pueblos nativos e inmigrantes concurrían indistintamente a donde se encontraran los pocos facultativos existentes, y que las sociedades de Socorros Mutuos a las que pertenecían solventarían el gasto ocasionado.

Ahora bien, si los vascos podían concurrir -sin mayor elección- a consultar a un médico; si la falta de créditos era salvada por el préstamo de un vecino, un comerciante o el hotelero; y si en el mismo hotel podía -como veremos luego- permanecer en reposo internado o incluso velar un familiar pagando el servicio cuando pudiese, no es difícil de entender por que el mayor énfasis puesto en el éxito de los servicios sociales -por ejemplo romerías- de aquellas instituciones en ámbitos del interior.

Debemos pensar y aclarar entonces cuál ha sido en nuestro período de estudio el sentido de pertenencia de los vascos a su colectividad. Uno puede imaginar sin esfuerzos que, dada la fecha fundacional de los centros vascos de Montevideo (1875) y de Buenos Aires (1877), la principal motivación debió provenir de la esfera política, precisamente de la pérdida de la segunda guerra carlista. Sin embargo, aunque en parte esto sea cierto, otros autores advierten que se ha repetido -sin mayor investigación- la idea de un afianzamiento, casi de modo axiomático, de la idea de que el movimiento nacionalista vasco fundado y organizado por Sabino de Arana habría tenido una implantación pionera en las colonias vascas de América, casi en el mismo momento en -o incluso antes de- que Arana estaba dando sus primeros pasos en Bizkaia. El nacionalismo entre los vascos americanos no debería situarse antes de 1903. Una serie de hechos, como cambios sugestivos de grafía -La Vasconia por La Baskonia- algunas publicaciones como Irrintzi y la llegada de un grupo de nacionalistas a estas tierras, son entonces elementos concretos de su presencia. De aquí se desprende que con anterioridad -y posiblemente muchos con posterioridad- los vascos participaran indistintamente de instituciones españolas y francesas. Pese a ello, los intentos -aunque minoritarios- de "construcción" de una identidad colectiva vasca en el Río de la Plata (nos referimos a nombres de instituciones como Laurak Bat o Zazpiak Bat) se presentan en forma simultánea si no anteriores a los primeros movimientos nacionalistas de Euskal Herria.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hasta bien entrado el siglo XX sólo una minoría vasca -concentrada en puntos de la capital o de Rosario- dejó de participar en instituciones españolas o francesas, incluso de aquéllas pertenecientes a otras regiones de la propia Euskal Herria. La participación indistinta de los vascos en dichas instituciones era una realidad en casi todos los puntos de la provincia bonaerense. En Lobería, por ejemplo, la Asociación Española de Socorros Mutuos se funda el 4 de enero de 1894; su primera comisión está integrada por Fermín Elizate (Presidente); Juan Jaureguizar (Tesorero); Canuto Bilbao (Secretario) entre otros españoles. Mientras que la Sociedad Francesa de Socorros Mutuos se funda el 14 de julio de 1908, estando entre sus fundadores Juan Soharnet, Juan Uranga y Bernardo Laborde.