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Argentina. Integración social de los inmigrantes vascos

Resulta evidente que aquellos establecimientos hicieron las veces de "Centros Vascos", al conformarse como nuevos lugares de reunión y cohesión social, aunque como ya hemos adelantado, las manifestaciones de esta colectividad no eran étnicamente cerradas. Se trató, por lo general, de escenarios conformados a partir de potencialidades preexistentes dentro de la comunidad. Por un lado la necesidad de los recién llegados de un lugar donde pasar las primeras noches; por otro, la posibilidad de abandonar el mostrador de la casa de ramos generales en pos de un lugar más cómodo y -por que no- al principio, menos cosmopolita. En tercer lugar, aprovechar una presencia de paisanos que demandaban -hasta ese momento gratuitamente- un lugar donde dormir o comer hasta instalarse. Se trataba de reuniones informales, abiertas al resto de la sociedad, y que complementaron -e incluso brindaron un espacio físico- a otros mecanismos como la contratación de paisanos, casamientos, etcétera. Ámbitos casi exclusivamente masculinos, salvo el caso de fiestas en los hoteles en el último cuarto del período; igualitarios -en el sentido de que su concurrencia no estaba supeditada a posición económica ni social- y en los cuales la ligazón de cada concurrente era espontánea, sólo comprometida, si se quiere, por el sentimiento de ser "cliente" de un lugar. Estamos convencidos que el hotel vasco albergaba y atendía indistintamente a cualquier persona, pero que sus clientes y la sociedad local lo identificaban -hasta por lo menos 1940- como "símbolo" de la colectividad vasca. Mucho pudo tener que ver en ello el propietario del hotel, por lo general persona de largo arraigo y reconocida en el medio por su trayectoria socioeconómica.

El nombre del establecimiento, los aspectos culturales (comida, deportes típicos, etcétera) que presentaba y sus atenciones le permitían atravesar la primer etapa como empresa. Posteriormente -y como veremos en el apartado sobre las hotelería- cuando el hotel era un punto de referencia entre los vascos, el ambiente cada vez más acrisolado de la concurrencia -que no alteraba la atmósfera euskalduna- le aseguraban una mayor rentabilidad. Pese a la cohesión que en ellos se afianzaba, estamos convencidos que más que retrasar la integración de los vascos en la sociedad local, fondas, hoteles y frontones la aceleraron. Sin embargo, pudieron retrasar la aparición de los centros vascos. No es casual que el Centro Vasco Gure Etxea de Tandil se inaugure en 1949, y que en la mayoría de los pueblos de la provincia surjan a partir de 1940. Si los primeros vascos se vieron transformados rápidamente en vecinos -opacando su status de extranjero- y luego las fondas y hoteles de vascos se conformaron como ambientes de sociabilidad étnicas -pero abiertos-pocas posibilidades quedaban a quienes arribaran entre 1900 y 1920 de evitar transitar -al menos en el interior- por andariveles que desembocaban inevitablemente en una pronta asimilación.

Ahora bien, ¿por qué el inmigrante vasco no contó con sus propias instituciones y le bastó con asistir a los hoteles y fondas de connacionales? ¿Qué relación guarda el hecho de que las pocas instituciones vascas del período hayan surgido en lugares de gran concentración poblacional como Buenos Aires y Rosario? En primer lugar tenemos que reconocer que, tanto hoy como en el siglo XIX, la concurrencia a instituciones ha sido siempre minoritaria. Y hubo, ciertamente, un puñado de vascos que participó; ocurre que aquellas pertenecían a españoles y franceses, nacionalidades en las que históricamente se aceptó como natural y apropiado a los vascos. En segundo lugar debemos analizar los distintos tipos de instituciones "étnicas" posibles -en aquel momento- y lo que no es menos importante, lo que brindaban. Las instituciones más destacadas fundadas por algunos grupos nacionales asentados en nuestro país fueron las Sociedades de Socorros Mutuos; también los Bancos y por último los hospitales. Excepcionalmente, algunos grupos -daneses y en cierta manera irlandeses- contaron también con establecimientos educativos, mientras que otros conformaron instituciones deportivas. Ya hemos dicho que los vascos participaron -salvo en Bahía Blanca- en las mutuales españolas y francesas, ya como asociados o como directivos; respecto a las instituciones bancarias lo hicieron indistintamente en Bancos españoles o nacionales. El único intento de fundar un banco vasco para canalizar los cientos de aportes de ganaderos de ese origen y principalmente el de los lecheros vimos que fracasó prontamente; sus causas: los vascos entregaban ya sus ahorros a instituciones bancarias arraigadas. En el interior, hemos visto como los vascos confiaban sus ahorros a hoteleros y fonderos -luego, en nuestro siglo, a casas agrícolas- mientras que solicitaban créditos a paisanos, nativos u otros inmigrantes. Pero en la ciudad puerto, es entendible que muchos vascos hayan participado de algún modo en estas instituciones. Hemos visto ya algunos ejemplos de participación vasca que, sin representar a una mayoría, han servido de ejemplo del accionar euskaldún al respecto. Pero hubo muchos más; inclusive notablemente más claros en la ciudad de Buenos Aires. Martín Berraondo Irigoyen, guipuzcoano, fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Beneficencia y del Hospital Español (1852), figurando también en la creación del Club Español (1852), del que fue presidente en 1878, 79 y 82, y del Banco Español del Río de la Plata (1887). Toribio Ayerza, también guipuzcoano, arribó a Argentina en 1840 y llegó a ser presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Buenos Aires entre 1861 y 1869. Por su parte, Lucas de Ayarragaray, guipuzcoano también, llegó a Argentina en 1849 para instalarse como comerciante en Paraná; allí funda en 1859 la primera filial de la Sociedad Española de Socorros Mutuos.