Industria maderera. La explotación de maderas se centraba en el pino silvestre de propiedad particular o municipal que, en este último caso, se sacaba a subasta para el mejor postor. El corte de pinos, antes con hacha, ahora con sierra a motor, es la primera operación a la que sigue el desplome del pino y corte de tajas o ramas que se solían utilizar para leña con que alimentar los hornos vecinales y el hogar de la casa, aunque era preferida la leña de haya por dar una brasada más densa y duradera. La leña de boj también era muy estimada y usual. Los troncos eran después despeñados monte abajo hacia el río y después con machos se barranqueaban río abajo hasta el lugar destinado a hacer las almadías para su transporte y venta en Zaragoza y aun en Tortosa. Otro maderamen era destinado a los aserraderos para hacer tablas y tablones. En el s. XVIII la demanda maderera de la Real Armada fue grande y lo mismo posteriormente para traviesas de las vías de los nuevos ferrocarriles. Se señala que entre 1754 y 1764 la exportación de maderas a Aragón pasando por la aduana de Salvatierra de Esca alcanzó la cifra récord de 60.000 piezas de madera roncalesa. En este tiempo Gambra fue el maderero más importante, ya que entre 1754 y 1759, exportó 4.500 maderos y, en 1788, otros cuatro mil, asociado al almadiero Ezquerra. Había, además, otros importantes madereros en unos y otros pueblos del Valle, como Pascualena, Glaria y Garriz. A finales del s. XIX y comienzos del XX una explotación de hayas ocupó a varios miles de andaluces durante diez años.