Lexikoa

MISIÓN

Labor misionera vasca: Fundaciones vascas.
Los Jesuitas. Ignacio de Loyola, al fundar la Compañía «para promover la mayor gloria de Dios», apuntaba la diana misionera. Francisco de Javier (Javier 1506-Sancian 1552), salía de Lisboa en 1541 rumbo a la India, nombrado «nuncio apostólico para todas las tierras situadas al este del Cabo de Buena Esperanza». Breve en años su ejercicio misional (1542-1552), su trayectoria ha pasado a la historia como una de las más intensas que se conozcan en este campo. En Goa, en la costa de Pesquería (1542), en el reino de Travancor (1544), en Madrás, Malaca, Borneo y Java ( 1545), en las islas del Moro (1546-7), en Malaca otra vez (1549), en Japón: Kagoshima, Hirado, Yamguchi y Bungo (1550), en la preparación de la evangelización de China (1551), sobresale el mismo celo, intrepidez, confianza en sus objetivos. José de Anchieta (+ Reritiba -Brasil 1597), oriundo del País Vasco, pese a su nacimiento en La Laguna (Tenerife), fue enviado al Brasil en 1553 para restablecer su salud tan sólo, pero ya no volvería más. Durante varios meses hubo de permanecer preso entre los indios iperoig, tribu antropófaga de los tamayos. Por diez años se preocupó de atender a la conversión de los indios tapuyas, para del 1576 al 1586 ocupar el cargo de provincial. Después de estos ocho años, pasaba a Reritiba, donde se dedicaría a seguir a los indios por la selva. Brasil le considera padre de la Iglesia brasileña, fundador de la nación y patrono principal. Y fundiéndose con sucesivas culturas y comunidades otros cientos de jesuitas, sosegados, despiertos, reflexivos. Y, entre ellos, desensimismados y atravesados por el martirio cuántos y cuántos. Por lo que al País Vasco se refiere, en el siglo XVI todavía, Esteban de Zuaire (Vizcaya+Canarias 1570), arrojado al mar por los calvinistas holandeses que atacaron la expedición en que viajaba rumbo a Brasil. A su vera, Juan del Valle (Vitoria 1574- + México 1616), evangelizador de los indios xiximes y otros pueblos de Durango en México, moría con violencia a manos de los tepehuanes. Además, Cipriano de Baraze (Usaba 1641-Misión de los Moxos 1702), explorador y misionero de los chirinanas y moxos, asesinado por estos últimos.

De Bérriz. En la primera mitad del siglo XVI, Martín de Aguirresaema, abad beneficiado de la anteiglesia de Bérriz, fundaba en un silencioso y agreste lugar, próximo a la iglesia que él mismo regía, un beaterio que se uncía a la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Redención de los cautivos. Tejida toda la trama de los cimientos, la fecha de fundación del convento se sitúa alrededor de 1542, pues en junio de ese año se registra la primera profesión. Con el 1869, siendo pontífice de Vitoria Alguacil y Rodríguez, todos los conventos de clausura vascos tenían que poner sus relojes a la hora liberal de la revolución «Gloriosa». Hasta en la misma clausura, quienes no disponían de otros locales, abrían sus puertas para la enseñanza y asistencia de las niñas de las distintas localidades. Ese año, como tantas otras religiosas, las mercedarias de Bérriz recibían las primeras niñas externas y en 1873, año de la I.ª República, las primeras internas. Pasado el sexenio democrático y con la Restauración alfonsina la mayoría de estos conventos volvieron a su vida oculta y recogida; en Bérriz no. Pero en 1903 ingresaba en el convento Margarita María López de Maturana (Bilbao 1884-+San Sebastián 1934) a los diecinueve años de edad. Su trato epistolar durante diez años con los leprosos de Fontilles y su relación personal con los misioneros, el carmelita Juan Vicente Zengoitia y el jesuita José Vidaurreta, la encendieron en celo misionero, que a su vez ella contagió a las colegialas. Así, se creaba en 1920 la Juventud Mercedaria Misionera, bendecida por el entonces obispo de Vitoria, Leopoldo Eijo y Garay. En 1926 salía la primera expedición para Wuhu (China). En 1927 la madre Maturana es nombrada comendadora del convento, mientras se prepara la segunda expedición a Saipán (Islas Marianas). En 1918 fundaban en Ponapé la tercera casa de misión y una cuarta en Tokio, para en mayo de 1930 conceder el Vaticano la aprobación del nuevo Instituto de Mercedarias de Bérriz. En 1928 la misma Maturana ejecutaba su primer viaje misionero, visitando directamente las casas de Wuhu, Saipan, Ponapé y Tokio. No sería el único. A principios de 1931, ya como superiora general, realizaba un segundo a Tokio para inaugurar el soñado colegio de segunda enseñanza con más de 1.000 alumnas. Moría en una clínica de San Sebastián el 23 de julio de 1934. 25 casas con las más variadas actividades y asombrosos resultados: colegios, residencias universitarias, dispensarios, apostolados sociales... Unida a Margarita, su hermana gemela, Leonor, emprendía también el camino de la vida religiosa en las Carmelitas de la Caridad. De temple heroico, la bilbaína disimulaba sus muchas virtudes con un aspecto jovial, vivo y hasta jocoso de la vida. Destinada a Argentina desplegó en Suipacha excepcionales actividades de educadora. Estableció por primera vez en América las Obras Misionales Pontificias e influyó poderosamente en la vocación misionera de muchas de sus hermanas de religión. Están incoados los procesos de beatificación de las dos.

Otras misiones. Primera, cronológicamente, fue la congregación de las Franciscanas Misioneras de María, fundada el 6 de enero de 1827, con carácter netamente misionero y dependiendo directamente de la «Congregación de Propaganda Fide». Su fundadora Hélène de Chapottin María de la Pasión, en convento nació en Nantes (Francia), aunque de ascendencia vasca. Sus miembros pertenecientes a la Tercera Orden regular de San Francisco también con la cultura religiosa de los años de la Restauración y IIIº Imperio francés, con vocación de víctimas-adoratrices y misioneras. Con el lema: «Ecce Ancilla Domini» abrieron su primera casa en el Estado español, la del noviciado, en Pamplona (avenida de Aoiz s/n) en 1900. Su número de religiosas aquí asciende a 500, mientras que en el extranjero gira en torno al millar, ubicadas en su mayoría en tierras de misión. Las actividades misioneras del Instituto se ordenan en tomo a catequesis, catequistas, leproserías, hospitales, asilos de ancianos, centros de refugiados, dispensarios, residencias femeninas. Al borde de la 1.ª guerra mundial nacían las Dominicas del Santísimo Rosario, fundadas en Lima en 1918 por Ascensión Nicol (Tafalla 1868- +Pamplona 1940). Educada en las Dominicas de Santa Rosa de Huesca, se haría religiosa de dicho convento, permaneciendo en él hasta los cuarenta y cinco años desde sus diecisiete. Se alistó para las misiones de la Montaña del Perú, embarcándose con otras cuatro compañeras en la expedición presidida por el dominico vasco Ramón Zubieta, recién nombrado obispo de Adráa. El mismo año abría en Lima un pequeño noviciado que con el tiempo serviría de base a la futura Congregación. En 1915 fundaba en Maldonado el primer colegio de misioneras dominicas. En 1918, con la apoyatura de cuatro fundaciones, le surgía la idea de constituirse en Congregación diocesana. Madre Asunción sería la primera superiora general (1918-1940) y con el insustituible apoyo de Zubieta en 1920 quedaba erigida la Congregación de Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario. Firme en su opción la tafallesa cruzaba el Atlántico ocho veces en busca de apoyos y para fundar nuevas casas, hasta a la misma China se llegó dos veces para crear varias casas. Su proceso de beatificación quedó cerrado en 1965. Otras dos fundaciones vascas de reconocido prestigio también misionero son las Misioneras Seculares (nombre primitivo: Misioneras Evangélicas Diocesanas), erigidas canónicamente como Pía Unión en 1939 por el obispo Lauzurica y obteniendo su «nihil obstat» del Vaticano en 1955. Su fundador Rufino Aldabalde-Trecu y Urbieta -«don Rufino»- previsor, mesurado y sereno fallecía en 1945, después de ocupar la dirección espiritual del Seminario de Vitoria. Entre otras obras con el mundo femenino en varios países europeos, se dedican a la asistencia de emigrantes. También Chile, Ecuador, Estados Unidos, Canadá y Congo Belga saben de su labor profesional en el campo obrero y universitario. Además las Misioneras de Cristo Jesús, congregación de derecho pontificio fundada en Javier en 1944 por el jesuita Moisés Domenzain y la madre María Camino Sanz Orrio. Basados en el espíritu de San Ignacio de Loyola, todos sus miembros se obligan con un cuarto voto a trabajar en las vanguardias de la evangelización: leproserías, colegios en la selva, etc. Tan sólo abren casas de formación en países cristianos, dejando sus actividades para los del Tercer Mundo. También fundaciones vascas son la congregación donostiarra Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María, fundada por María Teresa Dupony en 1930 y la baracaldesa Misioneras Seculares de Jesús Obrero, fundada por Simón López y Sanz en 1955.