Kobazuloak

CUEVAS DE ISTURITS, OXOZELHAIA y ERBERUA

Las investigaciones prehistóricas en la cueva de Isturits. Entre 1895 y 1898 se señaló en Isturits la presencia de materiales prehistóricos de aspecto magdaleniense, que incitaron a E. Piette a su sistemática excavación, sin conseguirlo. En 1913 E. Passemard emprendió las excavaciones de Isturits, atrayendo la atención de los medios prehistóricos tanto por la riqueza de las industrias que iban apareciendo y por la secuencia de su relleno arqueológico como por el hallazgo afortunado de algunas figuras animales en grabado y relieve sobre una formación estalagmítica de la Gran Sala. En 1923 dio Passemard fin a la serie de campañas de excavación en la cueva, tras realizar un sondeo bajo el nivel P, en el que alcanzó los 6,50 metros de profundidad. En 1928 el Conde R. de Saint-Périer, eficazmente ayudado por su esposa, acometió una segunda etapa de excavaciones en Isturits, dedicándose en campañas de 1928 a 1930 a la Sala de San Martín y en los años siguientes, hasta el de 1935, a la Gran Sala; con algunas atenciones parciales complementarias en años posteriores, hasta acabar definitivamente sus trabajos en la cueva en 1948. La muerte interrumpió la empresa de R. de Saint-Périer de redactar el texto de la tercera de sus memorias sobre el yacimiento de Isturits, referida a los niveles del Musteriense del Auriñaciense y del Solutrense. El mismo Conde escribía el 18 de agosto de 1950: «La sombría visitante que ronda desde hace meses en tomo de mi casa se acerca lentamente. No me concederá ya el tiempo preciso para concluir mi trabajo. Pero puedo dejar su cuidado, sin inquietud, a la que no me ha abandonado desde hace treinta años y no ha cesado en ese tiempo de trabajar conmigo y para mí. Ella deberá exponer, sin traicionar mi pensamiento, nuestras investigaciones e ideas comunes y sabrá dar modestamente, como lo deseo, la verdadera dimensión de mi contribución a los conocimientos humanos». Muerto poco después, fue en efecto su viuda -Suzanne de Saint-Périer- quien se hizo cargo de acabar la preparación de aquella edición, que se imprimió en 1952. La bibliografía fundamental sobre el yacimiento de Isturits se centra en las memorias y artículos de E. Passemard y de los Saint-Périer. El primer informe de Passemard se incluyó en 1913 en el Boletín de la Sociedad Prehistórica Francesa; poco después, en 1924, en su revisión del Paleolítico vasco-septentrional, ofrecerá abundantes datos y reflexiones sobre los estratos y materiales de la cueva; por fin, en 1944, publicó la memoria definitiva de los trabajos de excavación, en un tomo de la revista «Prehistoire» de París. R. de Saint-Périer distribuyó las memorias de sus excavaciones en tres partes que se corresponden con otros tantos volúmenes de la serie de Archivos del Instituto de Paleontología Humana de París, aparecidos en los años 1930, 1936 y 1952. El primero se dedica al estudio del Magdaleniense de la Sala de San Martín; el segundo al Magdaleniense de la Gran Sala; y el tercero a los restantes niveles en todo el yacimiento. Diversos artículos menores fueron firmados tanto por Passemard como por Saint-Périer sobre todo exponiendo varias de las más llamativas piezas del arte portátil de Isturits. Son bastantes las aportaciones de diversos especialistas a la concreción cultural en el diagnóstico de los niveles de la cueva: tanto algunos textos firmados por la Condesa-Viuda de Saint-Périer, como en monografías de N.C. David (sobre el Perigordiense Superior y Final), Ph.E.L. Smith y L.G. Straus (ambos sobre el Solutrense), H. Delporte (sobre el Musteriense) o P.G. Bahn (sobre economía y modos de explotación en el yacimiento). Diversas notas de clasificación paleontológica se deben a J.Bouchud, F. Beaufort y R. Jullien: empleadas luego sus referencias para algunas reflexiones de I. Davidson, J. Altuna, P.G. Bahn y F. Lavaud. Un análisis palinológico de Isturits ha sido publicado por Arlette Leroi-Gourhan. El arte parietal de la cueva ha sido adecuadamente descrito y analizado en los conocidos textos generales de H. Breuil, P. Graziosi y A. Leroi Gourhan. Los materiales procedentes de esas campañas de excavación están ya, en su mayoría (buena parte de la colección Passemard y la práctica totalidad de la de los Saint-Périer), reunidos en los fondos del Musée des Antiquités Nationales francés, en Saint-Germain-en-Laye; otros lotes menores se retienen en museos locales (de Pau, Museum y Museo vasco de Bayona, etc.). Las críticas a los trabajos de Passemard y Saint-Périer menudean en nuestro tiempo. A. Leroi-Gourhan ha censurado en aquellos prehistoriadores que no supieran distinguir la totalidad de «los subniveles estratigráficos... en excavaciones que fueron rápidas y desprovistas del aparato científico preciso». Ph.E.L. Smith se lamenta en el mismo sentido creyendo que ya es tarde para intentar reconstntir la secuencia arqueológica exacta de Isturits. J. Bouchud, al analizar las series de fauna recogida por los Saint-Périer, insiste en el carácter selectivo que tienen: pues no se recogían, ante su impresionante abundancia, todos los materiales osteológicos sino algunas piezas más completas o que juzgaron más significativas. Estas y otras críticas, muy justificadas, no llegan a anular el extraordinario valor de los lotes de industrias del yacimiento ni las observaciones básicas formuladas por sus excavadores. Es evidente que en la época en que se realizaron aquellos trabajos (iniciados a comienzos de la segunda década del siglo) no se disponía de las precauciones metodológicas que los prehistoriadores de hoy consideran imprescindibles para asegurar la calidad de los datos recogidos. El mismo desarrollo de esas campañas a lo largo de más de treinta años -por dos equipos diferentes y con las lógicas intermitencias y dificultades inherentes a su parcial coincidencia con el desarrollo de las dos Guerras Mundiales (en las que Francia era país beligerante)- influyó, sin duda, en la reticente aceptación de sus resultados. Las memorias de Isturits no reseñan todo lo hallado sino una selección de lo que se creía más significativo: eso sí, con excelentes dibujos de las industrias lítica y ósea y del arte mobiliar (debidos en el caso de las publicaciones de los Saint-Périer a la expertísima plumilla de Jean Bouyssonie). Escasean los cortes estratigráficos, en cuya abundancia precisamente se hubiera encontrado la posibilidad de organizar numerosas dudas de correlación de niveles y de precisión de subestratos; y no se da reproducción gráfica alguna de las disposiciones horizontales (suelos, hogares, dispersión de las evidencias, etc.). No son, por otra parte, suficientes ni homogéneos los cómputos de elementos industriales o faunísticos que permitan una apreciación de conjunto suficientemente segura. Se han llegado a realizar en estos últimos años útiles intentos de correlación de niveles y de precisión climático-cronológica entre las cuatro secuencias de estratos disponibles: las observadas en las dos salas de Isturits por los dos equipos de excavadores. En este sentido es de justicia subrayar el interés de los cuadros elaborados al respecto por H. Delporte en 1974 y R. Arambourou en 1976 y de la aportación climatológica de Arlette Leroi-Gourhan en 1959. Así como el intento de P.G. Bahn en 1979 por ensamblar las dos fuentes de información original sobre la fauna encontrada en Isturits con lo apreciado por J. Bouchud en 1966, para ofrecer un panorama comprensivo de fauna y su explotación por los habitantes de la cueva en el primer tercio del Paleolítico Superior. Quedan, de todas formas, suficientes zonas de inseguridad en la determinación de las equivalencias o contemporaneidades entre los datos ofrecidos por las cuatro series estratigráficas. Y no es difícil topar con evidentes contradicciones al describirse, por los varios autores, los caracteres de la sedimentología, de la fauna o de las industrias de los supuestos «mismos» niveles. Por poner un ejemplo se puede recordar que cuando se ocupan a la vez las dos salas de Isturits, en el Magdaleniense Medio, la composición de la fauna descrita por Passemard (nivel E) y por Saint-Périer (niveles SI, II) difiere ligeramente. Para Passemard los bovinos y los caballos son muy numerosos, subiendo progresivamente en importancia el reno hasta llegar a predominar al final de la etapa; en tanto que Saint-Périer afirma que siempre predomina el caballo, situándose el reno en segunda posición. Todo ello puede explicarse, por la vía más sencilla, poniendo en duda el valor de las interpretaciones de aquellos prehistoriadores o suponiendo la incorrección de su método de selección y recogida de los restos o de cómputo de las evidencias (¿número de restos o número calculado de individuos?). También se puede sugerir otro tipo de justificación, pensando que en el yacimiento se hubieran de desarrollar actividades distintas en varios lugares de su amplia extensión y que su excavación llegó a retener tales diferencias pero sin poderlas explicar. Es, más o menos, lo que piensa P.G. Bahn (1979, cap. 3:46) al respecto: «Las discrepancias entre ambas series pueden indicar que los niveles de los dos excavadores no son precisamente equivalentes o sincrónicos, pero también pueden deberse al método de selección de los restos, habiendo también un amplio margen de variaciones tanto en huesos como en industrias en el interior de esta cueva enorme como para sugerir una clara localización de actividades. Así: los raspadores son más numerosos en las galerías laterales, en tanto que los buriles abundan al fondo de la sala meridional (según apuntó Saint-Périer en la memoria de 1930); los grabados sobre placas de esquisto son numerosos en una sala y no en otra (también referido por Saint-Périer); la sala septentrional (o sea la Gran Sala) presenta dos acumulaciones llamativas de astas de reno y de ciervo trabajadas y sin trabajar, acaso un almacén de reserva, mientras que las vértebras y costillas de los grandes herbívoros son frecuentes en torno a la entrada de la cueva pero no más adentro (siempre de acuerdo con expresiones de Saint-Périer)»,. La secuencia de Isturits muestra un prolongado hábitat en la caverna hasta tiempos protohistóricos y más recientes, cubriendo la mayor parte de los estadios del Paleolítico Superior, comenzando en el Musteriense. Acaso la visión reelaborada de una estratigrafía teórica de conjunto no obedezca a la real sucesión de niveles en cada lugar o momento, ni sea uniforme en toda la extensión de la cueva. Pero incluye una sucesión de etapas culturales que no se hallan en su conjunto en ni uno solo de los otros yacimientos vascos e incluso lo hacen, en opinión de M.ª L. Pericot, «el mejor yacimiento de la zona pirenaica francesa, con algunas particularidades que sirven de transición a la zona cantábrica». En resumen se debe aceptar en la cueva de Isturits una presencia humana en la Baja Edad Media y, por indicios de lo galorromano y del Eneolítico, se va ofreciendo con intensidad a lo largo del Paleolítico Superior y del Medio. Bajo un Aziliense pobre el Paleolítico está representado por niveles: del Magdaleniense VI y V, de un Magdaleniense IV muy rico, del Solutrense (en dos etapas), del Perigordiense Final y Superior (Epigravetiense y Gravetiense), del Auriñaciense típico (évolué y típico), del Perigordiense Inferior (Chatelperroniense) y del Musteriense (en dos niveles).