Kontzeptua

Construcción Naval en el País Vasco

El estallido de la Primera Guerra Mundial tuvo un beneficioso influjo sobre la industria naval porque las circunstancias excepcionales de la contienda (paralización de las importaciones e incremento de las exportaciones) constituyeron una oportunidad sin parangón para la consolidación del mercado de los talleres tradicionales de ribera y el despliegue y la ampliación de los modernos astilleros.

Amparándose en la falta de competencia extranjera los tinglados de ribera prosiguieron trabajando en la manufactura de embarcaciones de pequeñas y medianas dimensiones, pero de una manera un tanto distinta habida cuenta que los artesanos se animaron a introducir algunas innovaciones en las unidades que ejecutaron. Concretamente, comenzaron a emplear el sistema mixto madera-metal y a introducir de manera bastante generalizada máquinas de vapor en sus manufacturas. Los positivos resultados obtenidos animó a otros hombres de negocios a invertir sus capitales en la fundación de nuevas factorías y de talleres dedicados a las construcciones mecánicas de las máquinas de vapor, como por ejemplo, Astilleros Francisco Querejeta e Hijos (1915), Astilleros de Pasajes de San Juan (1916), Astilleros del Cadagua (1918) y Astilleros Murueta (1919), entre otros.

Igualmente, la imposibilidad de poder conseguir buques de hierro de gran tonelaje en el mercado exterior disparó este tipo de demanda, lo cual no desaprovecharon las grandes y modernas empresas navales vascas. Por una parte, Euskalduna emprendió una ambiciosa estrategia de ampliación de sus instalaciones para aumentar su capacidad de producción y evitar los posibles problemas de suministro de materiales. Y por otra, La Naval fue oficialmente inaugurada el 7 de abril de 1916 con el nombre de Factoría de Sestao, colocando este mismo año la quilla de tres embarcaciones.

Concluida la Guerra Mundial se hicieron patentes los desajustes de la economía nacional y los altos costos de producción de los materiales básicos que, además, coincidieron con la crisis internacional europea. Esta coyuntura de crisis pudo haber supuesto la paralización de la actividad en las empresas vascas, pero no fue así. Si bien es cierto que algunas de ellas tuvieron que cerrar sus puertas, la mayoría se salvó gracias a que diversificaron su producción o a que se dedicaron a otros sectores.

Precisamente data de estos años la expansión de los modernos astilleros de ribera que, además, se reorganizaron a fin de contar con suficientes capitales para adecuar y/o ampliar sus instalaciones ante la creciente demanda de reparaciones de buques arrastreros y responder a las nuevas necesidades del mercado nacional. Con este objeto, comenzó la fabricación de pesqueros de mayores dimensiones y la concentración de este tipo de factorías e industrias auxiliares en algunos puertos.

Por su parte, Euskalduna y La Naval paliaron los efectos de la crisis de dos maneras: una, la fabricación de piezas y materiales para otros sectores entre los que estaban los del ferrocarril, automóvil, maquinaria y construcciones metálicas. Y la otra, su especialización en la manufactura de buques de motor diesel para las líneas regulares de pasajeros o al transporte de petróleo.

La crisis internacional de principios de los treinta, que afectó gravemente al transporte marítimo, hizo estragos en estas dos firmas. En una y otra quedó interrumpida la manufactura de nuevos buques y la reparación de los existentes, por lo que procedieron al despedido masivo de sus trabajadores y a la reducción de los salarios de la plantilla. En cambio, sus efectos en el resto de las factorías fue mucho menor al estar su producción destinada al mercado interior.