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Estella - Lizarra

La matanza de judíos de 1328. La riqueza de los judíos navarros, amén de los elementos irracionales de siempre y las destempladas prédicas antisemitas del franciscano Pedro de Ollogoyen, dieron pie a un complot que cristalizó en la terrible matanza de 1328 en diversas ciudades navarras, de las cuales, la más despiadada fue en Estella. Algo debían de saber los reyes de Navarra puesto que en años precedentes se encomendaba la protección de los hebreos a funcionarios reales. Así, el 7 de diciembre de 1308 Luis I "Hutin" de Navarra ordenó al senescal de Pamplona que tomara bajo su protección a la aljama de Estella. Respecto a la pecha que pagaba ésta, parece ser que dos años antes del suceso la cobraban Juan García de Estella, notario de la Corte, y Andrés Jiménez de Estella, portero, por lo que los reformadores del reino ordenaron al bayle de los judíos a que el pago se efectuara de la manera antigua. El 6 de marzo de 1328, el vacío de autoridad producido a la muerte de Carlos I el Hermoso fue la ocasión propicia que desencadena la matanza e incendio de las principales aljamas del reino. Campión halla, por su parte, otros condicionantes: "Esta ocasión la procuró la tremenda sublevación de pastorelos del Pirineo francés. Estas "hordas de bandidos" excomulgadas por Clemente V, penetraron en Navarra en el año 1321; el merino de Estella, Dru de Saint-Pol, "ovo mandamiento e fue a Pamplona en razón de que los pastorreles han venido por matar los judíos". (Tomo de Comptos, n.° 20). Los pastorelos atacaron y arrasaron algunas aljamas; esta fue la señal de que se encrespasen los ánimos mal dispuestos. Un fraile franciscano de Estella, fray Pedro de Ollogoyen, atizó la hoguera con sus incitadores sermones. Fue como quien prende fuego a un rastrojo. Las bandas se derramaron por el territorio, saciando su furor en la población judía. Según el P. Moret, pasaron de 10.000 los muertos; el estrago mayor fue en la ciudad de Estella" (Campión: Euskariana, n.° 9, 1929, p. 239). No se sabe el número de judíos asesinados, pero sí que en 1366 de toda la población judía sólo quedaban 80 vecinos, y que la pecha quedó disminuida de 1.100 libras a 500. Juana II de Navarra impuso a la ciudad una multa de 10.000 libras pagaderas en 10 años. En Estella fueron colgados, tras amputárseles las manos, Juan López Sendoa, Pedro boticario y tres cómplices y apresados diversos escuderos, labradores, caballeros, un maestro, la mujer del notario, un pintor, un notario y algún clérigo. Se obligó a las gentes a devolver lo robado: joyas, oro, plata, sedas, paños, utensilios caseros, prendas de vestir, puertas y ventanas, herramientas, libros, objetos menudos, etc. Ollogoyen fue preso en la cárcel episcopal pero nada se sabe de él posteriormente. Un sobreviviente, Rabbi David, relató para la posteridad lo sucedido. El barrio -actuales Curtidores, Matadero, Zarapuz, Ordoiz, Santa María y Oncineda- quedó asolado. En el siglo XIV, Abraham Ezquerra emprendió la erección de otra sinagoga dentro del recinto de la aljama. La obra la prosiguió su hijo, Juce Ezquerra, y Carlos II ordenó que nadie osara destruirla "en todo tiempo". Siguiendo las órdenes discriminatorias de Benedicto XIV, en 1451 se les prohíbe a los judíos ejercer diversas profesiones e integrarse en la población. Don Juan y D.ª Catalina I ordenaron en 1492 acoger a los semitas expulsados de Castilla por los RRCC, pero en 1498 adoptaron la misma postura ordenando la expulsión de los judíos del reino. Ese año la aljama, junto con el valle de Allin y las tierras llamadas del Fosal fueron entregadas por los reyes a Nicolás Martínez de Eguía que renunció a ellas a favor de la corona. Sólo podían sustraerse a la orden de expulsión aquellos judíos que adoptaran la religión católica tras abjurar de la propia. Sin embargo, el hecho de cambiar de religión no fue óbice para que siguieran siendo discriminados como se comprueba por aquella disposición de las ordenanzas de los boticarios de 1536 por el que se les prohíbe tener "criados o mozos conversos, por algunos peligros que se pueden seguir en las dichas artes". La palabra judío se utilizó como insulto como puede comprobarse en el juicio que enzarzó al maestro de latín y a un tal Gregorio de Mendico en la segunda mitad del siglo XVI (Mendico llamó judío al licenciado Pérez).