Concepto

Carnaval

En el Carnaval vasco encontramos primeramente las cuestaciones, consideradas como populares y tradicionales. Unas se realizan de forma itinerante con cortejos, complejos o simples. Recorren los barrios, ya sean dispersos, donde los caseríos son la forma habitual de vivienda; ya sean las casas de las que se compone el núcleo central de un pueblo.

Cada colectivo, infantil o juvenil, que efectúa el itinerario previsto de forma articulada: bien con canciones; bien con danzas; bien con ambos elementos; bien simplemente saludando a los dueños de la casa. En caso de haber algún fallecido en el domicilio visitado se rezaba un "Padre nuestro", las letanías... Estos grupos van uniformados, en parte o en su totalidad. A cambio de la interpretación de una canción, o de una o varias danzas, se les obsequiaba, principalmente, con productos alimenticios (huevos, chorizos, frutos secos, etc.). En la actualidad, el dinero, es lo que recogen. Con todo lo obtenido se realizan una o varias comidas y/o cenas.

Carnaval

El segundo de los actos, el más concurrido, era el baile en la plaza. Baile que se realizaba entre el Domingo y el Martes de Carnaval. Se aproximaba la juventud con o sin disfraz y enmascarados. Se ejecutaba "baile al suelto" (Fandango, Jota, Porrusalda o Arin-arin), así como "baile agarra(d)o" (Vals, Pasodoble, Chotis, Fox trot, etc.).

El baile, como momento de ejecución de bailables, no cerraba el abanico de posibilidades de divertimento de la población. Juegos de todo tipo: desde el "Al higuí" concurrido por la infancia, al Oilasko Jokua con decapitación del ave.

Llegamos a los desfiles. Éstos eran propios únicamente de las capitales y de algún que otro pueblo importante por el número de habitantes. Así tenemos cómo comparsas, estudiantinas, rondallas, correctamente uniformados, interpretaban canciones alusivas al gobierno y otros poderes institucionales, a un accidente aéreo, a las calamidades en la mar, o a algún suceso de la comunidad. La sátira y crítica social servían como fórmula de representar las incomodidades de las clases bajas ante el poder fáctico. Unas iban a pie y vendían las estrofas, otras iban en carrozas y lanzaban confeti y serpentinas.

Junto, o en contraposición, a los variopintos desfiles, se define el final del Carnaval con graciosos cortejos que recorren el centro de la población. Es el "Entierro de la sardina" con plañideras que lamentan la anunciada desdicha, quemando el arenque o lanzándolo al agua.