La ideología carlista y su relación con la educación puede estudiarse desde varias perspectivas. Nosotros optamos por dos planteamientos: uno que se refiere a la influencia carlista en los planteamientos educativos y que afecta tanto a las políticas educativas, como a ciertos comportamientos y mentalidades de maestros y profesores y, otro, al que se centra en el estudio de experiencias educativas y escolares que se llevaron a cabo en un momento preciso de la historia de Euskal Herria durante el Sexenio revolucionario y el dominio carlista en Bizkaia y Gipuzkoa.
Así, por la ideología carlista, a pesar de la derrota sufrida en la primera guerra carlista, irá arraigando en diversos grupos sociales del país, desde los jauntxos, al clero, pasando por el campesinado que defenderán la causa del Pretendiente Carlos, manifestando ya el rechazo al liberalismo por considerarlo ateo y anticlerical, y que será una de las claves para entender este fenómeno ideológico. Rechazo que conllevaba la defensa de la tradición del sistema foral y, consecuentemente, el mantenimiento de los "Jauntxos" (nobles y propietarios), cuyo carácter reaccionario sintonizaba perfectamente con los dirigentes carlistas.
En esta labor, el papel de la Iglesia sería destacable pues, habiendo sido despojada de sus bienes a causa de la desamortización y como rechazo al liberalismo, encontrarán en el carlismo la ideología defensora de sus intereses, siendo así que, a través de púlpitos y confesionarios, mantendrá su apoyo y extensión de la causa carlista. El apoyo claramente manifiesto por el clero vasco al carlismo, por entender que esta ideología defendía los intereses de la religión católica, marcará ya definitivamente la identificación entre clero vasco y carlismo.
Los grupos sociales que se enfrentarían ideológicamente en el País Vasco, durante el siglo XIX, están formados, por campesinos medios y pobres, artesanos, pequeños comerciantes, clero y nobleza local, en las filas carlistas; y campesinos enriquecidos, latifundistas y grandes propietarios, grandes comerciantes, industriales y alta nobleza, en el campo de los liberales.
La pérdida nuevamente de la guerra por parte de los carlistas, ocasionaría la abolición definitiva de los fueros en 1876. Pero a pesar de ello, el carlismo no desaparecía del panorama político vasco, aunque manteniendo la división entre católicos e integristas. Aún así, las bases sociales del carlismo se mantienen, pues el núcleo de su clientela lo constituían el campesinado, propietarios rurales, clero y artesanado. Es decir, sectores ligados a unas estructuras económicas preindustriales y cuyas fidelidades y lazos de vinculación tradicional no habían sido alteradas por la industrialización.
En cuanto al contenido ideológico del carlismo, el lema de "Dios, Patria y Rey" al que frecuentemente se le añadiría el de "Fueros" recoge expresivamente una manifestación sentimental que, aunque límite en el espectro ideológico, permitirá una formulación plenamente coherente como ideología. La interrelación del sistema ideológico carlista descansa, pues, sobre esos cuatro pilares (Dios, Patria, Rey y Fueros) que, más allá de su contenido específico de ideas, alude sin duda a las fuerzas que se debaten en la realidad del país, con un enfrentamiento entre liberales y carlistas.
Así pues, Dios, y en concreto la religión católica, será el estandarte de lucha principal por parte de una Iglesia que se veía claramente amenazada en sus privilegios por la política religiosa desarrollada tras la revolución de septiembre de 1868. Bien es cierto que la jerarquía de la Iglesia española, y el clero en general, no optaron por la causa de don Carlos. Pero éste no es el caso para las provincias vascas, donde el clero pasaría a la defensa del carlismo por entender que, como hijos de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, era su deber defender la religión de los ultrajes que estaba recibiendo por parte de los liberales. Como dirá un miembro del Consejo Carlista: "Somos carlistas porque somos católicos, y si fuera posible que el triunfo del carlismo no significase el triunfo de la verdad católica, no seríamos carlistas". Respecto a la figura del Rey, dentro del esquema ideológico carlista, éste no es más que un aspecto secundario, pues la cuestión dinástica representa un papel de unión de los otros dos elementos reseñados, la religión y la patria. Finalmente, la defensa de los Fueros es vista, no solamente como un medio de ir contra del centralismo liberal, sino que también intenta mantener y recuperar todas las características que los fueros representan dentro de la sociedad tradicional.
El énfasis puesto en las virtudes forales, así como en la exaltación de la lengua y de las peculiaridades del pueblo vasco, no significaba que los carlistas estuviesen en contra de la unidad de España, pues eran defensores de un doble patriotismo, vasco y español. Pero el enfrentamiento entre liberales y carlistas no se manifestará tan sólo en la cuestión religiosa, sino que abarcará todos los órdenes de la sociedad: la condena del sistema parlamentario, de la libertad de prensa, de la libertad de enseñanza y de la libertad de asociación, serán otros tantos frentes contra los cuales plantearán su lucha. Lucha que pasará del terreno del enfrentamiento ideológico a la crítica de la burguesía y del capitalismo, así como una oposición al incipiente socialismo. En este contexto, también el magisterio estaba dividido entre los defensores del Pretendiente y los defensores de la libertad, creando más de un conflicto ideológico.