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Domingo de Resurrección

La Semana Santa es la secuenciación de hechos evangélicos e iconográficos que desde hace siglos, están dirigidas a catequizar a una población de niveles de analfabetismo elevados. Por todo ello, no es raro el encontrar algunas tradiciones consuetudinarias relacionadas directamente o no con el citado Domingo de Resurrección.

De este modo, no resulta difícil observar una serie de costumbres que se insertan en la cronología de los hechos propios de la citada jornada festiva que desde el Sábado de Gloria, en la llamada vigilia Pascual, dará inicio al nuevo tiempo litúrgico o Pascua de Resurrección. Otras tradiciones, en cambio, se presentan de forma anacrónica y surgen aleatoriamente en estas fechas. Y, finalmente, otros usos y costumbres populares poseen un carácter asociado o colateral al lógico devenir de las narraciones evangélicas.

Así sucede el Sábado de Gloria, con los alabarderos de la localidad de Villafranca. En la función de "Las siete palabras" ,celebrada en Viernes Santo, los alabarderos de Olite y San Martín de Unx protagonizan un acto similar; o el Domingo de Resurrección, cuando la tropa romana de Hondarribia cae fulminada durante un acto popular que se puede ver también, el Sábado de Gloria.

Como se ha indicado, la manifestación más sonora es la realizada por las campanas de la iglesia (hasta ahora enmudecidas por el luto y sustituidas por el bronco sonido de la madera) que desde ese momento y en especial, en el instante del Encuentro del Domingo de Resurrección (Ttopa), entre el hijo y su madre, se va a transformar en un jubiló inusitado.

Por ello, en abundantes localidades (Lekeitio, Salinas de Añana, Tudela, Cabanillas, Orduña, etc.) celebran la denominada procesión del Encuentro y en ella, las imágenes de Jesucristo resucitado y una enlutada Virgen María, discurren por recorridos divergentes para confluir en un punto concreto. Aquí, un ángel infantil o una persona en concreto, va a quitar el manto de luto que cubre a la Virgen y se desata una alegría desbordante (repique de campanas, interpretación de animadas músicas y transporte vivaz de las imágenes, aclamaciones o cantos, etc.).

Paralelamente, bien la víspera (el volatín de Tudela) o coincidiendo con la citada procesión, en el sur de Araba (Salinas de Añana, Samaniego, Moreda, Elciego, etc.) y Nafarroa (Estella o Cabanillas) se acostumbraba y acostumbra a elaborar un muñeco representativo de Judas (incluso de su mujer o Judesa). Dichos peleles son increpados como traidores y se les atribuye todos los males anuales acaecidos en la localidad, zarandeados y arrastrados acabaran apedreados o quemados por su terrible crimen.

Las jóvenes de los valles occidentales de Bizkaia (Karrantza y la villa de Lanestosa) y las mujeres de Lakuntza, solían cantar canciones dirigidas al hecho de la Resurrección de Jesucristo. En el caso de las primeras, en su recorrido petitorio, durante las jornadas de Sábado y Domingo cantaban coplas alusivas al final del luto:

Oh, que Sábado de Pascua
Oh, que Domingo de flores
Oh, que Sábado de Pascua
ha amanecido señores.

Quítale el manto de luto
a la princesa María
quítale el manto de luto
y ponle el de la alegría.

Además, es un día señalado, según la mentalidad popular, para estrenar ropa y en nuestro contexto cultural, es el momento propicio para que los padrinos y madrinas regalen a los ahijados el clásico pan de tres puntas o Bazko-ogia. Esta costumbre estaba extendida por la zona de Garazi y allí se le llamaba morrodoa, en la Regata del Bidasoa se le conoce por adar opil, en el valle de Baztán como aitatxi edo amatxi-opil, San Markos-ogia en Oiartzun, karapio le dicen los de Aramaio y en el valle de Arratia y Busturialdea se le denomina mokotza o morrokotsa.

En otras épocas, este día se reiniciaba el tiempo de diversiones lúdicas populares, bailes públicos y el periodo de casamientos , que habían sido eliminados o prohibidos desde el cuaresmal Miércoles de Ceniza hasta esta fecha. La dinámica cotidiana de las comunidades vuelve a su normalidad, finalizado un periodo de reflexión del sentido de la propia vida humana o el anual recordatorio de los preceptos católicos.