Kontzeptua

Toponimia (1998ko bertsioa)

Euskal Herria medieval según la toponimia. El euskera, como toda lengua, cuando desaparece de un poblado cualquiera deja tras sí los nombres de lugar y de todo tipo de accidentes geográficos como montes, ríos, caminos, rocas, cuevas, bosques, etc. La nueva lengua trata de acomodar estos nombres a su fonética y aun de suplantarlos por otros parecidos o por traducciones. Aparentemente todos los nombres geográficos hoy en uso aparecen en un mismo plano. Un mapa cualquiera nos los muestra con parecidos tipos de letra del mismo modo que el hablante los entona con la misma actualidad sin sospechar la edad de cada uno de ellos, ni siquiera que tengan diferencias de edad. Burdeos, Bilbao, Ebro, Oria, Jaizkibel, Garraf, Dordoña, Auriñac, Saint-Esprit, Rentería, Usurbil, Castejón, todos valen cronológicamente igual para el que los usa habitualmente. En cambio el investigador los va separando por edades o capas, agrupando en unas todos los creados por los celtas, en otras los hechos con voces iberas, y así ligures, latinas, etc. Del mismo modo que se presentan las capas geológicas de la tierra aparecen las capas toponímicas para quien sabe distinguirlas pero con la particularidad de que en el cerebro de cada hablante no existe, bajo ese punto de vista, más que un solo nivel. Por otra parte es necesario remachar la idea de que en la formación de esos nombres geográficos han intervenido todos los factores de la vida humana preponderando en cada edad la forma entonces imperante. Decimos esto porque algunos autores se suelen dejar arrastrar por ciertas tendencias a interpretar todo nombre propio por uno solo de esos aspectos. Así, la tendencia botánica está representada en un voluminoso estudio de I. López-Mendizábal lo mismo que la antroponímica halla un buen prototipo pero muy cauteloso, en J. Caro Baroja. Nuestra toponimia, en realidad, como todas las del mundo, está formada de toda clase de elementos culturales: botánicos, zoológicos, mineralógicos, nombres personales, profesiones, actividades, descripciones geográficas, recuerdos históricos, mitos inmigrantes e invasores, apodos, aspectos del suelo, colores, etc. La separación de las diversas capas toponímicas es labor larga y complicada. Nosotros no vamos a hacerla pero necesitamos vulgarizar ciertos detalles esenciales para saber si tal o cual nombre es románico, latino, celta, ligur o pre-indoeuropeo. Muchas veces la duda se interpondrá aun en casos que a primera vista parezcan claros. Se suelen establecer áreas léxicas, fonéticas, morfológicas, etc., y de hecho existen ya muy importantes trabajos. Pegados los hombres al suelo, etiquetado oralmente todo accidente, la cuestión es saber distinguir la filiación y procedencia de cada etiqueta, de cada topónimo. Las concentraciones de nombres celtas en un área determinada nos hablan claramente de una ocupación o colonización intensa. Al contrario, la presencia de claros con sólo nombres pre-indoeuropeos o, casi solos, nos dice que ahí los invasores no se establecieron por las razones que fueren. Tampoco la existencia de nombres extraños intercalados entre los aborígenes significa forzosamente invasiones u ocupaciones. El cristianismo suplantó los nombres vascos de algunas de nuestras montañas por el de santos a cuya advocación se levantaban ermitas en sus cumbres: San Pelayo, Santa Bárbara, San Esteban, San Miguel, etc. Otras veces una palabra extraña incorporada al idioma propio basta para producirlos. El estudio de los topónimos es complicado y exige amplísimos conocimientos lingüísticos y psicológicos. No faltarán nombres de aspecto vasco que deberán ser descartados cuando se les descubra un origen románico o extraño. Al contrario, otros marcadamente extraños deberán restituirse al euskera aunque ofrezcan carácter catalán, gascón o castellano. Este como descubrimiento de la toponimia vasca medieval se lleva a cabo, principalmente, por el examen de los documentos donde constan los nombres actuales con una forma más auténtica y cercana al vasco hablado. Cuatro clásicos, Menéndez Pidal para el Alto Aragón, Lacarra e Irigaray, para las zonas desvasquizadas de Navarra, y Merino Urrutia para Rioja, Bureba y Juarros, han estudiado Es zonas toponímicas vascas medievales. Los resultados son bien conocídos y no vamos a reproducirlos en este lugar. La Euskal Herria medieval coincidiría, casi exactamente con los límites del reino vasco de Sancho el Mayor. Probablemente la demarcación política siguió literalmente a la lingüística.