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POESÍA

La poesía vasca hasta mediados del siglo XIX. Como se mencionaba con anterioridad, la lírica castellana o francesa escrita por poetas vascos hasta mediados del s. XIX se caracteriza por una disfunción clara entre la ideología que muestran estos escritos y la cultura que por origen debían tener sus creadores. Son manifestaciones literarias que representan la cultura propia del lugar donde se escribieron o bien el tipo de educación que recibieron sus respectivos creadores al margen del lugar de nacimiento. Desde este punto de vista, es lógico pensar que ambas literaturas respondieran preferentemente a modelos religiosos o bien cortesano-aristocráticos, en ocasiones ambos postulados van unidos, que imperaban durante este tiempo tanto en el área geográfica de España como en la de Francia.

Un segundo aspecto que caracteriza esta época literaria es la escasez y, salvo muy contadas excepciones, la falta de calidad literaria de estos escritores vascos en lengua castellana o francesa. A pesar de la ausencia de nombres, es de suponer que existiera una tradición mayor, pero el tiempo y la falta de relevancia de sus escritos motivaron el oscurecimiento y posterior olvido de sus personas y de sus obras.

Haciendo un recuento de escritos y autores, es obligado iniciar esta nómina con la poesía épica de los cantares de gesta, prescindiendo del carácter anónimo o colectivo de sus creaciones. Navarra tuvo que tener una rica tradición épica, motivada por el espíritu caballeresco dominante en este reino y por los hechos históricos que protagonizaron en sus luchas con franceses y árabes. La geografía de Navarra, por otro lado, va a ser uno de los escenarios predilectos de los cantares de gesta tanto castellanos como franceses. Estos datos hacen pensar en la existencia más o menos rica de una tradición épica. Como prueba de esta afirmación se conserva a pesar del mucho tiempo transcurrido, un breve fragmento del Cantar de Roncesvalles que manifiesta la presencia de la poesía épica dentro de la literatura vasca en castellano.

Los primeros ejemplos de literatura escrita por vascos con autoría precisa se verifican en lengua provenzal, latina o árabe.

Poesía medieval en otras lenguas. La guerra civil de Pamplona de Guillaume de Anelier en el s. XIII, escrita en provenzal y comentada y publicada por Michel y también por Ilarregui. En latín el poema histórico (1199-1215) atribuido a Rodrigo Ximenez de Rada, alabando las atenciones del hospital de Peregrinos de Nuestra Señora de Roncesvalles. El poema de Guillermo de Tudela Cansó de la Cruzada contra los albingenses (s. XIII), escrito entre 1212- 1213, publicado por Claude Fauriel. El canto latino, de género arcaico y sin rima, del s. X, en honor de la princesa Leodegundia. En árabe el poema del tudelano (navarro) Abraham ibn Ezra que, antes de 1140, intercambió poesías con los poetas de su época, y el también tudelano Yehudá ha Levi nacido hacia 1075. v. TEOBALDO I.

En castellano hay que esperar al s. XIV para encontrar una verdadera obra de autor conocido. En medio de este páramo literario generalizado hay que mencionar la figura del gran poeta alavés López de Ayala (1332-1407), primer nombre de poeta vasco conocido en la literatura castellana. El Canciller López de Ayala representa el espíritu aristocrático y el tono moralista de la época. Su gran obra Rimado de palacio es un poema escrito en cuaderna vía sobre asuntos varios de la realidad social y religiosa de la época con una finalidad claramente didáctica: criticar los vicios reinantes en su sociedad y especialmente en el medio cortesano. El Rimado de palacio es la última gran obra del mester de clerecía, pero en ella se atisban los primeros síntomas claros del renacimiento posterior: el intimismo interior, especialmente en sus poesías marianas; la irrupción del clasicismo en su obra; la temática de carácter humanista; etc. Desde este punto de vista, la obra del canciller López de Ayala representa los epígonos del pensamiento medieval y la apertura hacia la mentalidad humanista-renacentista.

Junto al Canciller López de Ayala se debe colocar a su sobrino Fernán Pérez, poeta insigne en obra pero mediocre en calidad. Entre sus obras poéticas más destacadas se encuentra Las setecientas o Los loores de los claros varones. Algunas de sus composiciones poéticas se encuentran en El cancionero de Baena.

En pleno período renacentista, especialmente durante la primera mitad del s. XVI, la corte de la Baja Navarra, aglutinada en torno a la figura de su reina Margarita, desarrolla una activa vida literaria. Mujer excepcional para la época, de gran cultura e inteligencia viva, supo rodearse de una corte de escritores y artistas, fomentando las letras y la poesía. Denominada por sus contemporáneos la «divina musa», animó a sus cortesanos a fomentar la ciencia, las artes y la literatura. Entre estas actividades, una de las más importantes y siempre presentes en esta corte fue la poesía. No se puede olvidar que su reina fue una poeta insigne además de preclara prosista iniciadora de la prosa fantástica con su obra el Heptamerón. Navarra desde un punto de vista intelectual y literario se vio muy favorecida por el gran impulso cultural y literario-poético que supo crear y expandir su reina Margarita.

Durante el s. XVII carecemos de poetas significativos tanto a un lado como al otro de la muga. La tradición o el deseo de los panegiristas vascos atraen a sus feudos nombres de insignes escritores por su simple ascendencia vasca como el vallisoletano Alonso de Ercilla, autor del poema épico La Araucana o bien el poeta Juan de Jáuregui, nacido en Sevilla y perteneciente a la escuela del culteranismo gongorino. Este sería el caso de la gran poeta barroca, nacida en México, Juana de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz.

El barroco es un siglo prolífico en el número y en la calidad de los prosistas vascos pero ciertamente desolador desde una perspectiva estrictamente poética. Hay que esperar hasta el s. XVIII, en pleno siglo de las luces, para encontrar otro insigne poeta vasco: Félix María de Samaniego. Miembro de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País escribe sus Fábulas morales (1781-1784) para los alumnos del Seminario de Vergara. Samaniego retoma la tradición fabulista clásica y contemporánea de Esopo, Fedro y La Fontaine, etc, para convertir la obra literaria en una lección de moral con una finalidad claramente didáctica y moralizante. Desde este punto de vista, muestra su parentesco ideológico con las ideas ilustradas de la época. Las Fábulas morales tuvieron un éxito extraordinario y siguen manteniendo una gran actualidad. Han sido consideradas como piezas maestras de la literatura didáctica neoclásica. En esta misma línea de didactismo y moralidad y dentro de la corriente de las fábulas se encuentran también el bilbaíno Agustín Ibáñez de Rentería, el navarro Rodríguez de Arellano y el alavés Pablo de Xérica. Si las Fábulas morales representan la vertiente neoclásica de Samaniego, su obra El jardín de Venus responde a otra de las corrientes literarias más en boga en la época: la poesía erótica. En ella Samaniego con gran gracejo y soltura estilística narra en sucesivos poemas aventuras y situaciones de tinte cómico con una carga de suave erotismo sin llegar nunca a pintar cuadros escabrosos o de dudoso gusto. De origen vasco fue otro gran fabulista de la época, Tomás de Iriarte.

Ya dentro del s. XIX topamos con la misma realidad que en los períodos anteriormente tratados: la escasez de escritores vascos y la poca categoría literaria de los mismos. Sin embargo, bueno es citar algunos nombres para poder llenar, aunque sea de manera general y muy puntual, este importante período. En este contexto cabe iniciar esta pequeña nómina con la figura de Eugenio de Ochoa (Lezo, 1815-Madrid, 1872), quien tiene una gran importancia en el desarrollo de las ideas románticas como fundador de la revista El Artista, como traductor y como divulgador de la literatura española con su Biblioteca de Autores Españoles Contemporáneos en Prosa y en Verso, su Tesoro de Romances Españoles, etc., pero de escasa categoría como poeta lírico y dramático. Algo parecido cabe decir de la poesía dramática de Vicente Arana o la poesía lírica de Rementería Fica. Desde la perspectiva francesa sucede algo parecido. Como afirma Elías Amézaga (Euzkadi: al cruce de tres culturas, 1989, 103): «Detrás de Sponde advino un silencio de siglos. Entre el XVIII y el XIX unos cuantos poetas incidentales, un sacerdote que rima por afición, un cronista, Juan Antonio Reynon (1765-1842), pobre paniaguado y poeta-cronista oficial frente a la invasión napoleónica. Un grupo de vates que se inspira en gascón, Pierre Lesca (1730-l842), Juan Bautista Deldreuil (1796- 1852), Juan Bautista Larrebat (1816-1852), Isidro Salles (1822-1900)...»

Como se ha podido ver, todo este largo período que va desde las canciones de gesta hasta mediados del s. XIX se caracteriza por el número reducido de escritores vascos en castellano o en francés. Como resultado lógico de esta escasez numérica, se observa la presencia puntual y esporádica de hombres ilustres de las letras. Desde la perspectiva del hecho poético, sólo constatamos dos nombres: el canciller López de Ayala y el fabulista Félix María Samaniego. Todos ellos por lo general, si se exceptúa parte del s. XIX, representan la cultura y el pensamiento de las lenguas en que escriben sin referencia con la realidad social o intelectual de su país de origen.