Kontzeptua

La tradición coreográfica del pueblo vasco

Si bien las danzas vascas se estudian siguiendo patrones clasificatorios que nosotros mismos preparamos hace más de treinta años, estimamos que la exigencia aquí debe ser otra, más en línea con un comentario general de nuestros materiales tradicionales que con clasificaciones de mayor detalle propias del ensayo etnográfico.

En este apartado dedicado a las danzas de armas, nos encontramos con las danzas de espada "larga" o ezpata-dantza y de picas o bordones o bordon-dantza, que han sido formas específicas de nuestras danzas armadas, ampliamente conocidas en el resto de Europa y clasificadas, en el caso de las de espadas, como danzas de "empuñadura y punta" en función del modo en que los danzantes se enlazan para formar la cadena previa a otras figuras. Para don Julio Caro Baroja, las danzas de espadas vascas ofrecen una serie de particularidades dignas de la mayor atención, que nos ilustran bastante acerca de su antiguo significado.

El P. Manuel de Larramendi S. J. (1690-1766) dice en su Corografía que en enero de 1701 la Provincia agasajó con la ezpata-dantza a Felipe de Borbón que, en viaje camino de Madrid, se alojó en Hernani. La danza resultó tan del agrado del futuro Felipe V, que la hizo venir enfrente de su palacio hasta cuatro veces para que allí hiciese sus evoluciones y habilidades.

La singularidad vasca está en que delante del grupo que se enlaza con espadas largas hay un pequeño grupo de dos, tres o cuatro danzantes armados con espadas cortas o dagas, ezpata-txikiak, que bailan exhibiendo sus armas de forma individual o colectiva y en otros casos, como en Markina, escenificando un breve combate. El pomo y la empuñadura de estas espadas cortas se cubre con un pañuelo, costumbre que quizá provenga de las innumerables prohibiciones eclesiásticas contra estas danzas armadas. Frente a la prohibición de bailar con armas dentro de la iglesia el recurso permanente a la astucia: las armas no se toman directamente con las manos, se interpone un pañuelo.

En algunas tradiciones particulares, Markina y Legazpi, las espadas largas trazan una figura conocida como la "rosa". En otros casos, como es el de los dantzaris de Zumarraga o Beasain, se exhiben en un protocolo religioso bailado por los primeros el día de Santa Isabel o de la Asunción de Nuestra Señora, mientras que los de Beasain, sin grupo de bailarines de espada larga, se presentan con un buruzagi o capitán seguido de doce dantzaris armados con dagas que bailan en honor de San Martín de Loinaz.

Al lado de estas coreografías con armas, hay un singular modelo de danza "pírrica" o de "combate" de Bizkaia conocido como dantzari-dantza. En ese modelo y después de un ondeo de bandera sobre los dantzaris arrodillados, el grupo de jóvenes dividido en dos filas de a cuatro, baila en medio de grandes saltos una serie de figuras coreográficas con palos y espadas hasta desembocar en una original coreografía conocida como txotxongillo, en la que se parodia la "muerte" y "resurrección" de un bailarín principal que dos dantzaris elevan horizontalmente sobre sus cabezas.

En cuanto a las danzas con picas o bordones, Juan Ignacio de Iztueta y el P. Larramendi no la diferenciaban coreográficamente de la ezpata-dantza, solo que la indumentaria era más corriente. La más famosa es la bordon-dantza que se baila en Tolosa el día de San Juan Bautista. Conocida también como alagai-dantza, su contexto protocolario la une a la batalla de Beotibar librada en 1321. Históricamente, la tradición rebasa ese marco local, pues era propia de distintas villas situadas en la parte baja de los ríos Oria, Urumea y Oiartzun. El P. Larramendi cita además de Tolosa, Hernani y Urnieta (también se bailaba en Renteria).

Otras danzas próximas en cuanto a disposición coreográfica son las que se bailan en Deba en honor de San Roque, y en la villa navarra de Lesaka por San Fermín. Según don Julio Caro Baroja la costumbre de bailar estas danzas de armas debe vincularse con las fingidas batallas de "moros" y "cristianos" escenificadas en honor del Santo Precursor. A lo largo del tiempo, escenificaciones de "moros" y "cristianos" tuvieron lugar en Bermeo, Usurbil, Lezo, Irun, Bera de Bidasoa, Narvarte, Zugarramurdi, etc. Lo que resta en la actualidad es el "alarde del rey moro" de Antzuola en Gipuzkoa, y la fiesta de Juan Lobo con el "baile de la balsa", en el municipio navarro de Torralba del Río.

Sin restar un pelo a lo que de ceremonia o rito puedan tener las danzas de armas reseñadas aquí arriba, bajo este epígrafe queremos recoger otras danzas bailadas por grupos cerrados en número variable de danzantes, de ocho o doce, que utilizando diversos utensilios o herramientas (o "armas" si se puede decir), se presentan bajo la dirección de un buruzagi o "capitán", llamado específicamente según lugares "Bobo", "Cachimorro" , "Cachi" o "Mayoral".

Conocidas de modo genérico por el utensilio más común con que se bailan, uno o dos palos, grandes o pequeños, makilla-handiak, makilla-txikiak, "paloteos" en lugares de la ribera de Navarra; con arcos, uztai-dantza o arku-dantza; con un pequeño escudo, brokel-dantza, etc., y un "baile de cintas", zinta-dantza, como danza de cierre. Las formas orquestales más tradicionales han sido la banda de txistularis con sus tamboriles y banda de dulzaineros principalmente. En otro tiempo el montaje de estas danzas podía resultar muy costoso, Juan Ignacio de Iztueta escribe que la brokel-dantza sólo se bailaba cada cuatro años. Algunas tradiciones, pocas, acompañan las danzas con castañuelas, pocas también conservan el uso de faldas en el vestido, más habituales son las ristras de cascabeles sujetas a las pantorrillas (doce o dieciséis en cada una). Sobre los cascabeles, en 1615 en Lumbier, Juan de Landibar, beneficiado de la parroquia es acusado de haber bailado el día de San Juan con los danzadores llevando cascabeles, como si fuera hombre alquilado para ello.

En Narbarte, en 1679, Miguel de Urzaiz, "rey de los moros", olvida sus ristras de cascabeles en la habitación de Ana de Ituralde, a la que había prometido matrimonio. Las ristras de cascabeles, sumadas a sombreros adornados con flores, cintas y espejos, bandas cruzando el pecho y atmósfera que las envuelve, llevaron hace casi cien años a Violet Alford y Cecil J. Sharp a preguntarse por la proximidad entre las danzas vascas y sus homónimas inglesas conocidas como Morris-dances o "danzas moriscas". Don Telesforo de Aranzadi mantuvo al respecto una interesante correspondencia con Cecil J. Sharp, publicada luego en forma de artículo, "Acerca de la danza de las espadas en Inglaterra", en la RIEV el año 1913.

En este epígrafe queremos exponer una colección de danzas cuyas coreografías, aunque coinciden en ser bailadas circularmente y en sentido contrario a las agujas del reloj, varían mucho en cuanto al nombre que reciben, líneas melódicas, ritmos y pasos. Se puede decir que, en general, lo más clásico ha sido que la cadena de danza, iniciada en muchos casos por los hombres, haya estado dirigida por dos bailarines, el primero y último de la cadena: aurresku y atzesku.

En Gipuzkoa y Bizkaia sobre todo, este tipo de danza era un ceremonial propio de la Alcaldía que en momentos solemnes, con el primer regidor al frente seguido de todo el consistorio dándose la mano, bajaba del salón de plenos a la plaza de la localidad para bailar delante de los vecinos. Según Juan Ignacio de Iztueta, era costumbre en la comarca guipuzcoana del Goierri, que por fiestas patronales cada pueblo invitase al pueblo vecino, y aceptando éste el convite presentara la soka-dantza en la plaza pública del pueblo anfitrión. Del extenso comentario ofrecido por Iztueta se deduce que todos los Ayuntamientos del Goierri se unían, se "anudaban", mediante este protocolo festivo. Un resto de tan singular costumbre es el aurresku que los vecinos de la villa alavesa de Larrea bailan en la plaza del municipio vecino de Hermua. La fiesta se conoce como el Barte.

En Gipuzkoa, Bizkaia, Álava y en algunas localidades navarras de la cuenca del Bidasoa, en Lesaka por ejemplo, ha recibido indistintamente los nombres de soka-dantza, dantza-soka o aurresku. La danza se desarrolla con la salida de los hombres a la plaza pública, tomados de las manos bajo la dirección del primero y el último: aurresku y atzesku. Después de bailar éstos en el centro de la plaza frente a frente, y luego cada uno de los integrantes de la cuerda la azeri-dantza o "danza del zorro", trazan una mudanza conocida como zubia o "el puente". A continuación las mujeres entran en la danza, y con ellas en la plaza se desarrollan toda una serie de ceremonias en las que los guías de la danza bailan para ellas, nuevos zubiak o "puentes", etc. La costumbre es dar fin a la soka-dantza con la ejecución de un fandango, una porrusalda y la biribilketa como mudanza de cierre (la biribilketa es una farandola).

Por ser baile de hombres y mujeres, esta danza fue objeto de especial atención por parte del P. Manuel de Larramendi S. J., cuando en su Corografía o descripción general de Guipúzcoa escrita hacia 1754, dedicó los capítulos finales a comentar críticamente lo que el estamento eclesiástico (edicto de 1750 del obispo de Pamplona Miranda y Argaiz) venía predicando contra las danzas de tamboril y el daño moral que causaban en quienes las bailaban.

Aunque la condena general a los bailes de hombres y mujeres se hace en previsión de males mayores, la carga erótica de los mismos nunca estuvo en meneos indecentes o disolutos. Es Larramendi quien indirectamente desvela el problema en páginas de la Corografía cuando, en un vehemente texto, busca restar valor al hecho de que hombres y mujeres se den la mano a la hora de bailar. La jerarquía eclesiástica conocía por secreto de confesión, que el goce voluptuoso de nuestros antepasados se disparaba cuando en la cadena de danza unos y otros, hombres y mujeres, se daban la mano como primer movimiento en busca de mayor cercanía. La cuestión está ampliamente registrada en las amonestaciones y condenas que la autoridad episcopal imponía a clérigos por bailar con mujeres a las que dan la mano.

La cosa venía de antiguo. En 1596 en Gaztelu, en un proceso que se sigue con motivo de una Misa Nueva leemos que:

"muchos clérigos han danzado publicamente a son de tamborín assi en la dicha misa nueva como en el lugar de Berastegi, Elduaien y Eldua en plaças publicas assi de día como después de escuro en mecetas con mugeres y moças llevándolas por las manos con mucha deshonestidad."

unas líneas más adelante el testigo Tristán de Alciturrieta, dice haber visto bailar a los clérigos a son de tamborín y rabel.

Diecisiete años después, en 1613, en el proceso que se sigue contra Juan de Eyeroa, beneficiado de Ituren, se le acusa de mantener relaciones deshonestas con una vecina del lugar; relaciones en las que no era cuestión menor haber bailado con ella tomándola de la mano. Uno de los testigos, Martín de Arriberria de 34 años declara que:

"el dia de Sanp(edr)º veinte y nuebe de junio ultimo passado // vio que danço publicamente a son de tamborin el d(ic)ho joan de ayeroa llebando a la d(ic)ha graciana (de Lasaga) de la mano de dia publicamente en el lugar de elorriaga // o elgorriaga // [...] el dia siguiente dia domingo hauiendo tambien dançado por muchas vezes llebandola de la mano como el dia de antes públicamente [...]y fueron a la v(ill)ª de yturen dançando a son de tamborin desde el lugar de Elgorriaga que/ay cerca de media legoa donde dançaron tambien despues de anochecido.

La permanente condena eclesial a que hombres y mujeres se tomaran de la mano para danzar, explica que más de ciento veinte años después, en 1737 y 1738, fray Martín de Vergara y fray José de Ugarte de la orden del Carmelo calzado, introdujeran el pañuelo en las danzas en dos misiones cuaresmales que llevaron a cabo en Hernani.

Aunque con denominaciones particulares según valles o comarcas, ingurutxo, zortziko, dantzaki, branlia, larrain-dantza, ttun-ttun, etc., y por supuesto con ritmos, melodías y pasos diferentes para cada danza particular, la costumbre de bailar hombres y mujeres en corro se extendía por toda la geografía de Vasconia.

A diferencia de las numerosas danzas en corro o en línea de hombres solos que se pueden ver en los folclores balcánicos o del Próximo Oriente, en los que las cadenas de bailarines se toman de las manos, por los brazos, por los hombros o por el cinturón, en los modelos de la tradición coreográfica vasca los hombres bailan sus danzas en corro separados unos de otros.

La geografía de las danzas vascas de hombres y jóvenes bailadas en corro abierto y sentido contrario a las agujas del reloj se extiende por dos geografías: las tierras de Lapurdi, merindad de la Baja Navarra, valle de Zuberoa y tierra de Bearne por un lado, y el valle de Baztan por otro. En el primer caso se les dice iautziak o "saltos", en tanto que en el segundo se conocen genéricamente como mutil-dantzak o "danzas de muchachos". Por el contrario, fuera de esta geografía no hay en Vasconia ninguna otras tradición de jóvenes solos más allá de las danzas ceremoniales o rituales.

No hay nada paradójico, hablamos del primer grupo, en que unas danzas en las que no se salta, aludan al salto en el genérico iautziak con que se las conoce. Aquí iautzi, "salto", no apuntaría al salto en sí, sino a una idea general existente ya en la antigüedad en la que "saltar", "brincar" equivalía a "danzar". Aunque el centro de las danzas "de salto" está en África, Curt Sachs en su Historia Universal de la Danza coloca lo que él llama aurresku como un modelo europeo del género.

El repertorio de los iautziak se compone deuna colección de melodías de diferente longitud: Hegi, Ostalersa, Marianak, Lapurtar-motxak, Muxikoa, Moneindarrak, Ainhoarrak, Azkaindarrak, Zazpi-iautzi, Hamalau-iautzi, Xibandierrak, Ahüntza, a las que se debe unir un catálogo de pasos con sus nombres respectivos: pika, zote, erdizka, dobla, ezker, eskuin, erdizka lauetan, lau-urrats, xinple, ützül, ützül ta hiru, pika ta hiru, dobla, biga, etc. Con ligeras variantes, la tradición ha dejado una combinación de pasos propia para cada iautzi, pero la irregularidad de las frases musicales ha hecho costumbre de que un dantzari experimentado "cante" los pasos para que la totalidad del corro pueda bailar.

Como se ha dicho, en Baztan las danzas corales de hombres jóvenes se conocen como mutil-dantzak. Con un repertorio musical de casi una veintena de partituras, en la tradición baztandarra los pasos no son "cantados", por lo que cada uno de los que baila está obligado a conocer la danza de memoria, en música y pasos. Lo tradicional es que, boina en mano y antes del primer baile, los mutil-dantzaris recorran la plaza saludando a familiares y paisanos con un Aunitz urtez!!, o "por muchos años", viniendo a continuación las danzas Billantziko, Hirupuntukoa, Billigarroa, Xoxuarena, Xerri-begi, etc.

En su tiempo de estancia en Lekarotz el P. Donostia pasó a partitura este repertorio, cuyos mantenedores en los últimos sesenta años fueron el txistulari Mauricio Elizalde junto al atabalari Félix Iriarte, además de Mariano Izeta en calidad de primer danbolinausi. En tiempo más reciente la tradición ha sido continuada por la familia Larralde de Arizkun, Javier y Patxi, que han recuperado diversas costumbres propias de carnavales y enseñado la mutil-dantza en numerosos lugares.

Al escribir sobre danzas de muchachas solas el modelo es mucho más reducido. Hay algunas cadenas de danza en las que las muchachas al bailar la soka-dantza sacaban a bailar a los hombres, en otras, felizmente recuperadas como es el caso de la danza de Urdiain, las danzas de muchachas podían ser en corro cerrado con solo acompañamiento de canto. Este es un folclore lamentablemente perdido, que era la diversión de las chicas adolescentes que todavía no tenían permiso para bailar en la plaza. Algunos documentos pueden aludir a esta costumbre, como un pleito del año 1679 contra D. Diego de Zabala presbítero de Olazagutia, cuando por Pascua de Resurrección su criado arremetió con su caballo en la plaza de Alsasua,

"queriendo atropellar la gente con el cauallo y llego a la puerta de la Yglesia Parr(oquia)l donde estauan dançando muchas moças y cantando..."

Asimismo en Zegama, en el proceso que en 1653 se sigue contra el presbítero Andrés de Gorrochategui, el testigo Andrés de Ugarte al declarar sobre el acusado, dónde y cómo le ha visto bailar, nombra "el canto de las mozas",

"danzar en la plaza publica y en la de olaberria [...] a son de tamboril y también al canto de las mozas y esto los sabe por haverle visto por quatro o seis ocasiones..."

Lo particular de estos cantos es que las muchachas los cantaban sin acompañamiento musical, tomándose de las manos en una disposición en corro cerrado y con movimiento de los brazos acompañando ritmo y melodía y, acaso también, algún sencillo paso para mover el corro en sentido contrario a las agujas del reloj. Niñas más pequeñas celebraban las tradiciones del mes de Mayo, nombrando una "reina" y llevando a cabo cuestaciones. Las tradiciones propias del valle de Baztan son las que se han mantenido. Wilhelm von Humboldt cuando llega a Donostia en su viaje de 1801, en el lugar de Ategorrieta fue "asaltado" por un cortejo de "mayas" que cantaron las coplas rituales por las que reclamaron su aguinaldo. En algunos documentos históricos de las villas guipuzcoanas de Urretxu y Zumarraga, que no hemos podido consultar pero que pueden ser del XVII, se cita al párroco abriendo la cadena de danza y dirigiendo al grupo de niñas que celebran la fiesta del mes de mayo.