Kontzeptua

La tradición coreográfica del pueblo vasco

El tejido histórico de las danzas tradicionales vascas (tal y cómo se presentan en el pasado), está escasamente elaborado, y aunque no se debe esperar que un expurgue de nuestros archivos municipales y eclesiásticos aporte muchos datos en cuanto a la técnica y manera de bailar (aunque siempre puede haber una sorpresa), sí es posible obtener informaciones relevantes con motivo del paso de personalidades y viajeros agasajados con danzas y músicas tradicionales. Otro buen filón son los archivos eclesiásticos, donde se recogen prohibiciones y censuras contra la sociedad civil e incluso contra miembros del bajo clero por su afición a bailar, tañer instrumentos musicales, jugar a la pelota o disfrazarse por carnaval.

Fuera de nuestro mundo tradicional, la fama de nuestra gente aparece en documentos que, aún siendo breves, son significativos. Una obra importante en el conjunto de la historia de la danza europea es la Orchésographie escrita y publicada en 1588 por Jean Tabourot, canónigo de Langres nacido en Dijon en 1519. El libro, escrito en forma de diálogo entre el maestro Arbeau y su discípulo Capriol, trata de las danzas bailadas durante gran parte del siglo XVI.

En un momento de la conversación Arbeau explica a Capriol un instrumento musical usado por vascos y bearneses, del que ofrece una ilustración aproximada como acompañamiento del texto. Pese al extremo carácter rural y pastoril de nuestra gente en aquel entonces, sus costumbres dancísticas sorprenden al encontrar algunas referencias que figuran en el libro de Tabourot. Éste escribe sobre la morisque o moresque presentándola como una danza individual, pese a que entre los ingleses es una danza de grupo: Morris-dance. Sin embargo, en un pleito del año 1578 entre el cabildo y beneficiados de Falces contra el Prior don Juan de Peralta y Velasco, la "morisca" aparece como una danza de hombres y mujeres. En su defensa el Prior acusa a los demandantes de bailar dentro de la abadía "la morisca", de forma indecente "abrazando a las mujeres".

Otra danza es el Branle du Chandelier. El año 1671 una denuncia contra Juan de Legarrea, abad de Etsain en el valle de Anue, le acusa de bailar con las mozas del lugar sacando los achones de la iglesia en una danza que bien pudiera ser algo aproximado a la danza anterior. Para terminar, Tabourot ilustra Les Buffons con dibujos de danzantes armados de espadas y rodelas, que equivalen a la brokel-dantza de nuestra tradición folclórica de la que existen unas cuantas variantes.

En la reimpresión que se hizo en Paris en 1888, Laure Fonta (bailarina de la Ópera parisina en el Segundo Imperio) escribió Une notice sur les danses du XVI siècle donde (sin que sepamos exactamente a qué paso se refiere) dice que el pas de chaconne lo bailan los vascos. Los referentes militares proporcionados por Arbeau, que Laure Fonta destaca, son de especial interés. Muchos sistemas de danza figuraron en programas para mejorar la condición física de los jóvenes nobles en edad militar. Aunque esos sistemas han desaparecido de los folklores europeos, su herencia ha quedado en las tradiciones dancísticas de Zuberoa, Provenza o Escocia. Entre los jóvenes vascos, la forma física obtenida mediante la danza y los ejercicios de esgrima con palo la completaba el juego de la pelota.

Otro notable referente literario es el libro de Cesare Negri Nuove Inventione di Balli publicado en 1604, donde reúne movimientos y pasos como el doublé tour en l'air y los entrchats à huit que los bailarines actuales siguen practicando. Cesare Negri trae en su libro nombres de personas importantes que bailaban diestramente en la corte de Milán, destacando entre ellas Antonio de Idiaquez y otras de apellido vasco como Diego de Ghivarra (¿Guevara?, Ottavia Cauenaga y Mendozza (¿Goenaga y Mendoza?) y Donna Anna Ordugna o Donna Maria Ordogna (¿Orduña?). Además, en ese tratado hay nombres de pasos como "carrerillas" y "cabriolas", que recuerdan algunos de los que se hacen por aquí, pero sobre todo y por su extremo interés, es obligado citar los dos compases finales del Villanicco repetidos en varias melodías que Juan Ignacio de Iztueta (1767-1845) publicó en 1826 en el cuaderno de melodías guipuzcoanas. Esos dos compases se encuentran en Galantak, Eun dukatekoak, Betronio txikia, etc., figurando también en repertorios vizcaínos, bajonavarros y suletinos además de haber hallado el mismo motivo en alguna melodía húngara del Renacimiento.

En 1642, un maestro de danza de apellido vasco, Juan de Esquivel y Navarro, publica en Sevilla su Discursos sobre el Arte del Danzado y sus Excelencias. Esquivel recoge una buena descripción del ambiente propio de las escuelas de danza, genealogías de diferentes maestros, virtudes y calidades que corresponden a la preservación de un estilo y, algo muy importante, la relación que establece entre danza y esgrima.

Esta práctica de danza y ejercicios con armas es muy vieja. Vinculada la danza con la preparación militar, los antiguos elogiaron la cara civil de su virtud, al permitir que los ciudadanos mejor dispuestos para la dirección de los negocios públicos hallaran en ella salud y equilibrio. No solamente está presente en los textos griegos más arcaicos, sino que su brillo deslumbra a un autor tardío como Luciano de Samósata, para quien danza, batalla y liderazgo civil parecen ser una misma cosa. Incluso progresar en habilidad danzaria era fundamento de progreso social.

Pero volviendo a la danza y las armas, el modo de bailar de las academias regimentales era más parecido a una tabla de gimnasia rítmico-musical, que a las posteriores formas dramáticas cuyas leyes y reglas fijarían cuidadosamente sus grandes animadores los coreógrafos Jean-Georges Noverre (1727-1810) y Jean Dauberval (1742-1806). Éstos, según las cartas que Etienne Jouy (1764-1846) publicó en sus Essais sur les moeurs. L'érmite en provence, cuyo conocimiento debemos tanto al P. Donostia como a don Julio Caro Baroja, se interesaron por coreografías tradicionales de la Vasconia norpirenaica, concretamente por la danza llamada muxiko (del género de los jautzis, que Jouy adjetiva de "violenta"). Según éste, Noverre y Dauberval la quisieron llevar al Teatro de la Ópera, aunque la dificultad estaba en cómo conservar el carácter nacional que los vascos daban a su danza.

En la tabla de movimientos y pasos a que dio lugar esta tradición renovadora de la danza académica se incluyeron dos referencia vascas, los celebérrimos y universales pas de basque y saut de basque. Otras cuestión interesante atañe a la bourrée, danza popular de origen auvernés con un paso, pas de bourrée, en el catálogo de la danza académica. El 20 de noviembre de 1660 Jean Baptiste Lully (1632-1687) estrena en el Louvre la comedia musical Xerxes, sobre libreto de Nicolo Minato y partitura del propio Lully. En el Prólogo de la comedia la entrada 1ª corresponde a los vascos. En el acto III, entrada 4ª de la misma comedia, el aire para les esclaves está en ritmo de bourrée. Sobre esta danza originaria de Auvernia, Johann Mattheson (1681-1764) en su obra Der Vollkommene Kapellmeister publicada en 1739 aventura que pudiera ser de origen vizcaíno.